En 2002, durante unos cursos veraniegos de la Universidad Menéndez Pelayo, Amelia Valcárcel le tenía preparada una sorpresa a Marisa Manchado. Tras una mañana de charlas en torno a la vinculación de la feminidad y la creación artística, le propuso tomar algo juntas por la tarde. Mientras degustaban sus respectivos refrigerios, sin mayores rodeos, empezó a tantearla. Le preguntó qué le parecía La Regenta. “Le dije que para mí era una novela social impresionante, un retrato de una ciudad brutal. Que era mucho mejor que Madame Bovary y Ana Karenina juntas”.

A Valcárcel todas esas afirmaciones le sonaron muy bien. Certificó que ante ella tenía una potencial cómplice entusiasta, justo lo que necesitaba, así que decidió voltear ya todas las cartas. Le reveló que llevaba años dándole vueltas a la idea de trasvasar el novelón decimonónico de Leopoldo Alas ‘Clarín’ al terreno de la ópera y que el motivo de esa cita vespertina era embarcarla a ella en tan atrevido proyecto. “Yo había intentado primero, durante mi etapa en Cultura, que alguien se encargara del libreto y la música. No fue posible. Así que solo quedaba que yo misma lo osara”, confiesa a El Cultural Valcárcel. Aclara también que fue en el 93 exactamente cuando le sobrevino el impulso. “Hacía dos décadas de La Regenta de Gonzalo Suárez, que fue un precedente clave. Una ópera capta lo ineludible, y permite ir más rápido y más allá en esta historia tan fuerte”.

Entonces comenzó un proceso de trabajo en tándem que ambas protagonistas califican como clásico, en el sentido de que se asimiló al de otras parejas líricas históricas, como las que formaron Lorenzo da Ponte y Wolfgang Amadeus Mozart (Le nozze de Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte) y Francesco Maria Piave y Verdi (Macbeth, Rigoletto, La traviata…). Que las dos fueran docentes facilitó un poco las cosas. En las vacaciones de verano y de navidad se juntaban para avanzar. Inventaban el tiempo. Valcárcel, profesora emérita de Filosofía Moral y Ética de la UNED, tenía bastante clara la estructura en tres actos de la ópera. Le iba pasando pasajes del libreto y Manchado, profesora en el Conservatorio Teresa Berganza, los musicaba. Trabajaban con un piano; los pentagramas, los folios en blanco y la novela, desparramados encima de la mesa. Iban probando. Ensayo y error. Unas escenas salían más fluidas, otras se encasquillaban un poco. Entre ambas, se daba la ‘negociación’ clásica en estos casos, motivada muchas veces por la necesidad de comprimir al máximo el texto porque la palabra, al ser cantada, alarga los lapsos de su dicción.

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Cortar una libro que, por ejemplo, en la edición de Akal frisa las mil páginas era uno de los retos más complejos. “He reducido a esqueleto de acero el enorme cuadro clariniano. Captar y poner en escena la dimensión coral de la novela ha sido lo más difícil”. Aunque, insiste en que “nada de lo esencial” se ha quedado fuera del sucinto libreto. “La luz toca los nódulos, por así decir. El resultado es que la novela sale reforzada”. El trabajo se extendió durante años. Las obligaciones profesionales de ambas lo cortocircuitaban durante algunos periodos. Manchado, al asumir la subdirección del Inaem, tuvo que bajar el pistón a la fuerza entre 2007 y 2008 pero luego retomaron con fuerza el empeño. Entre 2010 y 2015, cogieron carrerilla. La Regenta lírica ya no tenía vuelta atrás.

Aunque sí es cierto que hubo que redimensionarla en lo musical. Manchado componía pensando en una plantilla orquestal amplia, de unos 60 o 70 efectivos. Le apetecía eclosionar una sonoridad potente pero, cuando la joint venture entre el Teatro Real-Teatro Español empezó a cuajar, se optó por una formación más camerística. En total, serán 17 instrumentistas los que se agrupen en torno a Jordi Francés, maestro que dirigirá las funciones previstas en Matadero a partir del 24 de octubre. Francés, por cierto, también estuvo al frente de otra muy notable producción cuajada al alimón por ambos coliseos: Tránsito, a partir de una pieza teatral breve de Max Aub, con partitura de Jesús Torres.

