La pianista Hélène Grimaud impone su estilo de altos vuelos en el Auditorio Nacional
Bach, Beethoven y Brahms serán los protagonistas del concierto que la intérprete francesa dará dentro de Ibermúsica.
30 mayo, 2024 02:19En su bien surtida programación, Ibermúsica abre la puerta a la actuación de la pianista francesa Hélène Grimaud, una artista de suaves maneras, de toque alado pero consistente que se encuentra ahora mismo en plena madurez. Nacida en Aix-en-Provence en 1969, ha tenido una evolución lenta y serena. Es una artista culta y preparada, que busca lo intelectual antes que el pathos.
Hay en su pianismo, sin duda, líneas claras, emociones controladas, heroísmo más interior que exterior. Y un ataque a la tecla muy matizado, practicado con finura y sensibilidad. Esta artista, tan proclive al ensimismamiento, se presenta de nuevo ante nuestro público este jueves en el Auditorio Nacional con un programa de altos vuelos que le va como anillo al dedo y en el que podrá mostrar de nuevo esa “monumentalidad enteramente subordinada a la búsqueda del sentido”, como ha señalado el crítico Felix Müller.
La pianista fue aceptada en el Conservatorio de París a los 13 años y ganó el premio de interpretación tan solo tres cursos después. Fue alumna predilecta de dos grandes maestros como György Sándor y Leon Feisher. Su debut en Tokio en 1987 le abrió las puertas de la fama y de la Orquesta de París, en aquel momento dirigida por Daniel Barenboim.
Hay en el pianismo de Grimaud líneas claras, emociones controladas, heroísmo y un ataque a la tecla muy matizado, practicado con finura
Siempre se ha resaltado en ella su compromiso con las buenas causas y su entrega constante a la música. Es miembro de la organización Musicians for Human Rights, y defensora del medio ambiente y los animales en peligro de extinción.
En esta ocasión se la podrá admirar interpretando obras de Bach, Beethoven y Brahms, las famosas tres grandes B, que creemos serán expuestas con el mimo y elegancia tan habituales en ella, con unos planteamientos siempre nacidos del estudio y del buen gusto.
En ocasiones anteriores hemos detectado a veces en su juego leves roces, pequeños fallos que nunca oscurecen su equilibrio poético y que no ocultan la belleza y redondez del sonido.
A partir de estas premisas no hay duda de que nos hará disfrutar con la interpretación de la diáfana Sonata nº 30 op. 109 de Beethoven, que le va como anillo al dedo y que adquirió popularidad gracias a Clara Schumann. Se cierra con un sorprendente juego de variaciones en las que, según el compositor André Boucourechliev, “se nos presentan partículas elementales de un mundo sonoro nuevo que evolucionan como timbres alrededor de la línea del horizonte”.
Rasgos en los que habría de beber Brahms, de quien son los impresionantes Tres intermezzi op. 117 y las Fantasías op. 116, música bien destilada, de un romanticismo en sazón, cuajada de claroscuros y sutilezas. Como los que, a otra escala, fundamentan el contrapuntístico desarrollo de la versión de Ferruccio Busoni de la Chacona de la Partita nº 2 BWV 1004 de Bach. Composición que precisa de un virtuosismo fuera de norma y en la que el músico italiano aprovechó las posibilidades el piano moderno.