Una de las grandes leyendas del jazz de las últimas décadas, Barry Harris, murió este miércoles en el centro médico de Palisades, en Pasadena, donde llevaba varias semana ingresado. Es otra figura de la cultura que cae por culpa de complicaciones relacionadas con la Covid-19. Harris también desarrolló una importante labor en la enseñanza del piano y fue un conspicuo exponente del bebop. Entre sus cualidades distintivas, destacaba sus profundas sensibilidad y la serenidad, al tiempo que la sencillez para para podar la sobrecarga ornamental en las interpretaciones.
Estuvo muy influenciado por el magnífico Bud Powell y compartió escenario con figuras como Miles Davis, Sonny Rollins, Lester Young, Max Roach… En compañía de todos estos astros fue cuajando un estilo propio que le convirtió en uno de los grandes representantes del pianismo en el terreno del bebop. Han sido más de 70 aupado en las tablas. Él mismo se definía, sin embargo, más que como un pianista de bop, como un “músico clásico de jazz”. Ya saben que para algunos el jazz es la música clásica de la cultura afroamericana.
Harris, que nació en Michigan el 15 de diciembre de 1929, mamó el piano de su madre, que tocaba este instrumento en la iglesia. En ese ámbito religioso es donde se empezó a foguear él desde los cuatro años. Fue ya en la adolescencia cuando se quedó prendado del jazz, al que posteriormente ya dedicó toda su vida casi como si fuera un sacerdote. El ejercicio del apostolado jazzístico lo desarrolló en los años 50 en Detroit, junto a otros grandes nombres como los de Paul Chambers, Tommy Flanagan, Hank Jones…
Organizaba sesiones en casas de amigos en las que se sumergía en las grabaciones que iban apareciendo de Charlie Parker, Bud Powell y otros mascarones de proa del género. Al tiempo se iba curtiendo en los salones hasta lograr uno de su primeros hitos: tocar junto a su admirado Parker. En este tiempo se va también expandiendo su fama como pedagogo, tanto que hasta tipos como John Coltrane se acercan a Detroit para recibir clases suyas y conocer de primera mano el método que iba acuñando. En esa época, rodeado de tanto jazzista talentoso, vive en unas condiciones idóneas para apuntalar su vocación.
Luego se instalaría en Nueva York, donde formó parte del quinteto del saxofonista Cannonbal Adderley. Por entonces, le sobrevino una crisis. A la ciudad de los rascacielos no se terminaba de aclimatar y también tuvo algunos conflictos de fe con el propio jazz, hasta el punto de acariciar la idea de dejarlo para ponerse a dar clases de matemáticas, aprovechando su fluida relación los números. Pero no llegó a desconectarse y acabó enrolado en el grupo de Coleman Hawkins, en el Village Vanguard. En los 70, vivió con Thelonius Monk en Weehawken, Nueva Jersey, en la casa de la baronesa Pannónica, bajo cuya ala protectora medraron muchos músicos de jazz. Una verdadera mecenas.
En total, más de una treintena de discos llevan su firma. El primero, de 1958, es (Breakin’It Up 1958). Luego vendrían Newer Than New (1961), Magnificent! (1963), Barry Harris Plays Tadd Dameron (1975), The Bird of Red and Gold (1979), Interpretations of Monk (1997) y Complete Live In Tokyo 1976. En 2000 ingresó, al American Jazz Hall Of Fame por su contribución al jazz.