Damien Rice es un artista atípico. Difícil de clasificar y de biografía esquiva, este irlandés, residente en Barcelona, ha tardado cuatro años en dar continuidad a su fenomenal álbum de debut. En 9 vuelve a demostrar que la balada acústica de contenido romántico no tiene por qué ser sinónimo de blandura. Rice apuesta por la limpieza, el brillo y el preciosismo. Las guitarras acústicas y los delicados pianos cimientan las canciones, bañadas en arreglos de cuerda de banda sonora y apuntaladas por una mínima sección de ritmo. Su romanticismo es fino, creíble, sufrido; materializado en vertiginosos "crescendi" como el de "Elephant": de un susurro estremecido en mitad del silencio al estallido final con gritos espeluznantes. Su voz, penetrante y versátil, dignifica el conjunto. Suena mucho más americano que británico, aunque en algún lance, como en el ritmo alborotado de "Coconut Skins", se aproxime a su compatriota Van Morrison en su vena más folclórica. Algún tema se sale del guión, como en la oscura y ruidosa "Me, My Joke and I" -no desentonaría en la voz de PJ Harvey- o la más previsible "Rootless Tree". Una voz a tener muy en cuenta.