Bad Bunny y J Balvin: el año en que la música latina conquistó un mundo sin conciertos
El regreso de Bob Dylan, el pop de Dua Lipa, la fuerza de Gorillaz, el lirismo de Fiona Apple, el rock de Yves Tumor y el rap de RJ4 también han brillado en el año más difícil de la historia de la música moderna
22 diciembre, 2020 19:04En plena pandemia, los ritmos latinos han vivido su esplendor. Por primera vez en la historia un artista de habla hispana ha sido el más escuchado del mundo. Lo dice hasta el New York Times, vivimos en el mundo de Bud Bunny y el rapero puertorriqueño ha culminado su segundo gran año con tres discos coronados por YHLQMDLG. Brillando con fuerza, el colombiano J Balvin ha publicado Colores, un disco en el que lleva la música latina a una deconstrucción tan arty como gozosa. Ha sido un año con potentes voces femeninas, del lirismo autobiográfico y experimental de la gran Fiona Apple al folk de Waxatchee y el pop llenapistas de Dua Lipa, reina del mainstream. Roisin Murphy después de Moloko sigue reivindicando su magisterio en las discotecas (aunque estén cerradas). No nos olvidamos del talento de una superestrella como Taylor Swift, que triunfa con su regreso al folk, o del rock de las californianas Haim.
El rap ha vivido un gran año con lo nuevo de RJ4, que pusieron banda sonora a las protestas del Black Lives Matter, y de Luli Uzi Vert, rey del trap de Atlanta. El rock sobrevive en tiempos de música urbana con lo nuevo de The Strokes, una delicia para sus fans, y la bomba de Yves Tumor, la prueba viviente de que el género sigue vivo y en forma. Los más puristas disfrutarán con el artpunk de los irlandeses Fontaines DC y el hardcore de los británicos Idles.
Algunos clásicos han triunfado. Bob Dylan sigue dando guerra con un disco bellísimo, Rough and Rowdy Ways, y los Gorillaz de Damon Albarn presentan uno de sus álbumes más logrados y ambiciosos. No solo Dua Lipa y Murphy han lanzado discos para quemar las suelas, el house de Disclosure, el rock steady de Popcaan y electro oscuro de la colombiana Ela Minus también han encendido el año. La vanguardia llega de la mano de Chassol, creador del concepto Ultrascore, y la chanson francesa sigue viva en la piel de Benjamin Biolay. Y la canción italiana, un tanto olvidada últimamente, adquiere nueva forma con Andrea Laszlo de Simone, un talentoso innovador de la tradición. Y nos despedimos del rapero de Los Angeles Mac Miller, que ha publicado de manera póstuma después de su muerte su disco más extraordinario. La vida es dura, lo hemos podido comprobar todos este 2020.
Mejor disco del año
Bad Bunny: YHLQMDLG
El reino de Benito Antonio Martínez Ocasio, más conocido como Bad Bunny, ha alcanzado este año su cénit convirtiéndose en el primer artista de habla hispana que logra ser el más escuchado en todo el mundo durante un año en Spotify. En plenitud de facultades, el rapero portorriqueño no pudo liderar el Primavera Sound pero ha lanzado hasta tres álbumes, YHQMDLG (acrónimo de “yo hago lo que me da la gana”). Las que no iban a salir, un mixtape con descartes, y hace unas semanas publicó El último tour del mundo, en cuya primera canción ya lo dice: El mundo es mío. En YHLQMDLG, Bad Bunny supera los corsés del trap y el reggaetón y brilla como un revolucionario capaz de crear un sonido propio que funciona casi como un nuevo género en sí mismo. La difícil, un clásico tema suyo de desamor con un ritmo sensacional, y la balada Ignorantes, en clave más experimental con un quiebro electrónico hipnótico, son algunos iconos de una fiesta espectacular que incluye otras gemas como Si veo a tu mamá, con esa deliciosa melodía con un teclado ochentero, o la fastuosa La santa, puro gozo con Daddy Yanky sin olvidar clásicos contemporáneos como Yo perreo sola, himno feminista de un género supuestamente machista, o la fastuosa Safaera. Este disco nos permite ver algo extraño y rabiosamente moderno, a un artista en el climax de su creatividad y su influencia.
