Paquito D'Rivera: "Echo de menos en Cuba todo lo que ha destruido el socialismo tropical"
El clarinetista y saxofonista de jazz inicia este sábado en Madrid una gira en la que celebrará 70 años de carrera y homenajeará a Chick Corea.
29 junio, 2024 01:46Es una auténtica leyenda del jazz latino. La trayectoria artística de Paquito D'Rivera escribe un capítulo entero del género. Afronta este sábado, desde el Festival Asisa de Villaviciosa de Odón, una gira "muy variada", tanto por el repertorio ecléctico que trae con su banda como por los diferentes músicos que le acompañarán en el escenario.
Sus comparecencias incluyen (Muestra de Jazz de Tortosa, Festival en el Lago de Atarfe, Festival de Jazz de Valencia, UniversiJazz de Valladolid, FiJazz de Alicante, Xabia Jazz, Museg de Segovia...) desde festivales de Jazz y música de cámara hasta conciertos sinfónicos y celebraciones diversas, entre ellas siete décadas sobre las tablas con la Sinfónica de Valencia dirigiendo el maestro Daniel Abad el 11 de Julio con Antonio Serrano y Juan Manuel Cañizares de solistas invitados.
Más tarde, con la ADDA Sinfónica, dirigida por Josep Vicent y el arreglista argentino Emilio Soya, saltará de Alicante a Eslovenia para realizar su particular homenaje a Chick Corea. El grueso de su banda pretoriana estará compuesto por los pianistas Pepe Rivero y Hernan Milla, el flautista Carlos Cano, el vibrafonista Sebastián Laverde, el bajista Gastón Joya, Georvis Pico a la batería, Ángela Cervantes voz, y el percusionista Yuvisney Aguiar.
Pregunta. ¿Qué compositores incluirá en el repertorio de esta gira?
Responder. Habrá desde canciones de Ernesto Lecuona, Dizzy Gillespie, Pepe Rivero y Chucho Valdés hasta piezas de Manuel de Falla, Ennio Morricone, Hubert de Blank, Chick Corea y composiciones propias.
El jazz tiene tanto que ver con el reguetón como la tauromaquia con la física cuántica
P. Repite en varios conciertos con Ángela Cervantes. ¿Cómo encaja en su música?
R. Ángela es una cantante muy versátil, con un sentido muy instrumental y jazzístico de la voz. Supe de ella por el pianista Pepe Rivero, a través de un hermoso CD que grabaron hace un par de años con música de la compositora portorriqueña Silvia Rexach y unos arreglos fenomenales del Pepe. Escuchando aquel disco y tras haber compartido muy brevemente el escenario con ella, nos hemos quedado con las ganas de hacer algo más “formal”, y ahora nos llega la ocasión.
P. ¿Qué vitalidad le ve al jazz latino? ¿Le afectan o compiten con él ritmos como el reguetón?
R. Ni siquiera sé cómo responder a esa pregunta. El Jazz tiene tanto que ver con el reguetón como la tauromaquia con la física cuántica. No creo que los aficionados al reguetón o a la 'Tauromaquiavelia' –como a mí me gusta llamarla–se sientan atraídos, rechazados o todo lo contrario por el jazz. Son mundos antagónicos.
P. ¿De qué forma ha conseguido amalgamar el jazz con la música clásica? ¿De qué forma son compatibles?
R. El gran Duke Ellington solía decir que solo hay dos tipos de música, la buena y “esa otra cosa”. Yo tuve la suerte de que mi padre, que era un saxofonista clásico, disfrutaba también a Ellington, Lester Young, Stan Getz, y esos eran los discos que ponía en casa junto a los de Weber, Brahms o Rodrigo. Y muchas veces tocabaa Mozart interpretado por Benny Goodman.
P. Ha conocido y tocado con grandes del jazz como Dizzy Gillespie, Arturo Sandoval. Michel Camilo, Chucho y Bebo Valdés… ¿qué le han aportado?
R. Me brindaron el placer no solo de compartir el escenario, sino de escucharlos tocar sus instrumentos cerca de mí.
P. Su libro de memorias Mi Vida Saxual está cargado de anécdotas. Cuéntenos alguna jugosa reciente.
R. En ese libro del que habla menciono a nuestra amada Celia Cruz, quien deseaba ser recordada con la misma alegría que la caracterizó. Y como los deseos de los difuntos deben ser respetados, ahí va esta anécdota tan divertida: cuentan que al final de una de sus muchas actuaciones en Colombia, Celia Cruz bajaba extenuada de la tarima al aire libre cuando tras la valla policial que dividía el campo, un fan muy pero muy borracho y sudando a borbotones le gritaba: "Celia, Celia, ven y déjame darte un beso mi reina..., a lo que la cantante, con su eterna sonrisa le contestó abriendo los brazos: qué va mi negro, que ahora ando de prisa. ¡Mira, dale ese beso a mi esposo Pedro que viene allá atrás de mí!”
P. En su novela ¡Oh La Habana!, aborda la edad dorada del jazz de los años 40 y 50 en Cuba. ¿Echa de menos una época similar en estos momentos? ¿Cree que podría repetirse?
R. Cuando me preguntan si echo de menos Cuba, siempre respondo que extraño todo lo que durante 65 años de socialismo tropical han destruido metro por metro. Regresar sería parecido a desenterrar a mi querido abuelo, que seguramente lo que quede de él no se parecerá en nada al que yo conocí y adoré en vida. Ninguna época puede repetirse. Es como un huevo roto que ya jamás puede cerrarse, y lo que se rompió allí fue la historia misma, tratando de borrar el pasado, separándonos de quienes pasaron antes que nosotros por aquella tierra que a pesar de todo fue tan alegre y hermosa.
P. ¿Cómo ve en estos momentos Cuba desde la distancia de New Jersey?
R. Un verdadero desastre que no por predecible y esperado es menos triste. Y ver –como diría Gina Montaner– que todavía queden “turistas de revoluciones ajenas” defendiendo lo indefendible es más bien risible, cuando no indignante.
P. ¿Qué saxofonistas le llaman la atención en estos momentos?
R. Como contestó cierta vez Ron Carter, a mí me llama la atención cualquiera que toque bien, y yo agrego que si algunas veces encuentro alguien que toca realmente fatal, también me interesa, como elemento jocoso. Pero para ser más específico, de los saxofonistas españoles, el valenciano Perico Sambeat y el cubano-americano-madrileño Bobby Martínez están entre mis favoritos.
P. ¿Hay relevo en este instrumento?
R. Yo nunca he visto el arte de los sonidos como un fenómeno deportivo ni de competencia, aunque hay por ahí gente que ven la música como un match de boxeo, que en vez de tocar 'con', tocan 'contra' los otros músicos. Pero para mí, como diría el doctor Ramón Grau San Martín, “aquí hay dulces para todos” y cada cual debe contribuir al objetivo final, que es la música. El ego exacerbado no ayuda.