W. A. Mozart: Cuartetos nº 16, 17, 20 y 21. A. DVORAK: Cuartetos nº 10 y 14. Cuarteto Alban Berg.
Reencontramos las tradicionales virtudes de esta formación vienesa, creada en 1971 y que estos días hemos podido de nuevo saborear en directo durante su actuación madrileña para el Liceo de Cámara: sonoridad densa, rotunda, algo agreste, equilibrio modélico entre voces, relieve polifónico extraordinario, ejecución virtuosa, generalmente impecable, sentido afirmativo de la interpretación...
En los Cuartetos de Dvorák -op. 51, de 1878-79, y op. 105, de 1895- los Berg tocan con el imprescindible tono colorista, aciertan a reproducir ese fraseo natural, de notable fuerza y energía, que pide la música bohemia; se extasían en el soberbio Lento del segundo de ellos y calibran las dinámicas hasta extremos sólo posibles en conjuntos de su categoría. particularmente, organizan la robusta polifonía con la potencia y la claridad que solicitan estas obras tan sinfónicas. Grabación pública llena de verdad.
Esa tímbrica a veces insolente, cruda, en cierto modo vecina a la del Cuarteto de Tokio, esa profundidad de arco no están reñidas en las obras mozartianas con la delicadeza de trazo ni con los valores cantabile que el salzburgués depositó tanto en las seis partituras dedicadas a Haydn -en este lanzamiento tenemos dos, K. 428 y K. 458 (La caza), números 16 y 17 de la colección- como en las siguientes, de las que se nos brindan, en interpretaciones de gran madurez, las K. 499 (Hoffmeister) y K. 575 (Prusiano nº 1).