“Hacemos los clichés, hacemos las reglas / Y si tú no obedeces es que estás loco”. Paul Weller (Woking, Inglaterra, 1958) advertía en Standards (cobijado en la descarada horma de The Jam) a finales de los 70, con su poderosa guitarra y contundente voz, hasta qué punto mandaba ya en los destinos del pop/rock.
También en el punk, en la resurrección del mod y, por extensión, en cualquiera de las nuevas olas que él y sus bandas (no nos olvidamos de Style Council) convertirían en auténticos tsunamis de ritmo, denuncia e innovación. El comportamiento de sus inicios no dejaba duda: tras los pioneros de los sesenta y setenta llegaba sin respetar los galones (con la excepción de los Beatles y pocos más) un trío encabezado por Weller que volvería a poner patas arriba, desde los suburbios de Woking, los senderos aún tiernos de la música pop.
El de Surrey, que aún responde al apodo de The Modfather, está a punto de sacar nuevo disco en solitario, On Sunset, un trabajo en el que mezcla sonidos que van del soul a la electrónica y en el que ha contado con parte de su equipo médico habitual: la percusión de Ben Gordelier, los teclados de Andy Crafts, la guitarra de Steve Cradock y el Hammond de Mick Talbot (imprescindible en su etapa pos-Jam). Es el número quince de su periplo en solitario y vuelve a abrir las puertas de su vieja discográfica, Polydor, con temas como Earth Beat (en el que no podemos dejar de ver a Phil Collins por más que le ayude la joven voz del británico Col3trane) y Village, otra de las primeras píldoras que ha dejado caer a sus incondicionales. Son dos demostraciones del buen momento que vive Weller, un estado de gracia que él mismo se encarga de proclamar en sus letras.
Un nirvana particular
La felicidad circula sin medida por unas melodías en las que se empeña en demostrar que está ya muy lejos la rebeldía de los ochenta, década en la que llegó a convertirse en uno de los mayores azotes de Margaret Thatcher. “Es un álbum muy positivo y veraniego”, ha declarado, como si intuyera lo que espera oír la gente tras los interminables días de confinamiento. En el apartado de artistas invitados, Weller ha contado, además, con el violín de Jim Lea (Slade) en Equanimity y con la suave voz de la cantante de Le SuperHomard en More (banda francesa que le ha teloneado en varias ocasiones y cuyo último álbum, Meadow Lane Park, ha contribuido al particular nirvana de Weller). Regresa además a sus filas Josh McClorey (guitarrista de los irlandeses The Strypes) y el trío The Staves, formado por el sublime talento de las hermanas Emily. Hannah Peel y The Paraorchestra culminan los arreglos de un álbum en el que la presencia de veteranos y jovencísimos artistas demuestra que Paul Weller mira hacia atrás pero, lo más importante, no deja de otear el futuro.
En un mercado en el que ya nadie impone una norma clara de creación se presenta, entre el pasado y el futuro, el camaleónico Paul Weller
On Sunset germina en 2018 durante la grabación de True Meanings, una entrega más introspectiva en la que se permitía hacer guiños a referentes como Bowie y en la que ya anticipaba arreglos orquestales que se consolidan en este álbum, que estará en el mercado a mediados de junio. Weller, que aún sopla las velas de su 62 cumpleaños (lo celebró el 25 de mayo), muestra cierta melancolía en títulos como Old Father Thyme, elegido tercer corte de esta sinfonía zen de quien es considerado como uno de los precursores de, entre otras muchas cosas, el britpop de los noventa.
La traca final de On Sunset la componen Mirror Ball (el pistón de esta nada crepuscular entrega), Baptiste, Walkin’, Rockets y el tema que da título al álbum. Weller está de vuelta. No sabemos si todavía marca las reglas. Quizá ya no, pero en un mercado en el que casi nadie impone una norma clara de creación, su calidad y su capacidad camaleónica para hacer evolucionar la música nos sigue marcando la dirección a seguir.