Yung Beef, Tangana y Morad: apogeo de la música urbana
El flamenco de Soleá Morente, el rock de Hinds y Triángulo de Amor Bizarro y la sensibilidad de Rodrigo Cuevas también han marcado el año
22 diciembre, 2020 17:26El trap ha dejado de ser un fenómeno juvenil para convertirse en el estilo de música más popular de España, como demuestra el enorme éxito de Antón Álvarez Alfaro, C. Tangana, uno de los más belicosos al desmarcarse de la etiqueta trap para hablar de “música urbana”. Llámenlo trap o música urbana, ha sido el gran año de Yung Beef, que ha publicado en plena pandemia cuatro discos, de la experimentación con los sonidos latinos de Perreo de la muerte 2.5 al trap más canónico de Sishi Plugg. Dentro del mismo sello, La vendición, La Zowi se desata en Elite, donde reivindica con fuerza su sexualidad. Desde Barcelona, el joven Morad, hijo de emigrantes marroquíes, triunfa a lo grande con una serie de sencillos en los que combina la denuncia social con el espíritu festivo. Y la hispanoargentina Nathy Peluso vuela alto con su trap latino y electro plasmado en Calambre, un disco lleno de energía con momentos de irónica melancolía.
El rock también vive un momento álgido en la música nacional con el vigor de los gallegos Triángulo de Amor Bizarro, quienes prosiguen con su investigación sónica por los confines del ruido en oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ. Los vascos Belako, por su parte, exploran la chanson y el pop en su nuevo disco, Plastic Drama, mientras los malagueños instalados en Madrid Biznaga le dan nuevos bríos al punk. La música con raíces también está de fiesta con lo nuevo de Soleá Morente, Lo que te falta, un álbum de gozoso flamenco, y Rodrigo Cuevas, con su sensible reinvención del folclore asturiano.
Lo mejor del año: Shishi Plugg / Perreo de la muerte 2.5 / Sonrisas / Lágrimas, de Young Beef
Fernando Gálvez, aka Yung Beef, no ha descansado durante la pandemia. Hasta cuatro discos y varios sencillos ha lanzado este 2020 en el que se ha mostrado más audaz que nunca. Del trap más ortodoxo con sello de Atlanta de Sushi Plugg, grabado junto al chileno Pablo Chill-E, a la experimentación electrónica de Sonrisas, pasando por el lirismo melancólico de Lágrimas y sin olvidar su tercera incursión en el terreno del reguetón, Perreo de la muerte 2.5. Cuatro discos como cuatro soles, a los que aún habría que añadir varios singles. Una pasión creadora que revela a un artista en plenitud de facultades, pero también mucho más sofisticado que va del hit vitamínico de la espléndida Si mañana me muero a la crudeza rapera de No nos pueden soportar sonando con la misma fuera. Son discos plagados de colaboraciones de raperos como Pipo Beatz, Papi Trujillo, la Zowi o Khaled, que conforman un fresco callejero de Madrid tan apasionante como multicultural, lleno de amores, desamores, trapis, precariedad, lealtades, traiciones y sexo con influencias musicales que van de Bad Bunny a los ritmos árabes sin desdeñar los beats africanos o el flamenco.
Plastic Drama, de Belako
Provenientes de Mungiu (Vizcaya), Belako son un grupo de indie rock con raíces en bandas como Sonic Youth o Pixies y un tono por momentos bizarro que recuerda a Mac DeMarco. Con tres álbumes a sus espaldas, Plastic Drama es un disco más vigoroso y, como su propio título indica, más dramático. Banda liderada por los hermanos Josu y Lore Billabeitia, a los que se suman Criz Lizarraga a los teclados y Lander Zalakain a la batería, de vez en cuando cantan en francés lo que da un toque chic a canciones con tendencia ruidista como Sirène, con un bajo sensacional, o la que da título al disco, una canción más pop en la que se acercan a Christine and the Queens con un ritmo tropicalista y por supuesto guitarras más afiladas.
