Para el mundo del flamenco es una noticia trascendental. Ya lo dijo Paco de Lucía cuando en 2004 le otorgaron el Príncipe de Asturias de las Artes: "Es un reconocimiento a la cultura de Andalucía, de mi tierra, y sobre todo del flamenco". Hoy, la prestigiosa distinción ha recaído en dos grandes: Carmen Linares y María Pagés.
Existe una fotografía de la primera entrañable, en forma de premonición, si se quiere, o de escena que bien podía haber pasado desapercibida: una pequeña en un concurso de radio, con calcetines blancos y falda tableada por encima de las rodillas, cantando delante de un micrófono mucho más alto que ella. Detrás, en una mesa, el premio: una muñeca, la famosa Mariquita Pérez, el sueño para una niña de entonces.
Ha pasado mucho tiempo de ese galardón hasta habérsele concedido ahora a Carmen Linares el Premio Princesa de Asturias de las Artes. También a su amiga, María Pagés, que empezó a bailar a los cuatro años. Dos vidas desde siempre entregadas al flamenco, que lo han honrado con una dignidad, una perseverancia y una decencia ejemplares, llevándolo a los escenarios del mundo -espacios donde se han dejado la piel en cada actuación- y mostrándolo invariablemente como expresión de la máxima calidad artística.
"La finalidad del arte es trascender, iniciar un camino de búsqueda hacia el más allá, que es, al fin y al cabo, la búsqueda de uno mismo". Y esa búsqueda perenne la ha llevado a cabo María Pagés desde Autorretrato a Alas rotas, pasando por Flamenco y poesía, Utopía, Dunas, Óyeme con los ojos, Yo, Carmen, Entremos en el jardín, Rostros, Una oda al tiempo o Paraíso de los negros. Una dinámica incansable de creatividad, de riesgo y de entrega para alguien que piensa que "el flamenco está en continua evolución y con una capacidad, como pocas manifestaciones artísticas, de desarrollarse, de crecer, con esa potencia y esa energía para avanzar, para seguir transmitiendo y para ser un arte actual". La vigorosa disposición para la inventiva de María Pagés y su necesidad de abrirse a otros ámbitos de manifestación dancística son algunos de los mecanismos que impulsan sin descanso a esta maestra del baile.
Es curioso, pero María lee y se inspira en textos de Rumi, Abenarabi, Baudelaire, Yourcenar, Octavio Paz o Benedetti, mientras Carmen canta a los Machado, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Alberti, Borges, Miguel Hernández o Valente. "Los poemas de Miguel Hernández son profundos, apasionados, tienen mucha autenticidad: cuando habla del amor a su mujer, a su hijo, cuando se refiere a la muerte o a la vida, a su compromiso con aquellos momentos. Él lo plantea todo en primera persona. Por lo tanto, la emoción que he puesto en cada pasaje es necesaria para otorgarle identidad a su obra".
Porque no se trata solo de que las dos posean un particular olfato para detectar unas líneas que puedan ser adaptadas, sino de tener la suficiente cultura poética y musical como para identificarse con ellas y ajustarlas a los distintos estilos del repertorio flamenco. Es cuestión de sagacidad, pero también de percepción, al transformar el acto íntimo de la lectura en un ejercicio donde cada verso o cada estrofa vaya indicando, en un juego de sugerencias, un cante y un baile determinados.
Amigas ejemplares
La mejor poesía se une a la mejor danza y al mejor cante. "Pero tengo la suerte de estar por encima de cualquier condicionamiento", una rotunda frase de Carmen Linares para quien la libertad, expresada con exquisitez y convencimiento, forma parte de su propia naturaleza y superar dificultades con una técnica prodigiosa, acompañada de su refinada sensibilidad y la riqueza de sus registros, además de su emocionante aptitud para comunicar su música, con una discografía ejemplar. Entre otros títulos: Antología de la mujer en el cante, Locura de brisa y trino, Un ramito de locura, Raíces y alas, Remembranzas o Verso a verso.
Carmen Linares y María Pagés: carácter y compromiso, elegancia, altura dancística y altura cantaora. Premios Princesa de Asturias. Dos inmensas artistas con una obra ejemplar.