Posee esta soprano alicantina un espléndido control de medios, es musical, cuadrada, no se desmelena ni altera su limpia línea de canto y exhibe una rara inteligencia para dosificar los efectos, para mantener una admirable homogeneidad vocal, para regular convincentemente el sonido, para exponer de manera muy cálida las trémulas efusiones de estos personajes femeninos de nuestra mejor zarzuela. Es cierto que la aplastante seguridad de su arte a veces pierde enteros por mor de un agudo esforzado -algún si bemol agudo-, una frase tirante, un vibrato ostensible, y que su timbre lleno, de calurosas irisaciones, de lírica muy plena, anda algo escaso de penetración, de metal enriquecedor. Pero la verdad es que, ayudada además de una excelente dicción, desarrolla, de la mano firme y relativamente flexible de García Asensio, con los conjuntos de la RTVE, un precioso programa en el que aparecen algunas de las páginas más sonadas de su cuerda: La Tempranica, La Marchenera, Adiós a la bohemia, La rosa del azafrán, La del manojo de rosas, La Gran Vía.