Correspondencia, I. Junio 1850-abril 1869
Friedrich Nietzsche
2 febrero, 2006 01:00Friedrich Nietzsche visto por Álvaro Delgado
"Nietzsche era vegetariano y escribía muchas cartas a Wagner", cantaba con más poesía que verdad Franco Battiato en los ochenta, en un título de resonancias heideggerianas, Tramonto occidentale, dejando constancia del calado de tan singular filósofo en el imaginario popular de la época.
Quedaban, no obstante, tareas por cumplir. Entre ellas, la de poner a disposición del lector castellano una edición fiable de todos los escritos de Nietzsche. Al fin se van dando pasos importantes en ese sentido. En lo referente a sus obras, existen dos proyectos en curso, que se atienen a los resultados de la edición crítica alemana: Biblioteca Nueva edita obras publicadas y selecciones de inéditos en su Biblioteca Nietzsche, bajo la dirección de Jacobo Muñoz, mientras Tecnos prepara una edición completa de los Fragmentos Póstumos (1869-1889), realizada por el equipo que dirige Diego Sánchez Meca, conforme a una iniciativa surgida en el seno de la Sociedad española de estudios sobre Nietzsche. En cuanto a las cartas, se debe a otro de los impulsores de dicha Sociedad, Luis Enrique de Santiago Guervós, la edición española del epistolario de Nietzsche que ahora inaugura este primer volumen. Basándose en la edición de Colli y Montinari, la edición española recoge sólo las cartas escritas por Nietzsche, no las escritas a él, y las agrupa en períodos más amplios de tiempo, para poder presentarlas así en seis volúmenes. El trabajo aprovecha además las aportaciones de los llamados Informes, publicados desde 1993, que permiten una lectura filológicamente más rigurosa.
El estudio preliminar, el aparato crítico de notas y los apéndices de este primer volumen testimonian que estamos ante un trabajo serio y solvente, que contribuirá a un mejor conocimiento de un apartado de la producción literaria de Nietzsche no demasiado frecuentado, pese al interés innegable que posee, sobre todo en el caso de un pensador que afirmó que "el producto de los filósofos es su vida, primero, antes que sus obras". Y no es que Nietzsche se oculte en sus textos filosóficos al modo en que suele hacerlo el hombre teórico; pero sí que gusta de disfrazarse con los ropajes del nihilista, del destructor de ídolos o del profeta del superhombre. En sus cartas, en cambio, hallamos a un Nietzsche más humano. Nunca es tan veraz como cuando relata sus innumerables padecimientos físicos. No son sus doctrinas, sino su intenso aislamiento lo que mejor podemos percibir ahí.
Consumado estilista, Nietzsche también da muestras de la exquisitez de su prosa en las más de mil misivas que componen su correspondencia completa. Pero en ellas no busca tanto seducir y convencer, cuanto pura y simplemente comunicarse, transmitir la riqueza de impresiones de un alma que ha tenido que vivir y explorar casi todo ese mundo interior en soledad. Aquí se albergan, pues, los pasajes más íntimos del itinerario de un pensador inmenso, que, aun cuando proclamara un altivo "mihi ipsi scripsi" ("escribo para mí mismo") como destino para sus textos filosóficos, no pudo mantener tan sobrehumana autosuficiencia al cartear-
se día a día con la prosa del mundo.
En este primer volumen, que recoge el período de 1850 a 1869, constatamos su devoción hacia la madre y la hermana, pese a las profundas discrepancias que siempre mantuvo con ambas; su disciplinada actitud ante los estudios humanísticos de bachillerato, su pasión por la música, su descubrimiento de Schopenhauer y su entusiasmo por la filología; sus discretas calaveradas de juventud y la fidelidad a los primeros grandes amigos; los sinsabores de la experiencia de la guerra franco-prusiana y, en fin, la irrupción del huésped más intempestivo y constante en su vida: el dolor, físico, espiritual, en cuyo combate se templó lo más atractivo y prometedor de una filosofía entendida como ejercicio de la salud superior.
A Carl von Gesdorff en Berlín
Naumburg, 11 de abril de 1869
Mi querido amigo:
El último plazo ha expirado, la última noche que paso todavía en mi tierra: mañana por la mañana partiré hacia el vasto mundo, hacia un trabajo nuevo al que no estoy acostumbrado, en una atmósfera pesada y agobiante de deber y trabajo. [.] Todavía no noto la joroba inevitable del catedrático. ¡Zeus y todas las musas me guarden de ser un filisteo, un hombre de rebaño! [.] Conseguir curar mi ciencia con esta nueva sangre, comunicar a mis oyentes aquella seriedad schopenhaueriana [.] -éste es mi deseo, mi audaz esperanza; quisiera ser algo más que un maestro de disciplina de hábiles filólogos: la generación de profesores del presente, el cuidado de la nidada sucesiva, todo esto se agita en mi mente. Si debemos ajustar cuentas con nuestra vida, intentemos usarla de tal manera que otros la bendigan como valiosa, cuando nos hallamos felizmente redimidos de ella.
A ti, querido amigo, [.] te deseo la felicidad que te mereces, a mí, tu vieja y fiel amistad. ¡Adiós!
Friedrich NIETZSCHE