Por orden alfabético
Fiona Apple: Fetch the Bolt Cutters
Fiona Apple siempre ha destacado por su espíritu contracorriente y por ser poco prolífica. Desde su irrupción en 1996 con Tidal, la neoyorquina ha publicado solo cinco discos, uno por lustro. Triunfa con Fetch the Bolt Cutters (algo así como “ve a buscar el cortador de tornillos”) donde indaga en sus demonios con un tono que a veces parece de spoken word y un claro aire setentero que recuerda tanto al folk de los 70 de Mary McCaslin como a la vanguardia jazzística de Sun Ra. Dice ella que el curioso título se refiere a “romper las prisiones que nos oprimen”, y es un álbum muy recitado en el que recuerda un pasado de bullying en el colegio (Relay) o rememora la violación que sufrió de joven a través de la voz de otras mujeres (For Her).
J Balvin: Colores
Él mismo dice que lanzó este nuevo LP para “acabar con la oscuridad del coronavirus”. Artista sofisticado y al mismo tiempo puramente latino, J Balvin plantea un juego ingenioso en el que cada color significa una emoción distinta en un disco menos producido y más sencillo en el que busca, según él mismo, “regresar a los orígenes”. La juguetona Amarillo es un canto a la bohemia y la buena vida mientras la fabulosa Morado, con un delicioso estribillo, es un erótico elogio al vino cargado de sensualidad con tono trapero. Balvin es un explorador del ritmo y el sonido y brilla su veta más vanguardista en Blanco, una demostración de la fuerza del beat en un crescendo de gran sabiduría.
Benjamin Biolay: Grand Prix
Con una larga trayectoria a sus espaldas, Benjamin Biolay sigue siendo el rey de la chanson francesa cool. Utilizando el imaginario de la Fórmula 1, el cantante se inspiró en el accidente mortal del piloto Jules Bianchi en 2014 en un álbum conceptual en el que sigue llevando la chanson hasta el terreno de una electrónica pop y elegante en unas canciones en las que el estribillo sigue siendo la clave. Ahí está un gran single como Comment est ta peine? con violines incluidos. Por momentos se acerca al rock a los Arctick Monkeys como en Ideógrammes o al pop lounge de la canción que da título al disco. Siempre inspirado, brilla especialmente como crooner en la preciosa Visage Pâle.
Phoebe Bridgers: Punisher
Muy celebrada por la crítica anglosajona, la angelina Bridgers es una flor delicada en este mundo cruel. Con su segundo disco, Punisher, la artista deslumbra con unas canciones preciosas y preciosistas que recuerdan al universo de músicos como Bon Iver o Fleet Foxes con una estructura más rockera. Dotada de una voz delicada, hay un aire de improvisación y de ligereza en unos temas que suenan cándidos y sinceros donde Bridgers habla de sus sueños de infancia de una vida feliz en la emocionante Garden Song o de su aspiración a vivir como una poeta en Moon Song. Hay una emoción real, penetrante y hermosa en este gran álbum.
Chassol: Ludi
Parisino de origen martinico, Cristophe Chassol es un artista tan vanguardista como apasionante. Es el creador del concepto “ultrascore”, por el cual pretende crear una “banda sonora de la vida real”. Después de un disco fundamental del siglo XX como Big Sun, creado a partir del sonido de los pájaros, el francés se inspira en una novela de Herman Hesse, El juego de los abalorios, para mostrar los conceptos del juego, el tiempo y la música tanto desde un punto de vista humano como animal. Una forma de trabajar tan orgánica como conceptual que da lugar a una música cercana al jazz difícil de describir en la que lo terrenal y lo místico se entremezclan en unas canciones tan sofisticadas como seductoras dedicadas a la montaña rusa, el Tetris o los anillos de Saturno.
