Image: El republicanismo de Simon Boccanegra

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Ópera

El republicanismo de Simon Boccanegra

José Luis Gómez lleva al Liceo la ópera de Verdi

18 diciembre, 2008 01:00

Moore y Stoyanova en un momento del montaje. Foto: Antoni Bofill

Simon Boccanegra se estrena el próximo día 23 en el Liceo de Barcelona. Protagonizada por el barítono Anthony Michaels-Moore y la soprano Krassimira Stoyanova, supone el reencuentro con la ópera de José Luis Gómez. El director de escena, que ha interpretado la obra como una defensa del republicanismo, la ha ambientado en el periodo que va desde los orígenes de éste hasta principios del siglo XX. Será retransmitida el 14 de enero, en directo, a través de las salas Cinesa de Barcelona.

Desde que hace quince años dirigió en La Bastille de París Carmen, José Luis Gómez no había vuelto a pisar los escenarios líricos. Pero el Liceo de Barcelona le ha esperado pacientemente con el fin de que dirigiera una ópera en cuyo argumento ha encontrado una veta de interés para este veterano actor y director de escena. Simon Boccanegra es una de las composiciones de Verdi más comprometidas políticamente con el republicanismo italiano. Y su protagonista, el excorsario Boccanegra, un personaje de los que fascinan a Gómez por su humanismo y su acción política, al estilo, salvando las distancias, del personaje que él mismo defendió en escena en Azaña, una pasión española. "A mí esta historia me gusta mucho, e incluso tiene cosas en común con mi vida, como la historia del reencuentro entre el padre y la hija. En esta ópera, por un lado hay una historia de amor, un argumento, lo que llamo story, y luego está la historia política, la history, en la que de alguna manera Verdi está hablando de la unidad de Italia y de cómo un hombre lucha por transmitir humanidad. Es en la history en donde yo me he centrado", señala el director onubense.

El recambio de Cavour
Verdi hizo dos versiones de Simon Boccanegra. La primera, con un libreto débilmente construido por Francesco Maria Piave inspirado a su vez en un drama del gaditano García Gutiérrez, fue un fracaso en su estreno en La Fenice de Venecia en 1857. Pero en 1880 arregló el desaguisado con la ayuda del joven Arrigo Boito, que le dio un tono shakesperiano a una historia que enfrenta al viejo patricio Fiesco con el dux Simon, amante de la hija de Fiesco y con la que, a su vez, tiene una hija.

"La primera versión", explica Gómez, "es muy melodramática. Cuando Verdi, un hombre del Risorgimiento y firme defensor de la unidad de Italia, le encarga a Boito el arreglo, éste hace una defensa del republicanismo. De la famosa escena del Senado hace una gran escena política. Hay que recordar que la Italia del momento había perdido a Cavour y se echaba en falta un relevo político. Por eso él construye la figura ideal en el personaje de Boccanegra, que apela a la colaboración de Génova y el Véneto, o sea, a la unidad nacional, y a la armonización de los intereses de los patricios y de los plebeyos, es decir, a la convivencia pacífica de los civiles".

Así pues, lejos de Gómez está presentar a Boccanegra como un aventurero que acaba dedicándose a la política. Por un lado, es un padre amantísimo en la línea de otros papeles creados por Verdi y que tiene una relación muy cariñosa con su hija Amelia; por otro, es un héroe, un hombre de Estado y un líder con una visión humanista. Así lo ve el director: "Boccanegra es originalmente un corsario, de baja extracción social, que llega al poder con votos comprados. Pero es un hombre que se regenera a través de la acción política, un hombre honesto y generoso".

El director ha elegido un amplio periodo, el que va desde la Revolución Francesa hasta principios del siglo XX, es decir, entre el nacimiento del republicanismo y su desarrollo, para situar esta producción. "Para mí tiene poco valor que Verdi ambientara esta historia en el siglo XIV, creo que es un truco que emplean muchos autores para tomar distancia de asuntos presentes que quieren contar".

La escenografía de Carl Fillion, asiduo colaborador del canadiense Robert Lepage (y de quien veremos en enero, en el Real, The Rake’s Progress) es, según explica el director, "una creación muy sintética, con grandes espacios simbólicos y sin apenas ornamentos". Durante toda la obra se mantiene un fondo o atmósfera marinos, un ambiente de mar, ya que ésta se desarrolla en Génova. Sin embargo, es el vestuario, creado por Alejandro Andújar, el que tiene la función de situar al espectador en el contexto del republicanismo al que antes aludía el director.

Desde el punto de vista musical, Simon Boccanegra exige un elenco de tres grandes barítonos. Con dirección del milanés Paolo Carignani, Simon es interpretado por el escocés Anthony Michaels-Moore, mientras su enemigo Fiesco es Giacomo Prestia, y el canciller de Boccanegra, Paolo Albani, el también barítono Marco Vratogna. El rol femenino es el de la hija de Boccanegra y nieta de Fiesco, Amelia, que interpreta la soprano búlgara Krassimira Stoyanova; su amante, Gabriele Adorno, es el tenor Nell Shicoff. Entre los halagos que Gómez echa a "su Simon", Michaels Moore, figura el de "ser un cantante-actor exquisito, un regalo. Ha entrado tarde, porque en principio su papel lo iba a interpretar Carlos álvarez, quien por indicaciones médicas ha tenido que guardar reposo. Pero volviendo a Moore debo decir que es un profesional con una atención impresionante y con un gusto muy fino".

A grandes trazos
No debe ser fácil para un director tan minucioso y exigente con los actores como Gómez enfrentarse a los cantantes, habituados a un repertorio de roles que repiten una y otra vez y que propicia que cojan vicios interpretativos. "Este hábito lleva al actor cantante a una gran parasitación, pero el peor parásito es no pensar en lo que se canta". Y añade: "En la ópera no se puede entrar en el detalle comportamental. Hay que encontrar los gestos básicos del personaje, los grandes trazos que van a marcar la obra". Y continuando con las diferencias entre la escena teatral y la escena lírica señala: "El teatro y la ópera tienen mucho en común, pues en ambos casos hay que contar una historia sobre el escenario. El problema viene porque el cantante tiene que atender una demanda ingente: la musical y la interpretativa. Está polarizado y, a veces, no da abasto". Otra de las diferencias entre teatro y ópera son los tiempos de producción. Esta ópera se ha montado en cinco semanas. "Son tiempos mucho menores que en el teatro y si se comparan con los que empleamos en La Abadía, las diferencias son abismales. Por eso en la ópera no hay lugar para la improvisación. Un director lo único que puede hacer es llegar al ensayo con la ópera muy estudiada y con muchas de las decisiones de su puesta en escena tomadas con antelación".

Hay una producción de Simon Boccanegra que figura entre las más sublimes de las que se han hecho. La estrenó Giorgio Strehler en 1971 en el Teatro alla Scala, con escenografía de Frigerio y con Claudio Abaddo en la dirección musical. Lluís Pasqual dirigió otra producción en Valencia en 2007, también con escenografía de Frigerio, y con Carlos álvarez como Boccanegra.