Sergiu Celibidache. Obras de Debussy y Ravel. Sinfónica de la Radio de Stuttgart.
Todo ello aparece sin duda ejemplificado en estos cuatro discos. Los tres primeros contienen los tres Nocturnos, El mar e Iberia de Debussy, Alborada del gracioso, Rapsodia española, Dafnis y Cloe, Le tombeau de Couperin y La Valse de Ravel. El cuarto incluye un ensayo del primer movimiento de La Mer, cuya audición -es lástima que no venga traducción- nos explica en parte los pasmosos resultados. La lenta introducción en si menor es desbrozada ante nuestros oídos con una paciencia infinita (de los músicos y de la batuta).
La valse pocas veces ha tenido este sentido orgiástico de la danza y esa dimensión enigmática, nacida ya en los primeros compases con sordina. ¡Y qué decir del sabor abigarrado y de la nocturna poesía de la Rapsodia -cuyo último movimiento fue auténticamente bailado por el músico durante un concierto con la Nacional en Madrid a principios de los 70-, o del sublime y proverbial crescendo del comienzo de la segunda suite de Dafnis! Por no hablar de la delicadeza transparente del tercer Nocturno, donde las voces femeninas de la SWR parecen descendidas de algún lejano paraíso.
La orquesta de la emisora alemana no es de las más virtuosas, pero, impulsada por tan sabia batuta, se nos antoja la más flexible, elegante, muelle y sensual de las agrupaciones mediterráneas.