Disclosure: Energy
Dúo formado por dos hermanos de Surrey (Gran Bretaña), los Howard se hicieron famosos en 2014 con Settle, una colección de canciones de música disco con gran influencia del r&b que reventó las pistas de baile. Herederos del house de Nueva York de los años ochenta que lideraron bandas como Masters at Work, los hermanos le dieron una vuelta a un género con una producción prodigiosa llena de quiebros y la influencia de los ritmos cortados del UK Garage. Ahora Disclosure ponen luz en tiempos oscuros con este generoso doble disco de 18 canciones y seis remixes en los que siguen desempolvando los viejos sonidos del disco clásico de Studio 54 para llegar a nuevos horizontes sónicos en un trabajo en el que colaboran con grandes artistas como Kehlani en la preciosa joya de soul Birthday o slowthai en la sensacional rítmica de My High.
Bob Dylan: Rough and Rowdy Ways
Con la voz cascada, parece que haya fumado tanto tabaco en toda su vida como para mantener a la industria en horas bajas, y el corazón abierto, el Nobel ha regresado con un álbum aparentemente sencillo de country y blues, a la vez profundo y doloroso, que recuerda por su tono elegíaco a los testamentos de David Bowie (Blackstar, 2016, aquí Dylan habla de un Black Rider para referirse a sí mismo) y Leonard Cohen (You Want it Darker, 2016, con la oscuridad de nuevo como tema recurrente). Es un disco titánico, dividido en dos caras, la primera es menos política y más personal. Arranca con I Contain Multitudes, una canción casi susurrada de western inspirada en el célebre verso del poema Song of Myself de Walt Whitman. El blues clásico aparece en False Prophet, en la que defiende su autenticidad: “Voy solo donde los solitarios van”. En My Own Version of You, con referencias a Homero y los hermanos Marx, muestra su desprecio por la imagen que crean de él los medios. La celebración del personaje a contracorriente reaparece en Black Rider, apenas una línea de guitarra, en la que elogia a los que, como él, “se meten en el fuego y se comen las llamas”. En Goodbye Jimmy Reed, un blues jovial y sarcástico con armónica, se mofa de sus haters: “Me lo han lanzado todo a mí/ Todo lo que es posible lanzarme / Y no tenía nada más para defenderme que un garfio de carnicero”. La canción más bella del disco seguramente es la balada romántica I’ve Made Up My Mind in To Give Myself to You, un tema con inspiración góspel que pone la piel de gallina. Key West (Philosopher Pirate), el cierre, es toda una declaración de principios en la que guitarra en ristre rememora a Kerouac, Ginsberg y Corso, la vanguardia beatnik, como aquellos que como él nacieron en el “lado equivocado de la pista”. El Cayo Hueso, de Florida, sirve como metáfora de la propia mortalidad. Y en la cara B, Murder Most Foul, una elegía dedicada a John Kennedy que es una obra maestra.
Fontaines DC: A Hero’s Death
El espíritu punk sigue vivo en esta banda irlandesa liderada por Grian Chatten y Carlos O’Connell que ha conquistado a la crítica internacional con este álbum que por momentos recuerda a los primeros tiempos de la Velvet Underground. Recién salidos del instituto, con su sonido oscuro, sus letras de un punzante lirismo (sus fans acérrimos comparan a Chatten con Ginsberg) y la atmósfera malsana han llovido las comparaciones con Gang of Four aunque los irlandeses llegan a terrenos más cercanos al art rock de Television que a la energía punk de la mítica banda británica. Manifiesto contra una contemporaneidad que consideran idiota, la primera canción, I don’t belong (No pertenezco) lo deja claro desde su propio titulo para lanzar una diatriba en la electrizante Televised Mind, o ensalzar la empatía en Love is the Main Thing.
