Pudimos ver a este nuevo valor británico no hace mucho en Madrid y advertir las notables cualidades que le llevan a practicar con soltura un moderno acercamiento a las obras románticas. En este registro de 2003 vemos que Lewis reúne a partes iguales claridad de planos, energía y aclimatación al sentido constructivo de una música genial cual es la Sonata en si menor. Es cierto que no logra penetrar en los entresijos narrativos que otorgan personalidad única y carácter lapidario a la pieza, una caja explosiva en la que luchan vectores de signo opuesto, tanto en lo expresivo como en lo técnico. Aquellas fulmíneas lecturas de Sofronitski, Horowitz o, más cerca de nosotros, Argerich o Zimerman, eran otra cosa. El buen gusto de Lewis le permite brindar interpretaciones muy juiciosas, un poco faltas de variedad, de profundidad, de atmósfera, de otras más breves obras lisztianas: Richard Wagner-Venezia, Cuatro pequeñas piezas, La lúgubre góndola II… En esta última no queda tan evidenciado ese lenguaje desolado, anticipador del de Debussy.