La fe mueve montañas y parece que la nostalgia también. Las innumerables plegarias de los fans de Oasis, la banda británica más icónica de la década de los 90, han sido atendidas. Tras varios días de rumores, los hermanos Gallagher han confirmado en redes sociales su regreso a los escenarios el próximo verano. Lo harán con cuatro conciertos en Wembley en 2025, cuatro en el Heaton Park de Mánchester, dos en Edimburgo, dos en Cardiff y otros dos conciertos en Dublín. Las entradas saldrán a la venta el próximo 31 de agosto.
Este anuncio termina de una vez con la rumorología y el misterio que durante 15 años ha rodeado a la banda. La industria, los fans, incluso ellos mismos especulaban continuamente con una posible reconciliación. En 2023, Damon Albarn, líder de Blur, banda archienemiga de Oasis, decía a The Sun: "Puedo garantizar que van a hacer las paces. De hecho, he apostado dinero por ello. Lo único gracioso es que nuestras dos noches en Wembley se verán empequeñecidas por sus SIETE!".
Finalmente, serán solo cuatro conciertos y no diez, como apuntaba esta semana los medios británicos, en el estadio londinense. También se especulaba que la banda, que solo contará con los Gallagher como miembros originales, podría encabezar el cartel del mítico festival Glastonbury, donde tocaron por última vez en 2004, pero ese rumor ya ha sido desmentido por la banda.
Se separaron el 28 de agosto de 2009, —han decidido confirmar su vuelta casi el mismo día quince años después—, pero llevan enfadados toda la vida, siempre como el perro y el gato. Liam es el perro que solo quiere jugar y que le quieran, y Noel el gato pasota al que le importa más su propio pellejo. "Sé que soy un bastardo", reconoció Noel en el documental sobre la banda Supersonic (2016).
Porque mientras que Liam siempre estaba dispuesto a poner la otra mejilla, —“Nunca debimos habernos separado, pero lo hicimos, y aquí es donde estamos. Me encantaría que Oasis volviera a juntarse. Si pasa, pasa. Aunque estoy bastante feliz haciendo mi carrera en solitario”, señaló en una entrevista en The Times en 2022 sobre su banda Beady Eye (2009)—, Noel, que formó un año después Noel Gallagher's High Flying Birds (2010), siempre puso distancias entre ambos.
Era tal la expectación que nadie parece reprocharles que quizá hayan hecho las paces en un par de telefonazos y a base de talonario —según The Sun la gira generará 400 millones de libras, algo más de 472 millones de euros—, sino que la gente en redes bromea sobre hipotecar su casa y desempolvar la parka, esa que Liam siempre lleva haga o no 40 grados, para poder ver otra vez a los Gallagher juntos, como hermanos. También sobre si la pareja llegará viva al último Wembley o si se matarán en el camino.
Es probable que el tiempo y la edad también hayan fagocitado este alto al fuego. En la misma entrevista para The Times, Liam aseguró que la última vez que había hablado con su hermano le había visto como "una persona diferente”, "como si hubiera sido secuestrado”. En 2023, saltó a la prensa rosa que Noel iba a enfrentarse a un divorcio millonario con Sara MacDonald, tras 22 años de matrimonio.
Además, a pesar de que Liam ha demostrado que sigue en buena forma —solo hace unos meses lanzó un nuevo disco junto al guitarrista de Stone Roses, John Squire—, también se ha sincerado sobre cómo sus problemas de salud, en concreto la enfermedad autoinmune de Hashimoto, habían acabado con sus días de sexo, drogas y rock'n'roll.
De ahí que se rumoree que las crisis conyugales (y monetarias) de uno y las de salud del otro podrían haber contribuido a que ambos dejen de lado sus diferencias y se plieguen ante las súplicas de sus queridos fans, los únicos ante los que siempre se han mostrado agradecidos. "Ambos saben que es ahora o nunca. Saben que esta reunión pasará a la historia de la música", recoge The Sun.
Lo hacen justo a tiempo para celebrar los 30 años de Definitely Maybe (1994), su primer álbum y el que les catapultó a la fama, con una gira que celebrará también tres décadas de su segundo álbum (What's the Story) Morning Glory? (1995), y que no se prevé que esté falta de polémica.
Al fin y al cabo, los hermanos Gallagher, que mantienen una de las relaciones cainitas más famosas de la historia de la música, siempre han sido los niñatos más arrogantes de la industria. Sobre todo, porque empezaron en ella cuando no eran más que unos chiquillos de los suburbios.
Liam seguía yendo al colegio cuando (literalmente) le metieron la música a martillazos en una pelea. Tras años de desidia por todo lo que no fuese el Manchester City, algo hizo clic en su cabeza. Empezó a escuchar música compulsivamente y se obsesionó tanto con estar en una banda que fundó la suya propia: The Rain, junto con Tony McCarroll, Paul Arthurs y Chris Hutton.