Gorillaz: Song Machine, Season One: Strange Timez
Mientras se propagan los rumores que sitúan a Jamie Hewlett, el artista responsable del potente concepto gráfico de Gorillaz, como hombre detrás de Banksy, la banda sigue adelante veinte años después de su fundación. Además de Hewlett, Damon Albarn continúa como fuerza viva detrás de un proyecto en el que el pop y la electrónica se fusionan con todo tipo de tradiciones. En este disco, Gorillaz recopila canciones que se han ido estrenando en su canal de YouTube, prodigios de animación a cargo de Hewlett en once capítulos. Siguen apostando por un sonido callejero y bullicioso que ejerce como fresco musical de la contemporaneidad con colaboraciones que van de Elton John en The Pink Phantom, una canción de pop clásico con un piano dramático, a coqueteos con el funk como The Valley of the Pagana, con Beck en tono irónico, a los sonidos trap de Pac-Man, con ScHoolboy Q, o al hip hop old school de How Far?, con Tony Allen y Skepta.
Haim: Women in Music Pt. III
La música de Los Ángeles domina el mundo en sus tres vertientes, la comercial (Justin Bieber), el hip hop (Kendrick Lamar) y también con música “californiana”, los Eagles para entendernos. Grupo formado por las tres hermanas Haim y liderado por la guitarrista y vocalista Danielle, las músicos se hicieron muy famosas con Days Are Gone en el que brillaban por su capacidad para componer canciones enraizadas en una tradición gloriosa como el rock de la Costa Oeste y aderezadas por unos estribillos sensacionales y unas letras irónicas y deliciosas. Women in Music Pt. III es un disco más sofisticado y electrónico aunque mantienen el tono lo fi y una producción “sucia”. Comienzan con la fulgurante Los Angeles, con una melodía deliciosa, y triunfan con canciones como la folk Steps o el hit pop I’m in It.
Idles: Ultra Mono
Desde su trepidante aparición hace tres años con Brutalism, los de Bristol han ido evolucionado desde un punk rock contundente pero más festivo hasta el hardcore numetalero de este sensacional Ultra Mono. Dice el líder, Joe Talbot, que el disco surge de su “proceso de sanación, que no es completo” y canta como un loco (más bien grita) todo tipo de mensajes incendiarios. Por ejemplo, en Kill with Kindness recita: “Tengo una verdadera y gran sonrisa en el espejo/ Clavaré mi bota en el suelo para ver qué se remueve/ Y los mataré con mi amabilidad”. Hay algo un poco paranoico y turbulento en un álbum que revela un alma convulsa y poética que emerge en medio de un montón de maravilloso ruido.
Dua Lipa: Future Nostalgia
Cantante londinense de origen kosovar, Dua Lipa es una gran estrella del pop mundial. Ella misma llama a su segundo álbum Future Nostalgia para defender una vuelta a las raíces del pop y aunque a veces se acerca a la cadencia del rap (es inevitable) brilla siempre su bonita voz, capaz de ir de los agudos a los graves con pasmosa facilidad. En la tradición de Madonna, Britney o Cher, la artista produce música comercial de gran calidad para la pista de baile con un punto feminista de autoafirmación que suena auténtico. Destacan hits como la chispeante Break My Heart, la fulgurante Physical, en el que reivindica el espíritu de Olivia Newton John y la época de los calentadores y el aerobic, o el bombazo de Don’t Start Now.
Mac Miller: Circles
El desdichado Mac Miller murió en septiembre de 2018 por sobredosis después de una breve y notable trayectoria. Es imposible no escuchar este disco póstumo con un plus de emoción, el mismo en el que Miller estaba trabajando antes de su repentina muerte y terminó el productor, Jon Brion. Inspirándose en el concepto “nadar en círculos”, es un LP de r&b sofisticado y lánguido en la estela de otras lumbreras de Los Ángeles y ex colaboradores como Anderson Paak. La tragedia que se avecinaba puede adivinarse en canciones como la preciosa Good News en la que canta “me arrepiento de muchas cosas pero trato de olvidar/ ¿por qué no es más fácil?” o Complicated en la que rapea “alguna gente dice que quiere vivir para siempre/ Yo me conformo con pasar el día”.