Gran Pantalla, de Biznaga
Malagueños instalados en la capital, los Biznaga llevan seis años dando guerra y con este Gran Pantalla, como su propio título indica, se dedican a despotricar contra lo que llaman “dictadura tecnológica”. Cuentan Jorge Navarro y Alvaro García, líderes, que buscaban un sonido más impersonal y frío para reflejar un universo despersonalizado de redes sociales en el que nos relacionamos a través de máquinas, lo cual no quita que haya una cierta explosión de rabia juvenil luminosa y por momentos incluso festiva, como si animaran a que salgamos todos a la calle a cargarnos el móvil. Es un disco que no da tregua desde el principio con un temazo detrás del otro en el que descargan toda su furia guitarrera cual Buzzcocks contemporáneos. Ahí está la contundente y gamberra 2K20 en la que rescatan el espíritu tumultuoso del punk o el bajo irónico de No-lugar.
Bien y otros sencillos, de C. Tangana
Tangana es el más mainstream de los raperos patrios, un artista que busca el gran público y lo hace sin perder autenticidad, echando mano de ironía y un gozoso sentido del humor. La música urbana está poniendo en tela de juicio el LP como formato rey de la industria para volver a un panorama más parecido al de los años 60 en el que el single cobra protagonismo. Lo mejor de Tangana ha sido su sencillo Tú me dejaste de querer, una preciosa balada aflamencada con el Niño de Elche, y hay mucha fuerza en la turbulenta Demasiadas mujeres, mientras se acerca a un trap más clásico en Ya no, con Sticky M.A. Hemos visto a un Tangana más sensible y menos macarra, que brilla en el EP Bien, cuatro canciones en la estela de la decadencia lánguida de Frank Ocean, esa música tristona creada a base de distorsiones de sintes que recuerdan a una especie de lounge deconstruido. La melancólica Nunca estoy, la canción más escuchada de la cuarentena, tiene un sample del Corazón partío de Alejandro Sanz que funciona y una base de Nineteen85 (colaborador de Drake).
Manual de cortejo, de Rodrigo Cuevas
Personaje peculiar de la escena española, el asturiano Rodrigo Cuevas combina el folclore asturiano, la vanguardia y la estética queer en un cóctel curioso al que logra dar autenticidad gracias a su sensibilidad y personalidad. Cuevas debuta con Manual de cortejo, un álbum en el que ha contado con la producción de lujo de Refree. En la estela de Lorena Álvarez, aunque con un punto inclasificable, Cuevas logra que su música no se quede en un experimento más o menos ingenioso gracias a su voluntad de expresar sus sentimientos y no simplemente jugar con las influencias. Él dice que se basa en la música que escuchaban nuestros “güelus” por la radio y se atreve con una versión lo fi y distorsionada de Tengo que subir al puertu con guitarra andaluza y beats retorcidos que imitan los sonidos de un ordenador antiguo estropeado (un recurso que utiliza varias veces) sin olvidar una muñeira (Muñeira para Filla da Bruixa) o un Rambalín con el Coro de Minero de Turón, en la que brilla una preciosa línea de guitarra, en una canción sobre la homofobia.
The Prettiest Curse, de Hinds
Dos años después de I Don’t Run, el disco que las consagró, han grabado su nuevo material entre Londres y Nueva York y según ellas mismas han dispuesto de mucho más tiempo que de costumbre. El resultado es un LP menos garagero y más pop en el que usan por primera vez los teclados para crear canciones guitarreras a lo Strokes (influencia clara y confesa) pero menos oscuras y mucho más aptas para los grandes recintos de los festivales de verano. Lo mejor de las Hinds siempre ha sido un delicioso aire de improvisación y amateurismo combinado con una gran fuerza lírica que sigue presente en The Prettiest Curse. Por primera vez cantan en español o más bien en spanglish en Good Times, Bad Times, todo un hit con aire a California, o Come Back and Love Me, donde utilizan la guitarra española en una canción bizarra a lo Mac deMarco fabulosa.
