Buena manera de captar el verbo italianizante de Vicente Martín y Soler, que gustaba de introducir en su música rasgos, temas y ritmos hispanos, es escuchar sus oberturas, magistrales en su diversa estructura, de un fácil melodismo y de una gran variedad de ideas temáticas y planteamientos armónicos. Es también un excelente modo de festejar, aunque con un poco de retraso, el bicentenario de su muerte en San Petersburgo. Se incluyen algunas piezas raramente interpretadas, como L’isola del piacere y La festa del villaggio. Josep Vicent muestra, ante la sólida y juvenil Orquesta Mundial de Juventudes Musicales, que posee la vitalidad, la elocuencia y el vigor necesarios para aplicar a la música el acento y el fraseo que parecen más adecuados en cada momento. Todo fluye con naturalidad envuelto en una sonoridad plena, fustigante y delicada, según se requiera. A veces, es cierto, hay excesivo espesor en algunos pasajes y una general indiferenciación tímbrica. La orquesta parece quizá, demasiado grande. Se añade como regalo la obertura de Don Giovanni de Mozart, tan emparentado con el valenciano. La grabación, desde el punto de vista técnico, es muy buena.