En el principio fue Darmstadt, los cursos de verano donde se reinventó la música a la vez que se reinventaba Europa. Darmstadt es la contrapartida musical de la
Germania anno zero. En Berlín, Rossellini filmó una realidad/escombro; en Darmstadt, los hijos de Adorno y de Messiaen crearon un sonido/escombro, donde no quedaba nota sobre nota (porque todas estaban estrictamente igualadas, de 12 en 12), ni ritmo sobre ritmo, ni color sobre color, ni tempo sobre tempo. Rossellini vio una ciudad explanada.
Los de Darmstadt también oyeron una explanada, pero sin la ruina moral de la otra. Berlín, escombrera; Darmstadt, solar. Edificable. Sobre él se edificó la Iglesia Contemporánea, que triunfó sobre los heresiarcas durante medio siglo e imprimió su impronta en todos nosotros. Como mínimo, nos sacudió el oído y nos lo espabiló. Desflorados ya de tímpano, todos somos un poco Darmstadt. Esta caja es, entonces, un álbum de nuestras raíces con imágenes sonoras impagables, como los estrenos históricos de Bruno Maderna (el
Concierto de piano con David Tudor), Boulez (
Doubles), Stockhausen (
Kreuzspiel), René Leibowitz (
Op. 16), Ernst Krenek (
Cantata de guerra), Pousseur (
Repons), todos ellos dirigidos por sus autores. Y ojo a las fotos del folleto: pizarras llenas de series; Boulez al piano con Stockhausen y Maderna; el orondo Maderna matando de risa a Earl Brown por las calles de Darmstadt...
Este cofre de tesoros -¡que guarda la vera cruz musical de Europa!- lleva un logo español: el de la Fundación BBVA. Asombroso.