Podemos apreciar en esta grabación, ya algo antigua (2005-2006), en toda su amplitud la labor de Paco Guerrero como orquestador "sui generis" de la suite Iberia de Albéniz, a la que siempre se había sentido atraído por su escritura densa, riquísima de perspectivas, poliédrica y sensual. Nos dice Russomanno en sus modélicas notas que aquí el compositor de Linares sigue las mismas pautas, en el fondo, que las aplicadas a su aristada, disonante, atonal y electrizante creación propia. Pero en función de otras pautas, que eran las de servir la partitura de su admirado antecesor. Sólo le dio tiempo a terminar seis números antes de su muerte en 1997: El Corpus, Málaga, El Polo, El Albaicín, Almería y Jerez, estrenados, los cinco primeros, en el Festival de Canarias -autor del encargo- en 1998 y el sexto, en Madrid en 2003.

Son múltiples las diabluras a las que Guerrero somete a pentagramas tan evocadores. No es una mera transcripción, una orquestación al uso, por afortunada que pudiera ser -como la de Arbós, la más conocida-, sino que es una recreación en todo el sentido del término, en la que el arreglista se replantea prácticamente reescribir la obra pianística para orquesta.

Y lo hace con una libertad y una fantasía que no traiciona en nada al original. Desdobla y multiplica voces, sintetiza, disecciona, desglosa, enriquece la tímbrica, subraya y consigue sacar a la luz el corazón profundo de la música, pasando de lo intimista a lo tumultuoso, sin que la esencia albeniciana se pierda en ningún momento. Con la pericia propia de un Ravel redivivo. Toda una caleidoscópica luz corre a raudales a lo largo de esta asombrosa reinterpretación, que encuentra una digna plasmación en los timbres de la formación gallega y en el mando analítico del director madrileño José Ramón Encinar, que fue el encargado de estrenar Jerez.