La Sinfonía en do nació en 1832, pero fue revisada y reinstrumentada en 1877 por Antón Saidler, asistente del compositor, que dio su aquiescencia. Así se tocó en Venecia en 1882; es la versión que se ejecuta habitualmente. En este compacto se recupera la primitiva, que escuchamos en instrumentos clásicos. De este modo, con una tímbrica agreste y una afinación a 430, la partitura, muy juvenil y llena de vida, bien estructurada y algo ingenua, se acerca, como es lógico a Beethoven, Mozart o Weber. El Idilio, como se sabe escrito por Wagner para festejar a su esposa Cosima, reciente madre de Siegfried, se tocó en la residencia de Tribschen, probablemente por cuerdas tan sólo si bien esta interpretación, con instrumentos románticos, próximos a los modernos, afinados a 440, incluye también vientos. Merz parece un músico avispado y controla un competente y no muy numeroso, pero eficaz y camaleónico, grupo de ejecutantes. Escuchamos recreaciones jugosas y resueltas, ágiles y refrescantes de las dos obras.