Teddy Thompson ha tenido mucha suerte: es hijo nada menos que de Linda y Richard Thompson, leyendas del folk-rock británico. Una combinación genéticamente perfecta que confiere a este joven cantautor (Londres, 1976) unas grandes expectativas, confirmadas por el trabajo realizado en tres discos excelentes. El último de ellos es una declaración de amor a la música tradicional estadounidense, con 11 versiones de clásicos como Dolly Parton, Merle Haggard o George Jones y un tema propio. Podría parecer un paso atrás en su carrera como compositor, pero se trata de un paso adelante en su capacidad como intérprete y arreglista. No hay nada como trabajarse el talento como buenos referentes. Son canciones eternas, de acuerdo, pero Thompson ha conseguido imprimirles energía y modernidad. Actualiza con una mirada propia unos temas que parecían cerrados a cal y canto por la tradición. Y encima se ha atrevido a engrandecerlas con los matices de un grupo impresionante de músicos, entre los que están su padre y el gran Marc Ribot (guitarras), las voces de Tift Merrit e Iris DeMent, y toda una sección de cuerda. Los ingredientes necesarios para situar este sorprendente disco, grabado en Brooklyn pero con aires del mítico Nashville, en un plano atemporal. Ha nacido un pequeño clásico de la música con raíces.