Giacomo Puccini: Manon Lescaut. Maria Guleghina, José Cura, Lucio Gallo. Orquesta y Coro de la Scala de Milán.
María Guleghina, a quien no se ha tenido ocasión de ver en Madrid pero sí en Sevilla, es una de las sopranos más interesantes de hoy. La voz, de lírico casi spinta, no tiene una especial belleza pero sí personalidad. Su caso, al menos discográficamente, es parecido al de Zeani o Kabaivanska en el pasado reciente, sopranos cuyo rasgo más destacado era el dramatismo de sus interpretaciones. Guleghina se halla en esa línea tan poco frecuente en nuestro tiempo. Por eso resulta un placer vibrar con la dramática Sola, perduta, abbandonata o la sentida In quelle trine morbide.
El papel de Des Grieux es, si cabe, vocalmente más difícil que el de Otello, debido a su central y tensa tesitura. Por eso Domingo, por poner un ejemplo, la retiró de su repertorio mientras siguió cantando al moro. Eel timbre de Cura es atractivo, varonil, caliente. Los que asistieron a las representaciones de esta grabación cuentan que apenas se le oía en la sala. Tampoco ello es raro en la Scala. El caso es que como en disco se hacen milagros y cualquier balance es posible, en la grabación se le escucha y bien. Incluso con matizaciones poco habituales como Pazzo son, en un tempo lento pero de gran comunicatividad. Gallo resulta un correcto Lescaut pero falto de carácter.
Muti supone una gran baza. Momentos como el final del acto III son emocionantes, con unos efectivos ritardandi. La versión es globalmente buena, pero la competencia de Callas-Di Stefano, Albanese-Bjoerling o Caballé-Domingo es aún muy fuerte.