Róisín Murphy: Róisín Machine
A finales de milenio, la canción Sing it Back, de los irlandeses Moloko, marcó época. Performer aficionada al disfraz y la puesta en escena extravagante, Róisín Murphy es una cantante con carisma y una bonita voz lírica que siempre ha contrastado con los sonidos electrónicos de sus canciones discotequeras dándoles una emoción especial. En su tercer disco en solitario, Róisín Machine, sigue ejerciendo el papel de diva disco, es una explosiva reivindicación de la discoteca como espacio de libertad y liberación. Comienza con el groove de la vitamínica Simulation para proseguir con temas más cercanos al soul/funk como Something More, We Get Together o Narcissus que recuerdan al soul discotequero de los 70.
Perfume Genius: Set My Heart on Fire Immediately
Michael Alden Hadreas es un músico que no teme buscar la Belleza con mayúsculas. Partiendo de un pop electrónico con guitarras eléctricas que por momentos lo acerca al rock, tras sufrir acoso escolar por su homosexualidad, ha convertido su propio proceso de sanación e introspección en el material con el que construir canciones. Contando con músicos de excepción como el saxofonista Sam Gendel o el batería Jim Keltner, Alden plantea su LP como una manifestación de sus emociones corpóreas buscando la inspiración en lo material tras un trabajo anterior, No Shape, en el que precisamente exploraba lo contrario, la elevación de espíritu por encima de la carne. Hay ecos de Magnetic Fields en canciones cercanas al folk pop como Without You y emoción pura y dura en la sublime Whole Life o la bellísima Jason.
Grimes: Miss Anthropocene
Artista de la raza de Björk, por su afición al disfraz y a la experimentación electrónica, Claire Elise Boucher, célebre como Grimes sigue arrasando con un disco más pop que en sus primeros discos. Miss Anthropecene está inspirado según ella misma en el cambio climático y en cada canción pretende “materializarse en una diosa que representa nuestro estado de extinción”. Hay un tono épico como de fin del mundo en casi todas las canciones, ahí esta esa Violence con una base rítmica ochentera sensacional que suena como una especie de rave apocalíptica y medio histérica, o la guitarra de Delete Forever, una canción pop que podría haber firmado Ariana Grande, y a veces recuerda a Madonna como en My Name Is Dark.
Andrea Laszlo de Simone: Inmensitá
Muchas veces asociamos la música italiana a los felices 60 en los que triunfaban los guateques y canciones como Ti amo de Umberto Tozzi. Una imagen tópica que en parte tiene que ver con que pocas veces llegamos a conocer a los músicos de ese país en este mundo tan anglosajón nuestro. En cualquier caso, Italia sigue viva y lo demuestra este talentoso Laszlo de Simone, un hombre que también graba sus propios vídeos y confiesa en la revista Les Inrockuptibles que no escucha demasiada música porque se guía por la intuición. La gran tradición italiana es sometida en este brillante Inmensitá a una conveniente reconstrucción sónica que paradójicamente devuelve a esos ritmos la frescura de antaño. El single que da título al EP, con tono new age, es tan emocionante como juguetona y sabia Mistero, en la que se inspira en el barroco.
Ela Minus: acts of rebellion
Colombiana instalada en Brooklyn, Gabriela Jimeno es Ela Minus y no hace música latina sino un electropop oscuro y arty que vendría a ser la versión gótica de Billie Eillish. Lo mejor de sus canciones es que recuerdan a bandas como CHVRCHES o los añorados Ladytron con un tono aún más retro y analógico. Graduada en batería de jazz y diseño de sintetizadores, conviene escuchar con atención unas canciones que parecen más sencillas de lo que son porque están plagadas de beats y todo tipo de ruiditos que construyen un mundo propio muy seductor. Brilla en hits como dominique o el cielo no es de nadie que nos hacen echar de menos las cerradas discotecas.
