El pasado mes de agosto se congeló el mundo del rock con el anuncio de la muerte de Charlie Watts. El elegante, el músico de jazz, el discreto batería de los Rolling Stones ponía punto y final a una vida cargada de éxitos con la banda británica pero también a una forma de entender la música, alejada de la exposición de compañeros de filas como Mick Jagger y Keith Richards.
Coinciden ahora en las librerías dos aproximaciones a su inmensa personalidad. El escritor, baterista y periodista Mike Edison publica en Kultrum Simpatía por el baterista, un trabajo publicado en 2019 que ahora se reedita actualizado con capítulos nuevos marcados por su fallecimiento. Además, Paul Sexton, experto en los Rolling Stones, publica en HarperCollins una “biografía autorizada” que incluye textos de Mick Jagger y Keith Richards.
Neurótica pirotecnia
Edison subtitula su libro 'Por qué importa Charlie Watts', y dedica sus páginas a demostrarlo. No en vano, su iniciativa de dedicarle un libro fue previa a su muerte. “Encontró espacio para respirar en una música que apenas disponía de espacio para ello. Moduló el tempo a su antojo, y mientras otros hacían estallar sus baterías en pos de una neurótica pirotecnia más efectista para un público cada vez más esclavo del espectáculo, él se aplicó su modesto instrumental con suma delicadeza y humildad, y elevó el ritmo a lo más alto del altar, cediendo todo el protagonismo al cantante y al guitarrista. Hay quien se fugó de la cárcel por menos”.
Según Edison, Watts estuvo agazapado, literalmente, tras la puesta en escena urdida por el tugurio o rockódromo de turno, y a lomos de la irreductible caja de su batería a lo largo de cinco décadas: “Charlie Watts pasó de custodiar las esencias rítmicas del grupo a erigirse en chamán y maestro de ceremonias”. Gracias a Simpatía por el baterista conocemos al detalle la personalidad de un músico que pasó de hacer homenajes a Charlie Parker a integrarse en “la mejor banda de rock del mundo” sin arrugarse el traje.
A ritmo de 'Brown Sugar'
Edison defiende su libro como "el original, el primero y el único" escrito puramente por amor, directamente desde el corazón, sin motivaciones de índole económica, como debe ser, señala, el verdadero rock and roll: “Cuando la gente me pregunta cuánto tiempo me llevó escribir este libro, siempre les digo que 45 años, porque ese es, de veras, el tiempo que llevaba pensando en ello, desde que tenía 13 años e intentaba tocar al ritmo de Brown Sugar. Lo escribí presa de una inyección de amor incombustible por Charlie Watts y los Rolling Stones”.
Charlie’s Good Tonight, la biografía de Sexton, recorre cronológicamente la vida de nuestro protagonista con profusión de datos y de encuentros vitales y escénicos, en los que no faltan testimonios de gente cercana a Charlie Watts. Recoge declaraciones de libros y entrevistas y termina armando una foto fija de su peripecia existencial. “Charlie era la prueba de que no todas las estrellas de rock son iguales y de que los tópicos están ahí para esquivarlos”.
Estilo propio
Para Sexton, si su historia fuera inventada nadie llegaría a creerla: “Cuando falleció, en casi todos los homenajes y necrológicas se hablaba del Rolling Stone taciturno, de la columna vertebral de la banda, del hombre que nunca faltó a un concierto en 57 años (lo que no es estrictamente cierto: faltó como mínimo a uno, en 1964, porque se equivocó de fecha). Se habló mucho menos, en cambio, del coleccionista empedernido, de su generosidad a la hora de hacer regalos, del hombre dotado de un sentido del estilo propio de otra época, lo que a menudo le hacía sentir que había nacido en el siglo equivocado”.
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Sexton, como Edison, también termina rendido por el personaje: “Haber podido ser testigo de ese estoicismo que dejaba traslucir su mandíbula cuadrada, ver cómo se quebraba esa cara granítica en una sonrisa luminosa, escuchar esa forma de hablar astillada y renqueante… Todo eso valía más la pena que pagar la entrada para ver lo que ofrecían los Rolling Stones. O sea, el mayor espectáculo del mundo”.
Y no lo desmienten ni Mick Jagger ni Keith Richards en sus breves intervenciones de este Charlie’s Good Tonight. “No era supertécnico”, reonoce el cantante, “pero sí muy versátil, y cuando conseguía dominar un ritmo nuevo, se emocionaba con él”. A lo que el guitarrista añade: “No tenía doblez; con él no había trampa ni cartón. Charlie era lo que se veía. El tío más auténtico que he conocido”.