En 1969 ya había grabado Ros Marbà esta deliciosa ópera cómica de Eduard Toldrà. En este moderno registro nos ofrece una interpretación intencionada, finamente destilada, que reproduce en todo su íntimo esplendor la música evocadora, de aromas levemente impresionistas en una envoltura estilizadamente nacionalista. Música tonal, bien labrada y esculpida, admirablemente orquestada, rica de efectos y temas, provista de elegantes melodías, variada rítmicamente y de notable elocuencia poética, que fluye vocalmente sin problemas, comprensible y clara.

La ejecución orquestal quizá no sea perfecta: nos parece que en ocasiones las cuerdas no poseen la sedosidad adecuada y que hay pasajes algo borrosos, pero no podemos discutir la gracia y el aliento con los que están realizados e impulsados estos pentagramas de 1927, en los que el compositor supo recoger la exquisita
poesía del libreto del ilustre Josep Carner, en el que la realidad aparece transformada por la magia de la noche de mayo, que motiva un nuevo impulso anímico, un giro (giravolt).

El gracioso minueto que cierra la ópera nos devuelve al mundo real después de haber vivido un sueño y embargarnos por una música con ecos del Tricornio de Falla y envuelta en ese perfume exquisito del Ravel de La hora española o El niño y los sortilegios. Noche shakespeareana y wagneriana (Meistersinger).

Las voces participantes en este registro cantan muy bien, estupendamente ensambladas. Las dos partes principales, la de la bailarina Rosaura y la del seminarista Golferic, son servidas excelentemente por la soprano Nuria Rial y el tenor David Alegret -que sorprende por su facilidad de emisión y por la claridad de su timbre-. Y todos los demás, Martins, Palatchi, Cabero y Martín Royo, actúan a satisfacción, contribuyendo a que el logro sea completo.