E. Wolf-Ferrari: Sly.
No es una ópera cómica al estilo de otras de su autor, aunque su argumento lo pueda parecer: una broma pesada que un noble le gasta a Sly, haciéndole creer que puede aspirar a la mano de una joven aristócrata, y que acaba con el suicidio del protagonista, al no poder soportar la vuelta a su auténtico "yo".
La versión proviene de una de las esporádicas resurecciones que tuvo la obra en los 80. Por entonces, Deborah Polaski no era aún una soprano conocida, pero ya daba muestras de su talla en el repertorio dramático. El tenor Hans-Dieter Bader se mostraba valiente y más que válido. La dirección de Maxym es muy vibrante.