Igor Stravinski: Petrouchka. El canto del ruiseñor.
Los variopintos cuadros se nos ofrecen muy vívidamente. Puede que a la interpretación le falte ese toque pueblerino, rústico, ferial, que le dan otros -Temirkanov, Ancerl- o no posea en igual medida el cálido tono narrativo de Ansermet o la dureza espartana de Boulez, por citar algunas de las versiones discográficas de referencia. Pero la claridad de texturas, de voces y la intencionalidad del fraseo sitúan a la de Maazel en un buen puesto. Máxime cuando está magníficamente grabada y cuando va acompañada por recreaciones igualmente valiosas de la suite de la primeriza La canción del ruiseñor -de la que no hay demasiada representación en CD- y de la breve Fuegos de artificio.