Normal y otros singles, de Morad
El Morad, como se llama a sí mismo, es un chaval de Hospitalet de Llobregat que está arrasando con una serie de sencillos, todos con su correspondiente videoclip, en los que cuenta historias de su barriada, La Florida. Normal se ha convertido en el himno trapero del año con un ritmo sensacional con influencias árabes y ese estribillo contagioso. Una furibunda defensa de la “clase obrera”, críticas al acoso policial, una crónica de los trabajos precarios y los trapis aderezan unas canciones que suenan auténticas y sinceras, en las que el rapero cuenta a tiempo real sus propias andanzas vitales. Destaca la deliciosa ironía de la chispeante Ya viene el álbum, la alegría juvenil de la bombástica Motorola o el calado social de Nos perdone. Y si con uno no basta, atentos al amigo sonriente de todos los vídeos, Beny Jr, nueva estrella del drill patrio.
Lo que te falta, de Soleá Morente
Hija del gran Enrique y hermana de Estrella y Kiki, Soleá triunfa a lo grande con su tercer disco en solitario, donde cuenta con la producción de lujo de David Rodriguez (La estrella de David) y colaborador en varias canciones. La cantaora presenta un disco rumbero de hechuras clásicas, sin despreciar la experimentación, que suena como una fiesta de puro placer gracias a unas canciones que rezuman vida y sangre. Arranca con las palmas y la guitarra de Cariño, versión de una canción del propio Rodríguez con aires balcánicos, y nos seduce con temas como Viniste a por mí, clásico del desamor, o la fabulosa base rítmica de Ducati. La influencia del raï, icónica música argelina, deslumbra en Coca-cola, junto a La Estrella de David, mientras se desmarca con un exquisito bolero con la bella No puedo dormir. Cierra el álbum con una composición propia, Condiciones de la luna, junto a J de Los Planetas, donde demuestra su exquisita sensibilidad.
oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ, de Triángulo de Amor Bizarro
Grupo fundamental de la escena española desde que irrumpieran con fuerza en 2007 con un álbum que, como este último, se llamaba como ellos -aunque ahora lo escriben al revés-, los gallegos Triángulo de Amor Bizarro siempre han destacado por ser un grupo con un concepto artístico punk muy bien elaborado en el que brillan tanto su dominio de la técnica como de la rabia y la poesía. TAB son nuestros Sonic Youth por su capacidad de exploración sónica en los confines del rock. Mientras Canción de la fama es una canción de garage punk en la que se burlan de la fama, la sensacional ASMR para ti nos seduce con una bonita línea de guitarra a lo War on Drugs mientras Acosadores, con Adriana Punsetes, es la clásica canción de punk patrio con un bajo voraz y un tono Elefant, sin olvidar la grandeza del single, Vigilantes del Espejo, donde brilla la influencia de The Clash.
Elite, de La Zowi
Es posible que “puta” sea la palabra más políticamente incorrecta del mundo actual y no es casualidad que la hispanofrancesa Zoe Jenneau la utilice con fruición en sus canciones. Por si fuera poco, también reivindica a la ama de casa, una ama de casa de Gucci, claro. Performer sofisticada y con ganas de polémica, la Zowi rapea “quiero que me la metas por todas partes” en Gogo y en La Fulana hace toda una declaración de intenciones: “Lo tengo en cash, lo tengo en oro”. La música de la Zowi apenas usa sonidos analógicos y trabaja con texturas y beats creados con caja de ritmos, lo cual le da a su música una sonoridad metálica y glamourosa, como de fantasía de amor y lujo callejera y tecnológica.
Nathy Peluso: Calambre
En muy poco tiempo, esta rapera hispanoargentina se ha convertido en uno de los puntales de la música latina más ambiciosa y moderna. Esmeralda, publicado en 2017, recopiló varios sencillos que habían alcanzado resonancia en la capital argentina para triunfar en medio mundo. Calambre es un disco con una producción mucho más lujosa lo cual no quita que siga allí gran parte del encanto de Peluso, un tono incisivo, deslenguado y callejero. Hay canciones que destilan un romanticismo melancólico y sarcástico como la maravillosa balada Buenos Aires o Arroró, inspirada en una antigua canción canaria para dormir a los niños mientras en otras explota como una Cardi B latina de rompe y rasga, ahí está la “empoderada” Business Woman sin olvidar la salsa de Agárrate. Nathy Peluso es pura dinamita.