Popcaan: Fixtape
Gran estrella internacional de la música jamaicana, Popcaan mantiene viva la llama del dancehall con un sonido más urbano acorde con los tiempos que no traiciona las raíces. Fixtape no es salto definitivo de Popcaan al mainstream sino un regreso a los orígenes con un sonido más purista que pretende reproducir la frescura de los antiguos sound system de esos “dancehalls” callejeros de Kingston en los que el reggae adquiere un tono más duro y frenético en unas canciones destinadas a la pista de baile. Los amantes de la música jamaicana disfrutarán de temas como MAMAKITA, CANARY o UNDA DIRT que renuevan y modernizan una tradición musical indispensable.
Run the Jewels: RTJ4
Proyecto de rap político liderado por los MC Killer Mike, afroamericano de Atlanta, y El-P, anglosajón de Nueva York, el dúo publicó el álbum en plenas protestas por la muerte de George Floyd, lo cual multiplicó su impacto. “Estás tan entumecido que ves a los policías asfixiar a un hombre como yo/ Hasta que mi voz pasa de ser un grito a un susurro: “No puedo respirar”/ Y te quedas sentado en tu sofá mirándolo por televisión”, rapea Mike en walking in the snow, que está dedicada a Eric Garner, un ciudadano que murió en 2014 en circunstancias similares a las de Floyd provocando protestas por todo el país. Para quienes estén acostumbrados al hip hop más melódico con grandes producciones como el de Travis Scott o incluso Kendrick Lamar este es un disco de rap puro y duro con una clara influencia de bandas de los 80 como Public Enemy, usan los escraches con generosidad, en una especie de modernidad vintage súper sofisticada.
Sufjan Stevens: The Ascension
Músico de la raza de los exploradores a los que parece que les importa un bledo lo que esperen sus fans, Stevens obtuvo un gran éxito hace cinco años con Carrie&Lowell, un disco bellísimo en el que practica un folk delicado y lo fi. Ahora cambia por completo de tercio con The Ascension, en el que se pasa a una electrónica indie con aires de los 90 para seguir contándonos sus torturas personales con un tono que busca una cierta espiritualidad a través del sinte. Stevens sigue produciendo canciones preciosas como Lamentations, con un aire a lo Kevin Parker de Tame Impala, o la celestial Run Away With Me donde se acerca al r&b deconstruido de FKA Twigs.
The Strokes: The New Abnormal
Paso previo a un verano triunfal en el que The Strokes eran cabezas de cartel de los mejores festivales como el Primavera Sound, de momento lo que tenemos seguro es este nuevo disco en el que los neoyorquinos son fieles a su leyenda. Siete años después de Comedown Machine, no es el discazo que vaya a cambiar la historia de la banda pero sí una colección modélica en su estilo. De nuevo, ese rock eléctrico con raigambre neoyorquina (de la Velvet Underground a Sonic Youth pero más “divertidos”) festoneado por explosivos estribillos, riffs de guitarra y teclados que son marca de la casa. En Bad Decisions se acercan a Metronomy con esa línea de guitarra juguetona y glamourosa en la que homenajean hasta acercarse al plagio el Dancing With Myself de Billy Idol, pero hay otros buenos temas como esa Eternal Summer, con un bajo a lo Fleetwood Mac, o la balada Ode to Mets, que suena desgarrada y perfecta para los festivales. Crucemos los dedos.
Taylor Swift: Folklore
Coronada como “America’s sweatheart”, Swift viajó del folk al pop y en este brillante disco realiza el camino de retorno. Con Folklore, la estrella regresa a sus orígenes con un disco más folk como su propio título indica y una producción menos bombástica. Swift sigue teniendo una gran facilidad para hacer canciones bonitas que brillan en este disco que suena al mismo tiempo popular y honesto. Cardigan, el single de adelanto, es una balada emocionante en la que confiesa “como un viejo jersey” en su relación de pareja. La colaboración con Bon Iver, exile, es una modélica canción de pop folk con un maravilloso estribillo a la altura de una superestrella como ella.
