La leyenda Malibrán
Bartoli resucita a una de las grandes cantantes del XIX
20 septiembre, 2007 02:00Cecilia Bartoli
La mezzo italiana Cecilia Bartoli publica María, un álbum de lujo dedicado a la española María Malibrán, de la que el próximo año se conmemora su bicentenario. Bartoli reúne fragmentos que van desde canciones como Yo que soy contrabandista a piezas de ópera de Bellini, Halévy o Giorni.
Para los grandes aficionados a la lírica, el nombre de María Malibrán (1808-1836) aparece como una figura inmortalizada por los textos románticos que la convierten en una figura que trasciende la ópera para entrar en el terreno de la leyenda. Sin embargo, son contados los melómanos capaces de valorar su auténtica importancia y, en gran medida, su legado. Hasta el siglo XX, que gracias al disco podemos recrear momentos únicos, las interpretaciones del pasado han quedado recogidos en comentarios, críticas y referencias más o menos vagas. Algunos artistas actuales, en un gesto de soberbia, han señalado que, con el altísimo nivel de los artistas actuales, es posible que las versiones del pasado nos resultaran inferiores. Eso es infravalorar la propia música. Cada uno es libre de imaginar lo que quiera. Pero a quién no le gustaría asistir a una actuación del castrato Farinelli o de la soprano Adelina Patti en sus mejores momentos. O ser testigo del encuentro en la cumbre de Mahler en el podio de la Filarmónica de Nueva York con Rachmaninov en el Tercer Concierto de éste o a Sarasate al violín con Richard Strauss y la Filarmónica de Berlín en el Tercero de Max Bruch. Tampoco sabemos cómo reaccionaría Beethoven ante las lecturas de Klemperer, Bach transformado por Stokowski o Bruckner pasado por el tamiz de Celibidache. Tal vez se llevarían las manos a la cabeza incapaces de reconocer lo que ellos escribieron.
Referencia operística
María Malibrán (de soltera María Felicia García) es una de esas figuras indiscutibles del belcanto romántico. Hija del célebre compositor Manuel García, al que se le recuerda también por sus proezas canoras y hermana de otro mito, Pauline Viardot, su figura aparece como una artista de referencia para los estudiosos de la ópera. Introdujo, formando parte de la compañía de su padre, la ópera italiana en Nueva York. En circunstancias poco claras, se casó con François Eugen Malibrán, un banquero que le triplicaba la edad y con el que tuvo una relación muy desgraciada. Adquirió el apellido de éste con el que ha pasado a la historia, tras ser la protagonista en el estreno de Maria Stuarda de Donizetti o asumir la versión adaptada a su registro de I Puritani de Bellini. Murió al caerse de su caballo. Y la tragedia fomentó su leyenda.
La mezzo italiana Cecilia Bartoli (Roma, 1966) está considerada como uno de los nombres de referencia de la actualidad. Su trayectoria ha sido inteligente, dedicándose a un repertorio que domina y para el que se ha preparado con un esfuerzo que merece el refrendo de la crítica y el aplauso de sus numerosos seguidores. En los últimos años ha reducido sus apariciones en los escenarios para centrarse, sobre todo, en conciertos, con programas diseñados con un interés más allá de lo comercial, en los que suma a su valor artístico la difusión de obras y autores desconocidos que se plasman en los correspondientes registros discográficos. Ahí están sus excelentes álbumes para Decca dedicados a Vivaldi, Gluck o Salieri, magníficos ejemplos de lo que debe aportar el disco.
Convertida en una estudiosa incansable de la Malibrán, ha querido dedicarle su último lanzamiento, coincidiendo con el bicentenario que se celebrará el próximo año. Ha reunido fragmentos muy diversos de distintos autores que van desde la célebre canción compuesta por su padre Yo que soy contrabandista, hasta piezas de óperas de Bellini, Halévy, Giorni o Rossini, muchas de ellas primicias. Interés especial tienen algunas piezas compuestas por la cantante que poseen un atractivo más allá del documental. Bartoli, acompañada de La Scintilla, bien dirigida por Adam Fischer, y por algunas apariciones estelares como el violinista Maxim Vengerov o el bajo Luca Pisaron, ofrece un disco con una presentación de lujo, que es una auténtica lección.