Las dos obras, entre las que median veinte años, son lógicamente muy distintas. Si aquélla es una de las cimas indiscutibles de la producción del compositor de Pésaro, de una majestuosidad estatuaria -no confundir con rigidez-, la de Catel, estrenada en 1802 en el Théâtre de la République et de les Arts, nombre que adoptó la Ópera de París durante el período revolucionarioen, posee una urgencia casi romántica, con unos recitativos tensos y dramáticos (en la línea, para entendernos, de la Medea de Cherubini, un lustro anterior). Una vehemencia que encontramos en el habitual entusiasmo de la orquesta Le Concert Spirituel y unos adecuados solistas vocales, encabezados por una expresiva y humana Maria-Riccarda Wesseling en el papel titular y la soprano Gabrielle Philiponet en su antagonista en el amor por su hijo Arsace (el tenor Mathias Vidal), la princesa Azema, que aquí tiene mayor entidad. El bajo Nicolas Courjal da mucho carácter al malvado Assur, deseoso por alcanzar el trono de su rival.
Charles Simon Catel: Sémiramis
Le Concert Spirituel. Hervé Niquet
25 enero, 2013 01:00Las dos obras, entre las que median veinte años, son lógicamente muy distintas. Si aquélla es una de las cimas indiscutibles de la producción del compositor de Pésaro, de una majestuosidad estatuaria -no confundir con rigidez-, la de Catel, estrenada en 1802 en el Théâtre de la République et de les Arts, nombre que adoptó la Ópera de París durante el período revolucionarioen, posee una urgencia casi romántica, con unos recitativos tensos y dramáticos (en la línea, para entendernos, de la Medea de Cherubini, un lustro anterior). Una vehemencia que encontramos en el habitual entusiasmo de la orquesta Le Concert Spirituel y unos adecuados solistas vocales, encabezados por una expresiva y humana Maria-Riccarda Wesseling en el papel titular y la soprano Gabrielle Philiponet en su antagonista en el amor por su hijo Arsace (el tenor Mathias Vidal), la princesa Azema, que aquí tiene mayor entidad. El bajo Nicolas Courjal da mucho carácter al malvado Assur, deseoso por alcanzar el trono de su rival.