Esta cuidada y juvenil interpretación nos trae de nuevo las dos Sonatas para violín y piano de Fauré, un compositor siempre delicado, de singulares propuestas armónicas, de un lirismo raro e introspectivo. Son obras escritas en el espacio temporal que va de 1875 a 1917, 38 años en los que la madurez del compositor va forjándose en lo camerístico en paralelo a lo vocal. Aunque es curioso que entre la primera y la segunda sonata reconozcamos a la postre el mismo espíritu. Claro que la incandescencia del Andante de la obra más moderna, derivado de una abandonada sinfonía de juventud, posee rasgos muy avanzados. Pentagramas quedos, casi siempre a media voz, que podemos degustar ahora en esta recientísima recreación del alemán Alban Beikircher y el escocés Roy Howat.