John Dowland (1563-1626), uno de los grandes músicos de la Inglaterra isabelina, fue creador de rara finura y profundidad, autor de múltiples canciones y de composiciones destinadas al típico consort de cuerdas. El conjunto de obras reunidas bajo el título Lachrimae, que data aproximadamente de principios del XVII, es justamente el primero para ese conjunto instrumental publicado con una parte en tablatura de laúd; y también, nos dice Brian Robins, la primera edición en gran formato en una sola partitura. Había muchas posibilidades a la hora de enfocar la interpretación. Magraner ha elegido la que recoge la sonoridad más oscura, la que da una formación constituida por viola soprano, viola tenor y tres violas bajo. Estamos ante un compendio de melancólicas variaciones por las que discurre un motivo, el llamado de la lágrima, que penetra incluso en la estructura de las pavanas y gallardas que se suman a las piezas más tristes, con las que se alternan para dar mayor colorido al todo. La interpretación es modélica, llena de significados y de maravillosos timbres. Nada inferior a las cinco que figuran en catálogos. Música grande, aparentemente, sólo aparentemente, monótona.