Lil Uzi Vert: Eternal Atake
Pocos artistas de hip hop reflejan con tanta crudeza en sus letras las dificultades de los negros pobres de Estados Unidos como este artista de Atlanta célebre en el mainstream por el single All My Friend’s Are Dead. Su nuevo trabajo, Eternal Atake pilla a Uzi Vert en pie de guerra como siempre (el anterior se llamaba “soy la rabia” y el previo a este “contra el mundo”) en un álbum poderoso en el que el rapero se sube a una imaginaria nave espacial para construir una fantasía futurista cargada de intensidad y tensión. Solo por escucharlo rapear ya valdría la pena estas canciones que a veces recuerdan al tono épico del rap francés.
Tame Impala: The Slow Rush
Proyecto liderado por el carismático Kevin Parker, cantante y compositor que nunca ha ocultado que utiliza sus propios traumas psicológicos para su trabajo, los australianos Tame Impala son los “responsables” del revival de la psicodelia que ha vivido la música anglosajona los últimos años. Con su sonido épico siempre in crescendo y su capacidad para crear ricas texturas musicales electrónicas, Tame Impala siempre ha sido un grupo que brilla especialmente en directo y The Slow Rush es más de lo mismo. Los fans de Lonerism (2012) o Currents (2015) disfrutarán este nuevo trabajo más pop que los anteriores en el que Parker parece menos deprimido que antes presentando una versión más sensible que desquiciada de sí mismo. Hay gemas como esa Lost in Yesterday que recuerda a los Beatles o Borderline, con un toque a lo New Order, que como casi todo el álbum está más enfocada para la pista de baile y el disfrute.
Yves Tumor: Heaven to a Tortured Mind
Originario de Tennessee e instalado en Berlín, el músico y cantante Yves Tumor es una de las voces más originales surgidas en la escena electrónica de los últimos años. Siempre cercano al rock, Tumor obtuvo un gran éxito hace año y medio con canciones como Noid o Liccking an Orchid, donde mezclaba la fuerza del rock con sofisticadas distorsiones electrónicas y la energía del hip hop. En su nuevo disco, Heaven to a Tortured Mind, suena más rockero y más punk en un disco con muchas guitarras en el que por momentos se acerca al punk (Medicine Burn, Gospel for a New Century). The Guardian, entusiastas, lo comparan con David Bowie y es cierto que Tumor tiene la capacidad de hacer que el rock suene fresco de nuevo.
Waxahatchee: Saint Cloud
Banda liderada por la joven Katie Cruchfield, hay mucha belleza y buena música en este magnífico Saint Cloud que revitaliza el country con unas canciones que suenan a la vez luminosas y tristes, antiguas y nuevas. Cruchfield tiene una bonita voz y logra incluso que los numerosos falsetes suenen auténticos y primarios, como si expresaran un cierto existencialismo sarcástico y pastoril. Arranca con la maravillosa Oxbow, en la que se acerca a Haim y el pop con ese estribillo tan pegadizo (“I Want it All” una y otra vez) para proseguir con temas más cercanos al country como The Eye, donde brilla un candor delicioso, o la más rockera Witches.
The Weeknd: After Hours
El canadiense de origen etíope Abel Makkonen Tesfaye, célebre por su alias The Weeknd, ha sido el artista más comercial del mundo este 2020 y no le falta calidad y magisterio. Muy influido desde siempre por Michael Jackson, de quien imita incluso su característica manera de cantar con falsete, lo mejor del músico siempre han sido las elaboradas y meticulosas bases electrónicas, verdaderos prodigios de orfebrería que hacen que lo que podría ser un pop con aires de r&b más o menos convencional vuele más alto. En After Hours opta por una producción menos aparatosa en un álbum inspirado por la psicodelia en el que no podía faltar la colaboración de Kevin Parker (Tame Impala), rey del género en Repeat After Me (un midtempo vistoso) en un disco en el que también colaboran Metro Boomin (Escape from LA) y un rara avis como Oneothrix Point Never como productor en la propia Repeat After Me y en la grandiosa Until I Bleed Out, con la que cierra el disco dejándose influir por los ritmos africanos. Lo mejor, como siempre, son los hits y ahí están temas como el que da título al álbum o Blinded By the Lights, que no aportan mucho a su gloria pero lo consolidan como uno de los indiscutibles reyes del mainstream.