Las Nueve sinfonías
Ludwig van Beethoven
6 diciembre, 2000 01:00Estamos ante una de las verdades profundas del arte de la interpretación, un monumento que la relativa calidad sonora no puede disimular. La comprensión dramática que tenía el director alemán de estas partituras, a cuyos entresijos llegaba muchas veces por el camino de la milagrosa intuición, era impresionante. Nada que haya venido después -y hay otras muchas recreaciones realmente valiosas-puede igualársele. Nos parece que no hay otra forma más lógica de exponer los pentagramas.
El nivel baja un poco en la Sinfonía nº 2, grabada en vivo en Londres en 1948: la toma es muy mala y no nos deja participar del todo en el discurso. La Octava, registrada en Estocolmo con la Filarmónica de esta ciudad y en el mismo año, suena algo mejor y es ampliamente disfrutable por su nervioso y hasta gracioso dibujo. De todas las demás, incluidas la definitiva y trágica Quinta, realmente única, es de especial relieve la famosa y mágica Novena de Bayreuth, 1951. Pese a algunos moros de ejecución, se trata de una interpretación de una emotividad y de un apasionamiento, de una fuerza y de una cantabilidad -en ese eterno Adagio- que no son de este mundo.