Orpheus Chamber Orchestra. Deutsche Grammophon 459 644-2
Lo único malo que tiene el Stravinski neoclásico es que despierta controversia estilística y, entonces, entre argumentos blandos y afiliaciones fuertes, el oyente se despista y suele perder la ocasión de disfrutar una música que es esencialmente disfrutable. Si dejamos de lado la batallita del estilo, y si le descolgamos a este Stravinski neoclásico bobos sambenitos, se abre ante nosotros un hondo pozo de placeres. Distingamos dos tipos: los placeres sordos y los musicales. En "Orfeo" triunfa el gozo del sonido. Cada acorde, cada gesto orquestal, cada sonido aislado es una pequeña gema que solaza el oído y le hace sonreir. Eso en cuanto al placer sonoro. El otro, el placer musical, aparece en cuanto oímos los sonidos juntos en lugar de aislados. Pocos gozos comparables al de acompañar a Stravinski en sus juegos musicales. Síganle en este "Orfeo", que suena a umbrías griegas y a edad dorada. La Orquesta de Cámara Orpheus está fantástica. Trabajan sin director, o sea, juegan en corro, cada cual tan atento a su juego como pendiente del de los demás.