Benjamin Britten: Suites para violonchelo
Esta interpretación de las tres muy difíciles, contrastadas, desoladas Sonatas de Britten, escritas precisamente para Rostropovich en 1964, 1967 y 1971 -dentro de un proyecto bachiano de 6 que la muerte truncó-, es realmente notable; no ya por esa belleza y amplitud sonoras que Mork extrae de su soberbio Montagnana de 1723, sino por el alarde de concentración, el despliegue técnico, el control de arco y el juego de intensida des; todas cualidades básicas para redondear un trabajo que revela el sabor ancestral de estas piezas deudoras de Bach y de músicos como Reger, Hindemith o Bloch. Se sitúa a la cabeza de una discografía ni especialmente numerosa ni singularmente brillante, en la que destacan las Sonatas 1 y 2 por Rostropovich.