"¿Qué ha sido del rock en España? ¿Ha desaparecido como los medios generalistas certifican? ¿Se diluyó como mensaje contestatario con la irrupción del rap? ¿Ha pasado de moda? ¿La pandemia le ha dado la puntilla? ¿Tiene futuro?". Estas son las preguntas que se hace el periodista musical Rubén González al comienzo de su ambicioso libro Piedra contra tijera (editorial La Oveja Roja). No obstante, "las respuestas tendrás que descubrirlas tú, amigo lector/a, aunque en este libro hay notables pistas", advierte.
En estas 500 páginas rebosantes de información, González acomete la titánica tarea de contar en un solo volumen la historia del rock español en las últimas tres décadas, exactamente entre 1991 ("el último Gran Año Cero del rock" a nivel internacional) y 2021.
Obra de consulta imprescindible para musicólogos, melómanos o simplemente cualquier persona interesada en la historia cultural reciente de nuestro país, por el libro desfilan no solo las bandas y solistas más importantes de estos 30 años, sino una innumerable lista de proyectos musicales que no han tenido hasta ahora ningún cronista que contara su historia.
Demostrando su enciclopédico conocimiento de la materia, Rubén González teje una tupida red de conexiones entre estilos, bandas, músicos, productores, sellos discográficos, festivales, salas de conciertos, tendencias importadas y hallazgos autóctonos.
Un primer capítulo de contexto y antecedentes describe qué estaba sucediendo musicalmente dentro y fuera de nuestras fronteras a finales de los 80 y relata el fin de la Movida madrileña y su "hermana pequeña", la Movida viguesa. Después de aquello, "de 1991 a 1996 vamos a vivir unos años de transición en los que apenas se admitirán bandas noveles de rock en el gran mercado. Sí va a haber espacio en cambio para que la nueva generación de 1992 nazca mirando fuera de nuestras fronteras, buscando su hueco en un underground que por otra parte disfrutará de unos años mágicos. Va a ser la simiente para que el nuevo rock urbano, el rock alternativo o el indie den sus primeros pasos reconfigurando el panorama musical".
La deuda con Rosendo y el 'boom' de Extremoduro
Son los años del auge del rock urbano, con Extremoduro —la banda que "representó al máximo los cambios en el rock de la época"—, Platero y Tú, Reincidentes, Porretas y Boikot, todos ellos "hijos musicales de la larga lista que Rosendo ha tenido el honor de dar a la música española". De hecho, en 1997 se salda la deuda que todos ellos tenían con él, con el disco Agradecidos... Rosendo, en el que participaron otras bandas como Barricada, Los Enemigos y Ska-P.
Para el autor, Rosendo Mercado "es el artista más influyente de la música española contemporánea. No en términos de fama o público, ni dictando tendencias, sino como portador del estilo y la actitud que ha hecho que más chavales hayan decidido colgarse una guitarra y montar una banda".
Aquel disco de homenaje dio carta de naturaleza al rock urbano como "el rock'n'roll autóctono hecho en España, frente a las escenas de los 60 y 80 que habían pecado de una excesiva mimetización de lo de fuera", señala González.
Mientras tanto, en las filas del rock alternativo militaban, por su parte, Los Enemigos, Sex Museum, Señor No o Nuevo Catecismo Católico y otra larga lista de bandas enumeradas en las páginas de Piedra contra tijera, donde González explica la importancia del barrio madrileño de Malasaña como eje vertebrador de esta corriente.
Los Planetas, la gran banda del indie español
Los primeros pasos del indie-noise, a caballo entre el rock y el pop, llegan a España a raíz de la primera visita de Sonic Youth a España en 1988. Toda una generación de jóvenes se inspiró en ellos para dedicarse a la música "con un amateurismo militante" y un rechazo hacia la música española que se hacía entonces. "Su mentalidad elitista concebía su música solo para iniciados, un sonido de atmósferas siderales con muchas capas de saturación, delays y reverbs que enmarañaron melodías poco consistentes para ocultar que no sabían tocar, algo que llevaron a gala. Una renovada anglofilia llevará la voz a un segundo plano (a menudo ininteligible) cantando en inglés".
En aquella corriente se inscriben bandas como Cancer Moon, Penelope Trip, Los Bichos, Surfin' Bichos o Australian Blonde —responsables del primer gran éxito comercial de aquella primera oleada indie, Chup Chup, que apareció en un anuncio de Pepsi y en la película Historias del Kronen—.
De todas las bandas que formaron parte de aquel movimiento, "más lejos que ninguna voló Los Planetas, la gran banda del indie español, al lograr aunar la esencia y el éxito del noise-rock. Tuvo muy claro que quería labrarse una gran carrera y erigirse como referente, algo chocante en un entorno en donde muchas otras no querían ni siquiera tener proyección de futuro". Fue, paradójicamente, de las pocas que eligió el castellano como idioma para unas canciones que relataban "historias cotidianas perfectas".
Piedra contra tijera es un libro muy político desde el propio título (la piedra es el rock y la tijera la censura y la falta de apoyo institucional), y precisamente González critica al indie su falta de significación política: "Fue una generación al margen de lo social, por lo que algunos los llamarían después los hijos del aznarismo".
En apartados sucesivos del libro desfilan otras corrientes como el rap y el metal y bandas como Negu Gorriak, Def Con Dos, Hamlet, Soziedad Alkoholika, El Fantástico Hombre Bala y, por supuesto, Dover, "el último coletazo del primer indie" y "la banda de rock salida de una independiente que más éxito ha cosechado en España". González cuenta la historia de su meteórico ascenso —vendió nada menos que 600.000 copias de su Devil Came To Me (1997)— y la de su suicidio musical tras pasarse al dance-rock y después con un extraño disco de estilo africano, lo cual decepcionó profundamente a sus seguidores.
