El Cuarteto n° 1, Música de cámara (1975) nos orienta ya sobre la búsqueda de la oculta y esquiva belleza. Notas largas, graves temblores, acordes perfectos, agitación nos preparan para la estilización formal del Cuarteto n° 2 (1991), en el que, con técnica afiligranada, se consiguen engarzar técnicas seriales con la cavatina del Cuarteto op. 130 de Beethoven. Tocamos los altos techos en el estático y refinado Cuarteto n° 3 (2004), abundoso en pedales y en celestiales armónicos. El Cuarteto n° 4, la verdadera novedad del disco, estrenado hace unas semanas en los conciertos del madrileño CDMC, es continuación del anterior, una cima, una suerte de clímax, de nirvana de minuciosa escritura, de cuidadísima elaboración, dotado de la fragilidad del cristal, dividido en seis movimientos, que participan del mismo aire puro y transparente. Un "mar calmo y luminoso", tal y como lo expresa José Ramón Ripoll en las excelentes notas que acompañan la grabación.
Cuartetos de cuerda, Alfredo Aracil
Cuarteto Bretón
25 marzo, 2011 01:00El Cuarteto n° 1, Música de cámara (1975) nos orienta ya sobre la búsqueda de la oculta y esquiva belleza. Notas largas, graves temblores, acordes perfectos, agitación nos preparan para la estilización formal del Cuarteto n° 2 (1991), en el que, con técnica afiligranada, se consiguen engarzar técnicas seriales con la cavatina del Cuarteto op. 130 de Beethoven. Tocamos los altos techos en el estático y refinado Cuarteto n° 3 (2004), abundoso en pedales y en celestiales armónicos. El Cuarteto n° 4, la verdadera novedad del disco, estrenado hace unas semanas en los conciertos del madrileño CDMC, es continuación del anterior, una cima, una suerte de clímax, de nirvana de minuciosa escritura, de cuidadísima elaboración, dotado de la fragilidad del cristal, dividido en seis movimientos, que participan del mismo aire puro y transparente. Un "mar calmo y luminoso", tal y como lo expresa José Ramón Ripoll en las excelentes notas que acompañan la grabación.