Image: Llega a Madrid con La cara oculta de la luna

Image: Llega a Madrid con "La cara oculta de la luna"

Teatro

Llega a Madrid con "La cara oculta de la luna"

Robert Lepage

22 noviembre, 2000 01:00

Uno de los artistas internacionales más innovadores por las virguerías tecnológicas que desarrolla en escena, el canadiense Robert Lepage, visita nuestro país por tercer año consecutivo. Mañana y hasta el día 26 presenta en el Festival de Otoño de Madrid su última producción: La cara oculta de la luna. Un espectáculo escrito y protagonizado por él, con música de Laurie Anderson, y en el que, como siempre, intenta contar una nueva historia -en este caso sobre la carrera espacial- sirviéndose de impactantes y mágicos elementos audiovisuales. Según dice, es su obra más personal, más autobiográfica. Lepage habla con EL CULTURAL sobre su fascinación por la tecnología y por mezclar distintos lenguajes en el teatro, signos que distinguen su arte y que lo han consagrado como uno de los grandes de la escena mundial.

"Pido a mis actores sobriedad y sencillez, no me interesa la exageración trágica"

El director canadiense Robert Lepage no sólo es uno de los artistas más internacionales de su país, sino que es uno de los grandes de la escena mundial. A pesar de su juventud, 43 años, su nombre ya figura junto a los consagrados del teatro. En España hizo su aparición hace seis años, cuando presentó en el Festival Grec de Barcelona Las siete corrientes del río Ota, concebido con motivo del 50 aniversario del bombardeo de Hiroshima. Dos años después nos visitó con Las agujas y el opio, en el que fundía la figura de dos personajes -Cocteau y Miles Davis- para ofrecer un recital sobre la dependencia de las drogas y del amor.

En 1997 actuó en Madrid por primera vez, invitado por el Festival de Otoño. Se presentó con Elsinor, sorprendente versión de Hamlet interpretada por un único y magnífico actor, Peter Darling, que se movía con atrevidos malabarismos por una alucinante escenografía. Por arte de la tecnología, el escenario adoptaba formas mágicas, proyectaba imágenes de gran belleza, fundiendo al actor en ellas y sin que la palabra, o la poesía, perdiera un ápice de su fuerza. El espectáculo dejó anonadado al público. Era algo nunca visto antes, pero también se oyeron comentarios sobre si tanto alarde tecnológico podría calificarse de teatro.

Al año siguiente, Lepage volvió al Festival con otro espectáculo de gran formato, aunque de menor impacto: La geometría de los milagros. Siempre original a la hora de elegir argumentos para sus obras, hablaba en esta ocasión de las vidas del arquitecto Frank Lloyd Wright y del filósofo epicúreo Gurdjieff. Además, durante esta temporada ha girado por España la versión española de El Polígrafo, coproducida por el Mercat de les Flors y de la que también ha hecho una versión cinematográfica. Ahora, por tercera vez, Lepage acude al Festival de Madrid, previo paso por el teatro Cuyás de Las Palmas de Gran Canaria, con su última producción: La cara oculta de la luna, para la que ha contado con la colaboración de la compositora Laurie Anderson. Se trata de un monólogo, escrito y protagonizado por él mismo que, según dice, es el más personal de los espectáculos que ha concebido.

-¿La cara oculta de la luna recuerda a Elsinor o está más cerca de La geometría de los milagros?.
-Es más simple tecnológicamente que Elsinor y que La geometría de los milagros. Comparado con estos espectáculos se podría decir que es un low tech show (espectáculo de baja tecnología), aunque si se compara con teatro sin nada de tecnología entonces no se podría calificar como tal, claro.

-Aunque actúa usted en solitario, creo que el espectáculo es muy complejo ¿cuánta gente le asiste entre bastidores?
-Me asisten cuatro personas.

-¿Por qué El lado más oculto de la luna es su espectáculo más personal, más autobiográfico?
-Este espectáculo es el lado de la luna que nunca vemos. Es el lado de mí mismo que no muestro. Habla mucho de mi juventud y los años de mi adolescencia. En aquellos años los programas espaciales tuvieron una gran influencia sobre mí, eran como un encantamiento. El espectáculo es una especie de vuelta a los años 60 y 70, se pueden ver un montón de cosas que ocurrieron en los programas espaciales americanos y rusos.

