Image: Mozart hiperrealista

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Ópera

Mozart hiperrealista

Sagi y López Cobos celebran Las bodas de Fígaro

10 julio, 2009 02:00

La soprano valenciana Isabel Rey. Foto: Javier Del Real

El Teatro Real finaliza su XII temporada con una nueva producción de Las bodas de Fígaro de Mozart. La que se anuncia como una de las versiones más castizas del libreto servirá de reencuentro, desde mañana, a Emilio Sagi y Jesús López Cobos.

En el Teatro Real saben que en el adiós está la bienvenida. Que la memoria es caprichosa y que el último telón vale doble. Y ha querido el destino -por aquello de que las programaciones operísticas se gestan con meses de antelación- que una temporada copiosa de logros pero algo indigesta en lo institucional terminara con un postre ligero como es la nueva coproducción de Las bodas de Fígaro que se estrena mañana y que, a lo largo de doce funciones, se representará hasta el 27 de julio. Servirá Mozart de adiós a un público más entusiasta de lo habitual -fue Leo Nucci quien durante el pasado Rigoletto consiguiera el primer bis de la historia del coliseo madrileño- y de bienvenida a caras de sobra conocidas. Hablamos de Isabel Rey, de Carlos Chausson y, sobre todo, de Emilio Sagi, quien casualmente se despidió de la capital con El barbero de Sevilla -la primera entrega de la Trilogía de Fígaro de Beaumarchais- para volver ahora, al reclamo de López Cobos, con la segunda parte de la historia. Para la tercera y última entrega, La mère coupable de Milhaud, no hay nada proyectado, aunque Moral la tanteara durante algún tiempo.

La asiduidad con la que Sagi se pasea por el Châtelet parisino y el savoir faire que ha sabido exportar a Bilbao, a cuya afición ha regalado unas memorables Mamelles de Tirésias y un Viaggio a Reims que se ha programado en el Festival de Pésaro de este año, lo convierten en un caballo ganador de las carreras líricas. "Mi primera temporada en el Arriaga -explica Sagi a El Cultural- ha sido de lo más vivificante. Es un teatro de discretas dimensiones, pero muy atractivo culturalmente. No se puede comparar con esto. El Teatro Real es un trasatlántico". Lo dice con el conocimiento de causa de quien se ha enfrentado en más de una ocasión a los 160 metros cuadrados del templo madrileño. "¿Horror vacui? En absoluto. Lo que pretendía con aquel Barbero era una folie organisé, algo cercano al teatro del absurdo rossiniano, nada que ver con el barroco. En estas Bodas, he pretendido un realismo que fuera capaz de reflejar Sevilla con fidelidad, como un personaje más de la obra. Para Mozart la Sevilla dieciochista era un lugar exótico, lleno de erotismo, de calor. He querido que todo eso esté presente: que los personajes sean típicamente sevillanos, que los patios y jardines andaluces aludan verdaderamente a la noche de la ciudad, que Barbara Frittoli se baile un fandango y no un minué". Y se ha permitido alguna que otra licencia de veterano. "Estamos intentando llevar el olor de las flores de azahar por los conductos del aire acondicionado".

Comicidad sin cortes. Todo a punto para una jornada nupcial que sacará a colación todas las vertientes sociales del amor: el que se procuran Fígaro y Susanna, siervos de los Duques de Almaviva (los barítonos Ludovic Tézier y Mariusz Kwiecien y las sopranos Barbara Frittoli y Eva Mei), el del duque para con sus criados -recién abolido el derecho de pernada- y la pasión desatada de los recién enamorados. Y no es casual que, entre el nutrido catálogo de producciones mozartianas, encontremos no pocas adaptaciones para cine y televisión de Le nozze di Figaro. Su adecuación a los formatos actuales viene a confirmar la vigencia de un libreto redondo de Da Ponte, cuyas alusiones políticas siguen funcionando hoy, pero también la consistencia dramática que Mozart logra imprimir a la ópera bufa, a la que emancipa del cuadro cómico para instalarla en una concatenación minuciosa de acontecimientos. Causalidad y ritmo que al público que acuda el 16 de julio a los cines Yelmo y Cinesa -en donde se retransmitirá el montaje en directo, vía satélite, y en alta definición a 98 cines de toda Europa- le remitirán quizá al frenesí argumental de las Historias de Filadelfia de George Cukor.

"Mozart la tituló Las bodas de Fígaro -reivindica Isabel Rey- pero hoy se podría llamar perfectamente Las bodas de Susanna. Su tema es actual, pues habla de la oportunidad que ha de tener todo el mundo, sea cual sea su condición social, de enfrentarse al poder opresor". Rey se ha casado varias veces a instancias de López Cobos, con quien ha podido construir un personaje vivo, ágil, dicharachero, "que se pasa los cuatro actos corriendo de arriba abajo". Sin embargo, desde la última vez, hace ya ocho años, que la soprano valenciana se vistió de blanco sobre un escenario, su voz ha alcanzado nuevas cotas.

Orquesta al habla."Susanna -explica Rey- vuelve a ser un reto para mí. He ido evolucionando hacia un registro más lírico y me he tenido que replantear algunas cosas". Se refiere al rol de María que debutó recientemente en el Simón Boccanegra de Carlo Rizzi y Giancarlo del Monaco. "Lo de este invierno en Zúrich fue como encontrarme con una vieja amiga. María ha sido como un guante que encaja perfectamente. En ella mi voz adquiere el color y el brillo justos". Un nuevo punto de inflexión en su carrera que le permitirá abordar en las mismas Bodas el papel de Condesa. Algo a lo que el barítono zaragozano Carlos Chausson (que se reparte el papel de Bartolo con Miguel ángel Zapater) está más que acostumbrado. "El último Fígaro -cuenta el cantante- lo interpreté con 50 años. Estamos hablando de un personaje que no debería sobrepasar la treintena. Aunque vocalmente pudiera seguir abordándolo, es inadmisible psicológicamente". Una mezcla de honestidad y versatilidad vocal que le ha permitido moverse por los pentagramas mozartianos como pez en el agua. "También hice de Antonio, el jardinero, en mi juventud. Al final, he logrado una perspectiva muy general de la obra. Ahora veo a Fígaro como el hijo perdido al que, de repente, recupero en medio del sexteto maravilloso del tercer acto".

Sus "hijos" serán, en esta coproducción con la ABAO y el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas que se repondrá la próxima temporada en el Teatro Arriaga, los bajos italianos Luca Pisaroni y Fabio Maria Capitanucci. El primero lleva el papel metido en las venas. Ha hecho de Fígaro en planteamientos tan alejados como los de Salzburgo y el Metropolitan. "El montaje de las Bodas de Jonathan Miller en Nueva York fue el más tradicional con el que me he encontrado. Sobre todo si lo comparamos con lo que se hizo después en Salzburgo", en donde un Fígaro algo autista y ensimismado parece habitar un mundo paralelo, en el que las contradicciones entre la música y la palabra llegan al paroxismo. "Es esa aparente contradicción -concluye Jesús López Cobos- una peculiaridad de la música de Mozart. él hace cantar a la orquesta y tocar a los cantantes. No se limita a acompañar, como en Rossini o el belcanto, sino que consigue hacer hablar a la orquesta".