Se torna dificil el definir cuando pudo ser el punto culmen, artísticamente hablando, del grunge pues fue un movimiento, o más bien un paraguas musical de corto recorrido pero de gran repercusión que cobijó a multitud de artistas, bandas y estilos. Pero introduzcamos en el reproductor el VHS de esta historia y comencemos la cinta en el momento más original y crucial.
En 1991 salía un album que lo llegaría a modificar todo: un tal Nevermind de unos tales Nirvana que repentinamente, y sin aviso de tsunami previo, causaba un profundo efecto sísmico en la cultura pop con un preciso artefacto musical lleno de rabia juvenil, volumen atronador y esencia depresiva. Era una tormenta perfecta en forma de vinilo que, de alguna manera entre sus surcos, captó la esencia del momento y que 32 años después aún sigue sonando con una potencia inusual, que rompió con lo establecido y que, para colmo, estaba repleto de singles incontestables como Lithium, Come as you are, In Bloom, Drain you y por supuesto el omnipresente himno generacional de los 90: Smells like teen spirit.
Tuvo tal repercusión y sonaba tan enérgico que en ese momento todo lo anterior daba la impresión de ser viejuno y prescindible, llegando a vender la cifra, ahora surrealista e inalcanzable, de 30 millones de discos en todo el planeta.
En este momento le damos al fast forward de la cinta y vemos que durante los dos años siguientes años (y que ya venía gestándose en la sombra desde finales de los 80) la avalancha de bandas maravillosas y sorprendentes que surgieron a lo largo y ancho de EE.UU. no parecía tener fin: Blind Melon, The Smashing Pumpkins, PJ Harvey, Primus, Morphine, Stone Temple Pilots, L7, Babes in Toyland, Hole, Dinosaur Jr, Cypress Hill, Afghan Wigs, The Black Crowes … la escena alternativa era un río imparable que se abría paso con una fuerza inusitada y que adelantaba por la derecha a los ‘dinosaurios’ de aquel momento: véase U2, Guns n Roses, Bon Jovi, Motley Crue, etc y a toda la escena Hard Rock de Los Angeles que parecía más preocupada por sus leggins coloridos, por tener los peinados bien cardados y por vivir el ‘rock n roll way of life’ de toda la vida de dios (y de dioses).
Después de ese corto espacio de tiempo, que para Nirvana, con todo el torbellino que vivieron pudiese contar fácilmente como si hubiese sido una década, llegó finalmente In Utero en septiembre de 1993 y que fue directamente al numero 1 del Billboard. Que tiempos aquellos. Parece ciencia ficción.
Era el álbum que por fin lograba definir con precisión cual era la verdadera naturaleza de la banda forjada a fuerza de un éxito arrollador y desorientativo y que ahora acaba de reeditarse en una edición Súper Deluxe que incluye un total de 72 temas, 53 de ellos inéditos entre los que se encuentran dos conciertos completos: en Los Angeles (1993) y el último concierto de la banda en Seattle (1994).
La buena noticia es que era un discazo como una catedral, bastante mas inaccesible y con menos canciones pegadizas que su predecesor pero el más crudo, libre y salvaje que habían confeccionado hasta la fecha, la crítica y público lo celebraron abiertamente y todo parecía miel sobre hojuelas en un época en que la que el rock volvía a ser noticia y elemento agitador de masas.
La mala noticia es que toda la aventura de la banda de Seattle no duraría mucho tiempo. De hecho, solo unos pocos meses, desgraciadamente un suspiro en la historia de la música pop reciente. Pero por fin Kurt Cobain estaba contento (o eso parecía), el disco se había grabado rápidamente y con una fluidez inusitada, y sin nada de la sobreproducción guitarrera y algo efectista de su predecesor Nevermind que tan poco había gustado al cantante en su momento.
El productor Steve Albini resume así aquellos días de tranquilidad artística: "Levantarse por la mañana, desayunar, trabajar, tocar música, prender fuego a Dave Grohl (por lo visto era todo un maestro prendiendo ventosidades), volver a casa para cenar y acabar el dia viendo vídeos de naturaleza".
Seattle, la cuna del grunge
Pero rebobinemos de nuevo el VHS de esta historia y situémonos al principio de la década en una lejana y fría ciudad llamada Seatlle, bastante alejada del circuito musical entonces y de donde surgió un sonido oscuro y enérgico que posteriormente daría la vuelta por todo el planeta.
Porque de manera parecida a lo que pasó en San Francisco durante el movimiento hippie, a partir de entonces, todas las miradas se posaron allí, en una serie de bandas que no daban importancia al look cuidado de los dioses del rock, que no pensaban tanto en el sexo y que tenían un discurso más emocional, transcendental y hasta depresivo. Su vestimenta desaliñada e improvisada, que posteriormente sería tendencia mundial y comercializada hasta la extenuación transmitía una autenticidad que llevaba tiempo sin disfrutarse desde finales de los 60.
