Se podría hablar de poemas sinfónicos en miniatura, pero más exacto sería definir estas páginas como doce acuarelas orquestales. Y es que el británico John Barry ha sido uno de los maestros absolutos de las bandas sonoras de películas, con una evolución singular, que le llevó desde las martilleantes, y espléndidas, músicas de los primeros films de James Bond hasta las introspectivas y abiertamente líricas partituras para "Memorias de áfrica" o "Bai- lando con lobos". A través de las pequeñas composiciones recogidas en esta grabación, evoca sus días de estudiante en el norte de Inglaterra, en York o Minster, pasando a otra visión marina más actual, su residencia en Oyster Bay, Long Island, al otro lado del Atlántico. Hombre fílmico capaz de concitar grandes orquestas y masas corales -pensemos en su magistral "El león en invierno"-, se ciñe voluntariamente al ámbito de la orquesta de cámara para estas sutiles añoranzas sonoras de ese "más allá de las cosas", en donde su "Nocturno de Nueva York" o "El día que la tierra quedó en silencio" signan el mejor arte intimista de un músico "alejado del mundanal ruido".