Image: Sevilla bebe el elixir de Donizetti

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Ópera

Sevilla bebe el elixir de Donizetti

13 mayo, 2016 02:00

Producción del L'elisir de d'amore inspirada en Fernando Botero

L'elisir d'amore de Donizetti contiene una música amena, melódica, evocadora y bien provista de encanto de un compositor con limitaciones de escritura, con cierta cortedad de medios, con algunos problemas a la hora de modular, de instrumentar o de variar, pero dotado de una inspiración directa, de línea envolvente, y de vocalidad excelentemente trabajada; en el camino seguido, no hay duda, primero por Mozart y más tarde por Rossini, servidores de un belcantismo lleno de resortes expresivos y de un sentimentalismo y, particularmente en el caso del austriaco, de una humanidad ejemplares. Rasgos que nos llegan de forma muy directa en esta ópera, de nuevo en el cartellone del Teatro de la Maestranza de Sevilla, en cuyo escenario podrá verse y escucharse este viernes y los días 16, 18 y 21.

Donizetti partió de un libreto de Scribe, Le Philtre, puesto en música en 1831 por Auber y fusilado implacablemente por Felice Romani con quien el compositor había colaborado varias veces. Al parecer, había muy poco tiempo para atender en plazo el encargo del empresario del Teatro de la Cannobiana de Milán; de ahí las prisas y ‘el préstamo'. Desde luego, Donizetti trabajó muy deprisa, aunque puede que tardara algunos días más que los quince que tradicionalmente se han fijado. El 12 de mayo de 1832 la ópera subía a escena y cosechaba un éxito clamoroso a poco más de un año del triunfo en el Carcano de Anna Bolena.

L'elisir d'amore es un paradigma de la más pura vocalidad donizettiana, un ejemplo preclaro de fluidez en el tratamiento, evidentemente pedagógico, de las voces, en todo momento orientadas y encauzadas de manera muy natural, en busca de que el esfuerzo en el canto se acoja a los planteamientos más racionales. El canto de esta ópera es de una notable frescura, ligereza, claridad y belleza. La producción proviene de Parma y lleva la firma de Víctor García Sierra, que parte de la colección de pinturas y dibujos que el artista colombiano Fernando Botero realizó tras su encuentro con un circo popular mexicano. "Fue una gran revelación. Era pobre y lleno de animales famélicos. Hallé una gran poesía allí", dice el regista, que de tal manera muta la acción originalmente centrada en una pequeña localidad campesina del país vasco francés, un enclave que importa bien poco.

Los dos protagonistas principales son la soprano lírico-ligera granadina María José Moreno, cada vez más asentada y madura, que dará una tornasolada imagen de la casquivana Adina, y el tenor hispanoamericano Joshua Guerrero, ganador de dos premios Operalia y en cierto modo protegido de Plácido Domingo. Posee una voz clara, dotada de vibrato, una emisión abierta y un temperamento muy sanguíneo. El canadiense Ybes Abel, habitual en los mejores fosos, de conceptos muy claros y comunicativos, empuña la batuta.