En la bandeja del estuche del último disco del compositor y guitarrista Amir John Haddad, aparece la fotografía de un pequeño de diez años, hijo de colombiana, tocando la guitarra. Por aquella época, Amir, que vivía en Friburgo de Brisgovia, Alemania, donde había nacido en 1975, estudiaba también el laúd árabe bajo la dirección de su padre, un palestino enamorado del flamenco que pasaba los veranos en Almería. “La banda sonora de mi casa eran las voces de Antonio Mairena o Manolo Caracol, y las guitarras de Sabicas, Ramón Montoya o Paco de Lucía. Esas músicas calaron en mí desde el primer momento y me marcaron para siempre”.
Su primer disco, de 2005, se tituló Pasando por Tabernas, donde se reflejan los recuerdos de un niño con la ilusión de saber que, una vez cruzada esa localidad en medio de un horizonte desértico, estaban ya cercanas las playas almerienses; el segundo, 9 guitarras, de 2013, es una profunda y minuciosa indagación sobre las calidades y los diferentes estratos sonoros del instrumento según los estilos interpretados, en efecto, con guitarras —algunas de ellas históricas—, procedentes del taller de nueve constructores distintos. Y el último, y recién publicado, Andalucía, “una reivindicación de mis tres décadas dedicado a la guitarra flamenca, sobre sus influencias, aprendizaje y, junto a ella, mi crecimiento, tanto personal como artístico”.
"Más que el paisaje físico, trato de captar la energía de esos lugares, la emoción de la gente y las calles y el pulso de la vida"
El Amir, como gusta llamarse, sabía que uno de los núcleos fundacionales del flamenco era Jerez de la Frontera, y con veintidós años emprendió el viaje en busca de las fuentes. El soñado mundo del flamenco jerezano, tan fastuoso como impenetrable, lo tenía delante, pero necesitaba la fórmula para franquear unas barreras de las que, antes de ponerse en marcha, ignoraba su existencia. “El maestro Pepe Justicia, que residía allí desde hacía mucho tiempo, me llevó de la mano y no solo fui su alumno directo y del que aprendí provechosos conceptos sobre la técnica, la composición y la armonía, sino que gracias a él accedí a esos reductos herméticos, a los que si llegas como extranjero, nunca te abrirán las puertas. Por tanto, tuve la oportunidad de vivir ese flamenco íntimo, en círculos muy cerrados y especiales. Una experiencia que además de enriquecer mi música, también amplió mi visión sobre aspectos desconocidos del arte y la forma de entender la existencia”.
Amir John Haddad, El Amir, sitúa su obra Andalucía en varios niveles: “Primero es un homenaje a esa tierra, que me inspira y conozco desde siempre. Es también un tributo emocionado a cada uno de sus ocho territorios y un gesto de gratitud y admiración. La música nace de la identidad de un pueblo, y aunque haya un espíritu andaluz común, cada provincia tiene sus características musicales, incluso dentro de cada una de ellas existen lugares con sus propios cantes, bailes y toques representativos, como una manera de ser y de expresarse, y de ahí la profusión y diversidad musical del flamenco”.
Seguiriyas, soleares, granaínas, mineras, alegrías, con títulos como Temple de Granada, Mezquita de Córdoba y La Caleta de Cádiz configuran el paisaje sonoro de Andalucía, “aunque, realmente, más que el paisaje físico, trato de captar la energía de esos lugares, la emoción de la gente y las calles y el pulso de la vida”. Para El Amir, su fotografía de niño tocando la guitarra es todo un símbolo: “Aunque haya nacido fuera, demuestra mi condición de artista flamenco”.