Noel dice que fue su padre el que "le metió el talento a hostias". Siempre metido en su mundo, en su cuarto compartido, empezó a tocar la guitarra. Tras ser expulsado varias veces de la escuela y empezar a trabajar como peón de obra, se le cruzó la oportunidad de ser el pipa de la banda mancuniana Inspiral Carpets. Con ellos, Noel empezó a curtirse en la industria musical y se metió de lleno en la escena de Madchester, en su punto álgido con bandas como The Stones Roses o Happy Mondays, y del que germinó el britpop.
Este subgénero, que nació en la década de los 90 como respuesta al grunge de Seattle, buscaba "hacer grande a Reino Unido otra vez", y de ahí nació la Cool Britannia. Aunque algunos de los grupos adscritos al género, como Oasis o Blur, han renegado de él en los últimos años, "es demasiado tonto", todos consiguieron dotar de color y esplendor cultural al país tras los grises años del thatcherismo.
Solo se llevaban cinco años, pero cuando Noel volvió de gira y se topó con que su hermano pequeño había empezado un grupo sin él, y que encima sonaba bien, decidió ejercer de hermano mayor y tomar la delantera. Ocupó el puesto de letrista oficial, y aunque relegó el papel de frontman y vocalista en Liam— al que se le ocurrió el nombre de la banda tras ver que hasta el Kebab de su barrio se llamaba Oasis—, siempre intentó dejar claro que todos en la banda, incluido su hermano, eran prescindibles, excepto él.
Al nivel de The Beatles
"Tuvimos la misma infancia, no sé por qué éramos tan diferentes", reconoce Noel en el documental. Una infancia marcada por un padre ausente y maltratador, de la que surgieron dos personalidades muy distintas: Liam, todo rabia y vísceras, y Noel introspección y control. Liam quería matar a su padre, Noel decidió que no iba a escribir ni una sola letra sobre él, no le daría ese gusto. Eso sí, en arrogancia siempre han ido bien surtidos los dos.
Cuando empezaron, en 1993, tenían muy claro que su objetivo era echar a patadas a Phill Collins de las listas de éxitos. Para ello, se subieron a una caravana y fueron hasta Glasgow para dar su primer bolo, al que acudieron solo un par de colgados. Alan McGee, fundador de Creation Records y uno de los productores más importantes de la escena indie británica, fue uno de ellos. Había acabado allí casi de casualidad, pero tras ver los únicos 20 minutos que les dieron a Oasis para tocar, supo que tenía que ficharlos.
Después de ese primer golpe de suerte, todo fue muy rápido. En 1994, y tras numerosas complicaciones para parir un primer álbum que se resistía a salir, nació Definitely Maybe. En tres días, con varias intentonas, una decepción inicial tremenda por parte de la discográfica e himnos (como Supersonic) que salieron de la cabeza de Noel en cuestión de minutos mientras comía fish and chips. "Lo mejor de Oasis ha sido haber grabado ese disco", aseguran los músicos en el documental.
Doce canciones sobre estar vivo y pasarlo bien, pero también sobre estar triste, aunque sabiendo que las cosas pueden ir a mejor. Hicieron una gira por Japón —"Es la primera vez que monto en avión", dice ilusionado un naif Liam de 21 años en el documental—, y después por Los Ángeles, un hueso duro y demasiado soleado de roer. Pero poco a poco, el fenómeno que salió de una fábrica de ladrillo, acabó dando la vuelta al mundo.
Con Definitely Maybe, los Gallagher se volvieron intocables, fue el álbum más vendido de la década y ellos "uno de los grupos más grandes desde The Beatles", anunciaba la prensa. Pero seguían siendo unos críos, y pronto se convirtieron en los enfants terribles de la música británica.
Destrozaban los hoteles, desafiaban a los periodistas y enfadaban al Gobierno asegurando que "las drogas son como tomar el té". Parecía que todo les daba igual, pero en realidad, ellos querían seguir la estela de los legendarios músicos del rock, y eso solo se conseguía no callándose nunca la boca.
A medida que Oasis dejaba de ser un espejismo juvenil, un sueño de niños, y cobraba vida propia, las peleas y los duelos de egos se acrecentaron. Se quitaban mutuamente el protagonismo, discutían en el escenario e incluso se llegaron a tirar los instrumentos a la cabeza. Liam quería seguir siendo un hooligan de la música y Noel, a pesar de que seguía toreando a todos con su soberbia, sabía que ahora estaban en manos de una industria y tenían que comportarse como tal.
Realmente no se separaron ni por esto, ni por aquello, fue una acumulación de luchas y traumas infantiles que surgen cuando te obligan a compartir durante años habitación. Se comunicaban por telepatía, se odiaban por telepatía. Es muy probable que aún la mantengan, intacta a pesar del paso del tiempo. "No éramos los mejores en nada, pero juntos teníamos una química entre el grupo y el público, algo magnético". Por eso, consiguieron hacerse un nombre, después un mito y ahora una leyenda.