La colaboración entre la Real Orquesta del Concertgebouw y el maestro italiano Riccardo Chailly ha sido, en contra de lo que se podía pensar en un principio, muy fructífera en todos los órdenes. En el discográfico sin duda. El sello inglés, que es el que ha grabado prácticamente la totalidad del mutuo trabajo durante los quince años de unión, lanza ahora este antiguo registro de 1998. La tardanza puede que haya venido motivada por el buen juego que diera la versión anterior de esta obra rossiniana, con Itsvan Kertesz y un reparto espléndido: Lorengar, Pavarotti, Minton y Sotin.
Los cuatro cantantes de la nueva interpretación quedan muy lejos; y son excelentes profesionales: Barbara Frittoli es una soprano fácil en el agudo, entonada, sensible; Sonia Ganassi se muestra musical y refinada, aunque de estuche pequeño como mezzo; Giuseppe Sabbatini tiene timbre poco grato, pero de sutiles maneras, y Michele Pertusi, barítono antes que bajo, es noble pero de grave débil. La lectura de Chailly no tiene el verbo, ni la elocuencia algo primaria de la de su colega húngaro. A cambio presenta una delineación más cuidadosa, unas texturas más claras y un lirismo más asentado y reflexivo.