La vuelta de Plácido Domingo (Madrid, 1941) al Teatro Real, aun siendo en el Universal Music Festival, es un acontecimiento. Artístico, por su longevidad de plusmarquista canoro inasequible a las asechanzas que tumban a compañeros mucho más jóvenes que él (ahí están las crisis de figurones como Jonas Kaufmann y Javier Camarena). Y, claro, mediático, por la ciclópea polémica que suscitaron las denuncias de acoso sexual destapadas en 2019, un estallido que le puso en la picota pública (no en el banquillo de los acusados) y que originó un efecto dominó de cancelaciones de recitales y participaciones en producciones operísticas. Más severo, eso sí, en Estados Unidos, de donde manó en origen el dedo acusador, que en Europa, donde ha conseguido poco a poco encaramarse a algunos de los escenarios más postineros.
En su esfuerzo doble por restaurar la normalidad, que ha de imponerse en su caso a su viacrucis particular y al zarpazo vírico global, estar en las tablas del coliseo madrileño es para él un paso clave. Una reafirmación que ha de sancionar (o no) el público. Para la ocasión no podría tener mejor partenaire, la soprano búlgara Sonya Yoncheva, un prodigio vocal y puro esplendor en las tablas. Antes del envite crucial, Domingo, que responde a El Cultural por cuestionario (la errática campaña inicial de defensa le hace hoy rumiar y medir cada coma), reflexiona de puntillas sobre su hundimiento emocional y profesional, sus expectativas para el próximo curso, la situación de su voz de baritenor y una potencial retirada.
Pregunta. Se anuncia un festín de arias y dúos. ¿Qué nos puede adelantar de lo que vamos a escuchar en el recital?
Respuesta. Serán páginas famosas de óperas de Giordano, Massenet, Thomas y sobre todo de Verdi.
P. Sonya Yoncheva, “una diva de ensueño” según The New York Times. Será su compañera en las tablas. ¿Qué destacaría de esta artista?
R. Sonya tiene una carrera fantástica y encanta al público con su voz y sus cualidades interpretativas y en 2010 ganó Operalia [certamen de canto ideado por él] en La Scala con un gran exito.
P. Para un madrileño castizo como usted, volver al Real no es volver a cualquier teatro. ¿Qué significa estar de nuevo en él?
R. Para mí es algo maravilloso. Tengo muchas ganas de que llegue este concierto y por otro lado, también algo de nervios, porque hace un rato que no me presento ante el público del Real después de casi veintitrés años de hacerlo muy a menudo.
P. ¿Sigue sintiendo nervios antes de una cita importante entonces?
R. ¡Siempre! Esto, aunque pasen los años, muchos, nunca se desvanece. Pero son nervios buenos, vecinos de la emoción. A menudo ayudan a dar aún más de uno mismo.
"Pensé que estaba terminando mi carrera cuando interpreté al Doge Simon Boccanegra"
P. Usted ha sido el número uno de los tenores durante muchos años, alguien que ha pulverizado todos los récords. ¿A quién (o quiénes) pondría hoy en esa posición?
R. Hay muchos compañeros tenores que tienen unas cualidades increíbles y estoy feliz de poder cantar con ellos. Sobre todo ahora que, cantando como barítono, puedo interpretar papeles de padre o rival de muchos de ellos. Le tengo y siempre le tendré un respeto y un cariño especial a todos los cantantes de esa tesitura de tenor.
P. Por cierto, ¿cuándo y por qué decidió mudarse a la cuerda de barítono?
R. Pensé que estaba terminando mi carrera interpretando al Doge Simon Boccanegra, pero después de cantar el papel me sentí tan cómodo tanto vocal como escénicamente que quise incursionar en otros papeles baritonales. Así que me dediqué, según mis posibilidades vocales, a papeles de barítono de increíble belleza y profundidad, especialmente de Verdi: son roles llenos de humanidad y me llegan muy profundamente.
[Plácido Domingo, 80 años y una resurrección pendiente]
P. 81 años y sigue arriba, sobre las tablas. ¿Cuál diría que es el secreto de su longevidad artística, aparte de las condiciones físicas genéticas?
R. Ningún secreto, solo mucha ilusión por lo que hago y muchas ganas de vivir los momentos bonitos que la vida nos ofrece todos los días.
P. Ya tiene apalabrados conciertos para la temporada próxima en Italia, México, Hungría, Bolivia, Sevilla, Alemania, Bélgica… ¿Qué espera de ese curso que nos aguarda tras el verano después de tantas tempestades, polémicas y traumas?
R. Las controversias siempre han existido; si no es por una razón, será por otra. Esto es parte de nuestra sociedad y no necesariamente es negativo si nos obliga a reflexionar. Pero lo que espero sinceramente es la paz para todos los que hoy sufren. Y también espero mucho que la pandemia, aunque no desaparezca, pueda ser menos cruel.
P. ¿Echa en falta más citas en España?
R. La verdad que a finales de este año, si Dios quiere, habré estado en Marbella, Jerez, Sevilla y dos veces en Madrid. Y ya hay otras invitaciones para el año entrante que se anunciarán pronto.
"A finales de año, habré estado en Marbella, Jerez, Sevilla y Madrid. Y hay otras invitaciones para el año entrante"
P. Para los directores de escena y de teatros que puedan leer esta entrevista: diga la ópera y el papel que le pide el cuerpo (y la voz) hacer en esta época.
R. Los dos Doges: Simon Boccanegra y Francesco Foscari, Nabucco, el Germont de Traviata y Macbeth.
P. ¿Cómo percibe su relación con el público en la actualidad? ¿Es ahora cuando más valora las ovaciones?
R. Es el público el que decreta tu éxito desde el primer día y las ovaciones siempre me llenan el corazón, pero sin duda en algunos de los momentos más difíciles de la vida han tenido un sabor más especial que nunca.
P. ¿Le dedica alguna vez algún pensamiento a la idea de retirarse y llevar otro tipo de vida, más calmada, sin viajes ni aeropuertos cada dos por tres? ¿O eso es un horizonte que le parece aburridísimo?
R. En realidad, estoy acostumbrado de siempre a llevar simplemente esta vida, es a decir que para mí es normal y me gusta pensar que después de un compromiso viene otro y otro más... Es una forma de proyectarme continuamente hacia delante. Pero claro que solo podré continuar mientras que el cuerpo y la voz aguanten, no un día más ni un día menos.