Image: Anne Sofie von Otter

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Ópera

Anne Sofie von Otter

“La ópera sería aburrida sin los caprichos de la divas”

8 mayo, 2009 02:00

La soprano sueca en su última visita al teatro real. Foto: Javier del Real

El Maestranza de Sevilla albergar jueves la presentación de un recopilatorio de arias de Bach con el que la soprano sueca Anne Sofie von Otter regresa a su repertorio natural. La ‘antidiva’ ha hablado con El Cultural sobre la popularización del barroco y las incursiones wagnerianas que este verano la llevarán a Aix-en-Provence.

La mezzo sueca ha regresado a su fortaleza del barroco. Nunca ha llegado a descuidarla, pero su implicación con la música degenerada -así llamaba Hitler a la vanguardia de entreguerras- y la versatilidad de sus proyectos extravagantes -de Elvis Costello a Wagner- parecían haberla distraído de los allegados compromisos patrimoniales. Es la razón que explica su reencuentro con Bach y el motivo que la convierte en noticia de la actualidad musical española.

Anne Sofie von Otter (Estocolmo, 1965) nunca ha cantado una ópera al sur de los Pirineos, pero confirma el próximo jueves en el Maestranza de Sevilla su solvencia como mediadora de las cantatas bachianas. Hasta el extremo de que su último disco aspira a convertirse en la gota de agua desde la que puede contemplarse el océano, utilizando el símil que manejaba Beckett a propósito de la esencialidad de las cosas. "Quizá lo ideal habría sido meterme a fondo con una o dos cantatas completas. Finalmente, optamos por mezclar cantatas más y menos conocidas", explica la mezzo a El Cultural. "Tampoco quería que fuera una sucesión de arias, así que introduje un par de dúos y fragmentos de obras más largas, como la Pasión. El resultado refleja mejor el crisol de estados de ánimo que podemos encontrar en Bach".

La grabación y la consecuente gira de conciertos son una prueba más de que la Von Otter marca su territorio, y lo defiende, y lo reivindica. Gardiner, primero, y Minkowski, después, la convirtieron en la cómplice del gran redescubrimiento del barroco y del clasicismo, tal como se desprende de la brillantez con que interpretó Hercules, Ariodante o Idomeneo. Veinte, treinta, años después de iniciarse aquella aventura, parece orgullosa de haber contribuido a variar la percepción de la música barroca. Ha dejado de convertirse en un repertorio marginal y especialista. Lo demuestra la programación de los grandes teatros y lo prueban los devaneos de las estrellas -Plácido Domingo en primer lugar- en las telarañas vocales de Händel, o de Vivaldi, o de Rameau. "Me reconforta volver a mi repertorio cada cierto tiempo. Y me doy cuenta también de que hace 20 años el barroco no gozaba de tanta atención. Todo el que quiere se lanza a esta aventura maravillosa, que ya no sólo está centrada en el rescate de Händel, de Vivaldi o de los franceses... También significa que hay más competencia, más nivel. Y eso siempre es bueno, porque nos hace ponernos las pilas".


Tuteos con Wagner.
¿Villazón cantando Händel? "Con voces como las de Pavarotti o la de Villazón no puedes perder el tiempo preguntándote qué deberían o no deberían hacer. Porque te estarías perdiendo algo importante. Nunca he entendido el repertorio como algo exclusivista. Qué dirían de mí si no", explica sonriendo. Sonriendo porque es plenamente consciente de haber desarrollado una suerte de compulsividad camaleónica. Unas veces para divertirse con las operetas de Offenbach. Otras para probarse como cantante de lied y para aventurarse en papeles que amenazaban seriamente con sobrepasarla. El caso más evidente es la Carmen que hizo en Glyndebourne en 2002 y que ha repetido en otros escenarios con cierta obstinación. La crítica londinense elogió sus cualidades artísticas tanto como cuestionó la verosimilitud teatral y la dramaturgia. Invocando algunos estereotipos que contradicen la competencia de una sueca manejando las castañuelas. Pudo tratarse de un error, o de una desmesura, aunque Anne Sofie von Otter pertenece a las cantantes que arriesgan, y que exploran. De hecho, la madurez y la progresiva oscuridad de sus cuerdas vocales le han animado a tutear a Wagner. Lo hizo preliminarmente a la vera de Salonen en 2007 con el modesto papel de Brängane (Tristán e Isolda), pero es el próximo mes de julio cuando el desafío wagneriano adquiere un aspecto más corpulento. De hecho, la mezzo sueca, admiradora de ABBA e hija de un diplomático que escuchaba música gregoriana, interpreta El crepúsculo de los dioses en Aix-en-Provence con Simon Rattle y los filarmónicos berlineses. "Wagner, Elvis Costello, Rameau, Mahler. Todo es música, al fin y al cabo. Son experiencias que enriquecen mi voz, me llevan a territorios menos frecuentados, en los que no puedo poner el piloto automático. El barroco da fundamento a mi voz, es el punto de partida, independientemente de lo que haga después con ella. Asumo mis limitaciones sin problemas. Ahora me interesa, por ejemplo, el barroco francés. O repetir cosas que sólo he tenido oportunidad de hacer en una ocasión. Como Brängane de Tristán e Isolda. En la ópera tu primera vez es como un ensayo a lo grande. Por eso tienes que repetir experiencias que te permitan ratificarte en el rol".

Ya que de experiencias se trata, ninguna ha adquirido la hondura ni la implicación emocional de Terezin, sobrenombre de un emplazamiento genocida en la Alemania nazi y argumento de un disco en el que Von Otter rinde homenaje y devoción a los compositores judíos ejecutados. Es el caso de Krasa, de Haas, de Viktor Ulmann. Permanecieron encerrados en Terezín -o en Theresienstadt- y trataron de oponer la música a las vejaciones y las brutalidades del campo de concentración, aunque la deportación a Auschwitz-Birkenau en 1944 terminó con sus vidas. La mezzo sueca conocía la historia porque su padre investigó sobre los pormenores del holocausto. Ella se avino a terminar el trabajo, aunque los hallazgos musicológicos difícilmente podían separarse de los lagrimones. "El disco fue una búsqueda sin descanso de compositores y de material que hizo que me terminara implicando más de lo que yo esperaba. También porque de niña escuché aquellas historias". Es el mismo repertorio que va a interpretar en España con ocasión de una gira otoñal. Palabra de antidiva y promesa de aprendiz. Así se define la cantante porque todavía recibe lecciones de canto y porque abomina de la metrosexualidad que contamina los teatros.

"El problema de esa dictadura de la imagen es que quita a la música del centro de atención para poner en foco ciertas irrelevancias. Hablo, por supuesto, de la manipulación de la puesta en escena, pero también de los egos, del divismo exacerbado. Cantantes que dicen que no puedo hacer eso o aquello, cuando todos sabemos que no hay nada imposible. Pero tiene que haber de todo, creo que la ópera sería aburrida sin los caprichos de las divas", concluye.