Ahora le toca lidiar con un nuevo estreno absoluto con música contemporánea en la base. Manchado ha intentado reflejar el horror que vive la pobre Ana Ozores en manos de una sociedad provinciana que se asienta sobre un humus emponzoñado por prejuicios, machismo, cotilleos, xenofobia y maledicencia. La pugna entablada entre dos pavos reales (el magistral Fermín de Pas y el galán Álvaro Mesía) por el dominio físico y espiritual de la burguesita romántica, inocente y desamparada se torna la comidilla predilecta en los mentideros de Vetusta (Oviedo). Para la compositora madrileña, formada a la vera de ilustres predecesores locales como Luis de Pablo y Antón García Abril e internacionales como el mismísimo Olivier Messiaen, con otras dos óperas ya en su haber (El cristal del agua fría y Escenas de la vida cotidiana), no fue un chasco rebajar la artillería sinfónica. “Simplemente, es otro tipo de desafío. Pensé al principio que podía ser más fácil pero ni mucho menos: me ha costado tantísimo...”, señala.

El horror mencionado le condujo al atribulado universo sonoro de óperas como Die Soldaten, de Bernd Alois Zimmermann, en cuya ciclópea neurosis nos sumergió Calixto Bieito con su montaje para el Teatro Real en 2018. También tuvo muy presente Wozzeck, de Alban Berg. “No son óperas especialmente referenciales para mí. Me suele pedir más el cuerpo viajes poéticos a lo Kaija Saariaho pero leyendo La Regenta de nuevo me fui de cabeza a ellas”, explica Manchado, que tragó el veneno del teatro colaborando en su día con la emblemática compañía Tábano, cuando ejercía de compositora-ninja, que valía igual para un roto que para un descosido. “Si Guillermo Heras me decía que alargara tres minutos una escena, pues lo hacía. Si me decía que cortara, pues igual. Era tremendo”.

"Nada de lo esencial se ha quedado fuera. El resultado es que la novela sale reforzada". Amelia Valcárcel

Hoy ya no funciona así aunque es cierto que con Bárbara Lluch, la regista de esta versión, ha estado en continuo contacto para adaptar sus pentagramas lo máximo posible a la necesidades dramatúrgicas. Todo ha transcurrido con muy buena onda. “Bárbara ha plasmado sobre el escenario justo lo que yo tenía en la cabeza. Ha hecho un trabajo maravilloso”, apunta. La directora catalana ha levantado una puesta en escena que tiene dos alturas. Abajo, como en una jaula de cristal, está La Regenta, encarnada por la soprano María Miró, que ha hecho “el viaje emocional de su vida, encarnando todas las contradicciones de Ana Ozores”, emparedada entre la beatería y los arrebatos venéreos. No hay un solo instante en que abandone el escenario. Sus cinco cambios de ropa se completan a la vista del público. “Es como un animal mostrado en un zoológico, del que todo el mundo habla todo el tiempo”, explica Lluch, que el año pasado firmó una Sonámbula feminista en el Teatro Real.

La inspiración para exhibir así a Ana Ozores le viene de La dama de Shanghai, de la manera estilizada en que se ilumina a Rita Hayworth, al contrario de sus partenaires masculinos, en cuyo físico sí aparecen sombras, sudores y otro tipo de imperfecciones. Arriba, está la ciudad, con su hormigueo incesante de difamaciones, con su lucha despiadada por el poder, con su clero hipócrita y su burguesía indolente, a los que Clarín, fino pero implacable, despelleja. “Es un mundo enfermo que no soporta la pureza de Ana Ozores y que, por tanto, hace todo lo posible por destruirla”, afirma Bárbara Lluch, que ha manejado otro referente audiovisual para cocinar su visión de este clásico literario español. “A mí La Regenta, que leí en el instituto, me recuerda mucho a Las amistades peligrosas. Álvaro Mesía sería John Malkovich; Obudlia, Glenn Close; y La Regenta, Michelle Pfeiffer”.

Es una atinada comparación con la que intenta atraer sobre todo al público juvenil, que le tiene muy preocupada por las derivas sexistas azuzadas, entre otras cosas, por la barra libre de porno internáutico. “En La Regenta está eso: en el casino los hombres hablan de que violar a una criada es caza menor y hacer lo mismo con una burguesa de buena posición como Ana Ozores, caza mayor. Un espanto”. Sí, un espanto que Clarín radiografío con maestría imperecedera. "La Regenta –tercia Valcárcel– asustó en el siglo XIX cuando la sacó a la luz. Produjo un volumen de odio inimaginable. Pero hoy Oviedo está orgullosa de ser ‘la bien narrada’”. Ahora puede ser también la bien cantada, y orquestada. Veremos, escucharemos.