Rubén González también sitúa a mediados de los 90 el nacimiento de la industria musical tal como la conocemos. “La revolución musical fue de tal calado que las estructuras que hoy la conforman son en su práctica totalidad herederas de la explosión febril que vivió España con los cambios del 92”.
También explica los movimientos de las discográficas en su búsqueda de nuevos talentos, el surgimiento del circuito de festivales, con pioneros como el Espárrago Rock, Doctor Music Festival o Festimad, la evolución de la prensa musical, el declive de los programas de TV dedicados a la música y la evolución de la tecnología, con los cambios de soporte —del vinilo al CD y de este al MP3— y el auge de Internet con su espada de doble filo: mayor accesibilidad para el público, pero también auge de la piratería.
Gigantes al margen de modas
Entre los artistas más importantes del rock español en estos treinta años, González destaca también, como no podía ser de otro modo, a Héroes del Silencio, una banda que "sostuvo el cetro con mano firme" hasta su disolución en 1996. "España pronto se le quedó pequeña al cuarteto, que hizo de la carretera su modo de vida llevando su música por Europa, Latinoamérica o EE. UU.. [...] Su música completamente personal y absolutamente internacional llevó al grupo a vender 6 millones de discos en 40 países, algo que en el género prácticamente nadie más volvería a lograr".
Solo una banda de rock española ha alcanzado después un éxito internacional similar al de Héroes del Silencio: Mägo de Oz. "A pesar de que España había cambiado radicalmente tras los embates sonoros alternativos de 1991, quien asalta el Olimpo en cuanto a ventas a partir del año 2000 es Mägo de Oz, un grupo clásico de heavy metal que se va a convertir en el más grande del rock español de todo el siglo XXI", afirma el periodista musical.
"Junto a Mägo de Oz, es el "Big Four" powermetalero patrio —compuesto por Saratoga, Avalanch, Tierra Santa y Lujuria— quien va a marcar las directrices al publicar los discos más emblemáticos de la época". A estas cuatro bandas hay que sumar a Warcry, surgida de la escisión de Avalanch.
Otro roquero español de altura (figurada y literalmente, con su 1,95 m de estatura) es Loquillo, una estrella atemporal que ha sabido reinventarse a lo largo de los años. Aunque nunca ha dejado de estar de moda, con un tour perenne comparable al de Bob Dylan, González señala que no ha llegado a generar escuela porque su personalidad es tan abrumadora que resulta difícil que ningún discípulo crezca bajo su alargada sombra.
Por su parte, Medina Azahara "es de largo la leyenda más fructífera de nuestro rock si excluimos a Loquillo, con 20 discos en 40 años", señala el autor del libro.
El indie toma las riendas
En 2008 comienza la segunda oleada indie. En ese año, “una generación de artistas comandados por Vetusta Morla, Russian Red y Lori Meyers, con una actitud bastante escéptica respecto al negocio imperante, asalta la industria con una frescura y renovada juventud que [harán temblar] los cimientos de la misma”.
Una corriente liderada también por Sidonie, Love of Lesbian o Deluxe, “herederas naturales del pop alternativo de los 90”. Cabe incluir también “el sonido de autor” de Christina Rosenvinge y Nacho Vegas, e incluso “el mainstream de Amaral o Iván Ferreiro”. Todas estas bandas y solistas “se encargarán de pilotar el viaje del indie al centro de la industria comercial con grandes canciones perdurables en el tiempo”.
En estas páginas cita a otras bandas como Standstill, The Sunday Drivers, Hola a Todo el Mundo, McEnroe, Dorian, Cycle, Delorean, We Are Standard, Fuel Fandango, Pony Bravo, Amparo Sánchez, Depedro, Arizona Baby, L.A., Julián Maeso, La M.O.D.A., Idealipsticks, Dinero, Layabouts; el protagonismo de las voces femeninas con Tulsa, Anni B Sweet, Maika Makovski y Zahara; el post-rock y el rock experimental de Triángulo de Amor Bizarro, Nudozurdo, Toundra y León Benavente, entre muchas otras.
También dedica algunas páginas a describir las escenas locales de Vigo, Granada y Zaragoza, y el “neocatalanismo” de Antònia Font, Manel y Mishima. Además, describe cómo el indie se convierte en el nuevo mainstream con bandas como Miss Caffeina, Supersubmarina o Izal, y, cómo no, la nueva mirada hacia nuestro folklore, con artistas como Refree, Sílvia Pérez Cruz, Niño de Elche o Rosalía.
Y, en ese contexto, ¿dónde quedan las guitarras? En bandas como Novedades Carminha, “con el mismo deje vacilón y guitarras punk-nuevaoleras de Siniestro Total”; Carolina Durante, que “protagonizaría una de las más potentes entradas de 2018 gracias a una parodia del pijerío conservador”. También en una nueva corriente que “aún da esperanzas al rock retro”, en la que sobresalen Los Estanques y, sobre todo, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, “facturando desde Sevilla un sonido llamado kinkidelia por el que evoca a unos Triana pasados de ácido y psicodelia”.
También destaca González a las Hinds, ese “jovencísimo cuarteto femenino [que] se ganó excelentes reseñas de la prensa internacional a pesar de su amateurismo, ante el desconocimiento de público y prensa local”.
Podríamos seguir tirando del kilométrico hilo de menciones y relaciones que González plantea en su libro, pero lo mejor es sumergirse en su lectura sin prisas, a ser posible escuchando cada canción, cada disco y cada banda referenciados en sus páginas. Y maravillarse ante la rica y poco contada historia reciente de nuestro rock, ese género que tantas veces han declarado muerto pero que, como dice el autor en el epílogo, “está muy vivo y le queda mucho por delante”.