Mirar la Tierra

-Con la exploración de la Luna y la carrera espacial el hombre encontró nuevos universos que explorar, cuando ya parecía que todo estaba descubierto ¿Qué quiere contarnos con esta historia?
-El hombre ha explorado el espacio no por curiosidad como creíamos, sino por narcisismo: Para mirarnos a nosotros mismos desde otro punto de vista. Esa es la teoría del protagonista de la obra, que es estudiante de Filosofía. El hombre sale fuera para mirar a la Tierra. Por eso hay un espejo gigante en el escenario.

Con esta obra, el director vuelve a la interpretación, algo que gusta hacer intermitentemente. él se dio a conocer en su país como actor de la Liga Nacional de Improvisación, torneos de interpretación teatral que eran televisados, y en los que demostró sus cualidades. Gusta por eso de diseñar a su medida monólogos, como Elsinor, o pequeños montajes, como El Polígrafo, que luego retoman otros actores, llegando incluso a hacerse versiones en numerosos idiomas. Al respecto dice: "Normalmente trabajo en grupo, sigo un proceso colectivo y cada cuatro o cinco años hago un one man show. Lo necesito. Además, me permite interpretar, estar en el escenario, ya que en los trabajos colectivos no actúo, sólo dirijo".

Contar nuevas historias

Sin embargo, el sello que más identifica a Lepage es el cocktail de lenguajes que consigue reunir en sus obras y que lo convierten en un artista realmente iconoclasta. "Utilizo imágenes, a veces vocabulario cinematográfico o televisivo, intento utilizar en el teatro tantos vocabularios como puedo coger prestados. Eso es lo que el teatro debería ser, un punto de encuentro de diferentes formas de arte".

-Para un hombre que usa las nuevas tecnologías en el escenario, ¿qué piensa de los que defienden que el teatro sólo necesita un actor con un texto? ¿Cuál es su idea del teatro?
-También pienso que el teatro no necesita más que un hombre diciendo un texto, pero en el momento en que esto ocurre necesitamos la tecnología para verle, un foco por ejemplo, y para oírle mejor. Creo que es una cuestión del tiempo en que vivimos. En la época antigua, los griegos también usaban la tecnología, la ciencia, pues construían teatros de forma que pudieran oír y ver lo mejor posible a los actores. En realidad, las nuevas tecnologías nos inducen a contar nuevas historias. Y respecto a mi idea del teatro, creo que éste tiene un nuevo papel distinto al de cronista de su tiempo, que es lo que ha sido hasta el siglo XIX. Ahora son el cine, la televisión e internet quienes cuentan las tragedias del alma humana, mientras el teatro se parece más a una pintura abstracta. Yo creo que es un medio muy libre que permite expresar nuevas ideas, impresiones. Para mí es muy experimental. El resto de los medios artísticos y de comunicación aislan a la gente, pero el teatro sigue congregándola. Por eso creo que su función es recordar al público que forman parte de un colectivo y también la de divertir a ese colectivo por una noche.

Aunque ha llevado a escena obras como La visita de la vieja dama, de Dörenmatt, ha colaborado con la Royal Dramaten de Estocolmo con piezas de Strindberg, o más recientemente en La Celestina de Fernando de Rojas, o con una compañía de ópera japonesa en La condenación de Fausto, de Berlioz, a Lepage le interesa contar historias originales escritas por él mismo.

-¿Por qué raras veces lleva a escena obras de otros autores?
-A veces sí que hago piezas de otros autores pero creo que dirigir es una forma de escribir. Por eso le pido a los actores que sean más que actores. Me gustan las historias contemporáneas y creo que El lado oculto de la luna es eso, una historia de hoy. Me interesa encontrar nuevas formas de contar nuevas historias.

Leer las críticas

-¿Qué proceso sigue a la hora de crear un espectáculo? ¿Piensa en el público?
-Intento trabajar en un working process style. Cuando un espectáculo comienza, el público forma parte del proceso de escribir, ayuda a cambiar cosas dependiendo de la sociedad, el país, la gente. Una obra debería ser publicada no cuando ha comenzado a interpretarse sino cuando ya ha acabado de interpretarse. Es importante el público, los críticos, los periodistas. Leo las críticas, es importante el análisis de los periodistas, es una forma más creativa de trabajar.

