Nos visita, el martes 31, un músico verdaderamente singular, el gallego Abraham Cupeiro (Sarria, 1980), que estudió trompeta en Madrid. Siempre curioso y emprendedor, construyó en 2006 una trompeta barroca del siglo XVIII. Copiando la imagen de una moneda romana reconstruyó poco después otro tipo de trompeta llamado carnyx, instrumento celta de la edad de hierro. Y recuperó más tarde la corna, artilugio sonoro de la tradición gallega. Y así, poco a poco, ha ido estudiando otros tipos de instrumentos de viento y fabricándolos en buena parte hasta reunir una colección de más de 200 de diferentes épocas.
Una actividad apasionante y única, ya que combina la construcción con la interpretación. Y tuvo la idea de preparar y organizar una exhibición con una buena parte de ellos a lo largo de un espectáculo que tituló Pangea, que ha estado exhibiendo con distintos conjuntos sinfónicos a lo largo de cuatro años. Nada menos que 250 conciertos le dio de sí. Y pone fin a este recorrido, que le ha llevado a distintos países, en el Auditorio Nacional de Madrid con el acompañamiento de la Orquesta Filarmónica de La Mancha dirigida por Francisco-Antonio Moya.
“Será muy emocionante hacer sonar por primera vez instrumentos milenarios como el carnyx, la gran trompeta celta, en el Auditorio Nacional”, nos dice Cupeiro. “Una suerte de première del pasado que convertirá el auditorio en una máquina del tiempo para viajar a nuestro pasado más remoto. Un reto que asumo con mucha energía para demostrar en un templo de la música que estos instrumentos también tienen cabida en el discurso sonoro del siglo XXI”.
Sonarán, aparte del carnyx y la corna, las caracolas, el hulusi, la flauta peule de Senegal o la gaita búlgara. Hasta un total de 30.
A Cupeiro le inspiró estudiar al metereólogo alemán Alfred Wegener, quien, en 1910, se percató de que las siluetas de los continentes parecían casar unas con otras. Fue a partir de esta observación cuando comenzó a recabar datos que luego plasmó en su libro El origen de los continentes y de los océanos. Sostenía que hace 300 millones de años el mundo estaba formado por un solo continente, Pangea, que en griego significa toda la tierra. Lo que explica el parentesco entre especies de continentes separados. “Con esta obra queremos unir de forma metafórica la tierra a través de la música, pues es una necesidad vital para frenar la destrucción del planeta”, dice Cupeiro.