Esta sinfonía fue escrita durante 1941, mientras Leningrado era asediada por las tropas hitlerianas. Su conocido primer movimiento, Allegretto, parece que intenta describir el avance del enemigo a través de esa banal y repetitiva marcheta, que estalla en un clímax pavoroso. Unas gotas de Mahler en el trío del Moderato, otras de Stravinski en el Adagio dan cierto carácter a la música, que se robustece en el dramático Finale. Se ha comentado en más de una ocasión que ese primer tiempo es, de hecho, más que una alusión a la invasión nazi, una referencia al terror staliniano. Gergiev nos ofrece una versión bien musculada, densa de concepción pero clara de planos, con la acentuación y la agresividad propias del caso. Utiliza dos orquestas, la del Teatro Mariinski y la Filarmónica de Rotterdam en esta estupenda grabación de 2001. Interpretación poderosa, aunque sin la virulencia de la de Toscanini, la finura y expresividad de la de Celibidache o la incisividad de la de Kondrashine.