L. V. Beethoven
Nikolai Lugansky
2 febrero, 2006 01:00Toda esa tradición, que acuñaba una manera de acentuar, de frasear, de desarrollar el discurso, no la reconocemos con claridad en estos nuevos esforzados del teclado, sobre todo en Fazil Say, un instrumentista poderoso, rotundo, de musculados ataques, de percutivas soluciones. Su inicio de la Appassionata, obra en la que coinciden ambos artistas, es abracadabrante, excesiva en el contraste del piano con el forte, que él plantea como fortísimo sin que antes hayamos escuchado con claridad la diferencia que marca el poco ritardando. Nicolai Lugansky es más cauto, más ceñido a lo escrito, pero resulta, aun contando con su impecable digitación, algo impersonal.
¿Qué preferir, esa más musical y respetuosa y, hasta cierto punto, lógica recreación del uno y la monumental, exagerada y tan contrastada aproximación del otro? Nos quedaríamos en general con el ruso, que toca, además, con elegancia la nº 14, Claro de luna, la 7 y la 22. El turco Say acomete por su lado otras dos grandes piezas, la 17, Tempestad, y la 21, Waldstein o Aurora. El artista muestra su seguridad, su amplitud, incluso, en momentos de ésta, un fraseo comunicativo y bien diseñado; pero siempre nos parece que su estilo es grandilocuente y superficial. Para intentar un acercamiento de este tipo, un tanto tremendista, hay que poseer el control y la rara capacidad alucinatoria del ruso Vladimir Sofronitski.