De allí surgió el quinteto de oro más bello, depresivo y tristemente trágico que se recuerde en la historia reciente de la música rock, de ‘la zona cero’ del grunge salieron las principales bandas que encarnarían el grito rabioso de toda una generación: Pearl Jam, Soundgarden, Alice in chains, Screaming Trees y por supuesto los totémicos Nirvana.
Eran bandas impresionantes y poderosas que todavía sacuden la memoria y el cuerpo del que escribe ésto, escuchar a Pearl Jam en esa época era muy similar a ver a los Chicago Bulls de Michael Jordan (que justo en ese año ganaban su tercer anillo consecutivo en la primera era dorada) contundentes, implacables con una pegada y un groove que no poseía ninguna de las bandas a su alrededor. Soundgarden y Alice in Chains conseguían que el rock duro y oscuro fuese mas complejo y liberador de lo que lo había sido anteriormente con unos estribillos memorables y unas composiciones sólidamente complejas.
Screaming Trees fue quizá la que menos impacto tuvo a nivel comercial pero fueron sin duda una de las bandas mas memorables de los 90 con algunos de sus mágicos discos y que posteriormente Mark Lanegan continuaría en solitario manteniendo ese grito profundo y desesperado hasta su reciente desaparición. Porque, y este es el lado mas triste de esta historia, cuatro de sus vocalistas se quitarían la vida antes de tiempo con el paso de los años en una terrible profecía que de alguna manera ya anticipaban los textos de sus canciones, pero que afortunadamente forman parte de un legado musical imborrable y eterno.
De los cinco cantantes de ese poker depresivo e introspectivo solo queda Eddie Vedder (curiosamente el único no nacido en el estado de Washington) el más vitalista más y luminoso de sus compañeros de generación y que sigue liderando a Pearl Jam junto a su carrera en solitario con una gestión artística y humana que ralla en la perfección.
Hay que recordar que curiosamente durante ese tiempo entre las bandas que conformaban el amplio abanico de la música alternativa no solía sentar nada bien que se usase el término grunge porque debido a su naturaleza musical multiforme sentían que se les estaba limitando artísticamente, cuando lo que buscaban la mayoría era precisamente lo contrario en aquella época de estilos abiertos y discos inclasificables. De alguna manera se cumplía la máxima de Groucho Marx que popularizó Woody Allen al principio de su obra maestra Annie Hall: ‘Jamás pertenecería a un club que tuviese a alguien como yo de socio’.
La paradoja independiente del año 1993 también alumbraba la salida de una incipiente Bjork que se desligaba de sus sugarcubes y sentaba las bases de su estilo electrónico pop con su primer LP en solitario Debut, así como Jeff Tweedy que posteriormente fundaría Wilco y que se estrenaba con su primera banda Uncle Tupelo.
En ese mítico año también sacaron su primer album unos chavales intelectuales provenientes de Oxford ligeramente inquietos y también algo depresivos y ruidosos que construyeron el himno por excelencia de los inadaptados: Creep. Eran por supuesto Radiohead, bueno todavía no eran ellos mismos del todo porque su excelente transformación y posterior evolución musical os convertiría en el resto de década en la banda más importante y fundamental para entender el cambio de siglo con los discos fundacionales Ok Computer y Kid A.
Y si adelantamos un poco la cinta de nuevo, nos situamos al año siguiente cuando Nirvana vino a actuar al pabellón deportivo del Real Madríd presentando su flamante y generacional In Utero y con Buzzcocks de teloneros. El que escribe esto tuvo la fortuna de estar allí y de disfrutar tan legendario concierto como se disfrutan las cosas a los 19 años, con un huracán de sentimientos, energía y emociones que te atraviesan. Además Nirvana ya no eran solo tres miembros, sino cuatro, pues contaban con Pat Smear, guitarrista de los Germs para la gira y que en el futuro se iría con Dave Grohl a los Foo Fighters.
Curiosamente era el mejor momento de Nirvana, cuatro músicos sobre el escenario, su mejor repertorio hasta la fecha y Kurt en más o menos buena forma. Desgraciadamente al mes siguiente el destino tenía guardada una sobredosis de barbitúricos en la ciudad de Roma que lo paró todo y 30 dias después el terrible momento de la escopeta. De alguna manera pareció que todo había sido un sueño maravilloso que había desembocado en una pesadilla terrible de la que todos queríamos despertar. Fue un impacto terrible y descoranozador. Nirvana desparecía provocando el mismo efecto sísmico, o incluso mayor que cuando irrumpieron en la escena musical mundial.