-¿Y cómo ha sido su colaboración con Laurie Anderson?
-Laurie escribió 19 piezas de música para mí, algunas son más musicales y otras de paisaje sonoro. A ella siempre le han fascinado los viajes a la Luna y ya había escrito música anteriormente para una exposición de arte sobre el espacio hecha por astronautas que había viajado al espacio y que habían captado imágenes de la Tierra, habían escrito poesía o dibujado. Yo sabía de esta colaboración y le pedí que trabajara conmigo en esta producción. Ella vive en Nueva York y yo en Quebec, así que era difícil reunirnos para trabajar juntos. Pero nos comunicamos por internet: ella escribía el material, me lo enviaba y yo lo utilizaba. Desarrollaba mis ideas con su música. Nunca llegamos a trabajar en un mismo estudio. Fue más tarde, cuando presenté el espectáculo en Nueva York cuando ella lo vio por primera vez y se quedó encantada.

Su laboratorio tecnológico

Lepage mantiene un ritmo de trabajo enloquecedor si se tiene en cuenta todos los proyectos en los que anda metido. Bastante receptivo a la hora de colaborar en producciones que le proponen festivales y teatros, ha fundado con su compañía un centro de investigación tecnológica conocido como La Caserna Dalhouise. Allí, Lepage y su equipo desarrollan sus proyectos. Y hasta allí viajan artistas de todo el mundo para conocer la capilla sagrada donde se cocinan sus ideas. Por ejemplo, hace dos años, dos actores españoles (Laia Marull y David Selvas) estuvieron ensayando allí la versión española de El Polígrafo, gracias a una coproducción del Mercat de les Flors.

-Con su compañía fundó La Caserna ¿es un estudio de interpretación, un laboratorio de nuevas tecnologías? ¿Funciona como una compañía?
-El concepto que manejamos en Canadá de compañía no es como en Europa. En América la compañía no es un grupo de actores con un sueldo fijo, sino que es una oficina de producción que contrata actores según el proyecto. En muchas ocasiones, los actores son los mismos. La Caserne es como un laboratorio, no presentamos obras ahí sino que invitamos a observadores a ver los trabajos que hacemos. Colaboramos con artistas de diversas disciplinas, que hacen cosas muy diversas. Creo que el teatro es un punto de encuentro de diferentes artes: arquitectura, literatura, coreografías, arte visual, todas las formas de arte son admitidas en el teatro. Es un cruce de carreteras y como yo animo a la gente a que cruce los bordes pues me consideran alguien que no es muy respetuoso con el teatro tradicional".

Pero nada más lejos que creer que a Lepage no le interesa el teatro tradicional. Una de las influencias que gusta de señalar es la del teatro japonés: "Soy un gran admirador de los actores japoneses, hay algunos fantásticos. Conozco Japón y encuentro intérpretes muy interesantes porque tienen esa cultura del teatro tradicional japonés, que es impresionante, pero también se han adaptado al estilo occidental de interpretación. Así que están conectados con dos estilos".

Y también acusa otras influencias: "Creo que el trabajo de gente como Bob Wilson o Peter Brook ha influido mucho en mi trabajo, aunque debo admitir que lo que más me ha influido no viene de gente del teatro, sino de coreógrafos y gente del arte visual, como Pina Bauch".

Proyectos inmediatos

-¿Qué proyectos prepara en la actualidad?
-Estoy trabajando en una película sobre filmaciones de improvisaciones teatrales. Por otra parte, estamos retomando Zulutime, un espectáculo que estrenamos el pasado año. (Se trata del proyecto más tecnológico de todos los producidos por Ex-Machina, concebido como un encuentro de artistas de varias disciplinas con científicos y físicos). Vamos a ir con él a Nueva York el próximo otoño. Y finalmente, preparo también una obra de teatro sobre la vida de la artista mexicana Frida Khalo.

-Usted ha recibido multitud de premios ¿Qué piensa de ellos?
-Los premios son muy importantes cuando el artista está empezando. Ayudan sobre todo a las jóvenes compañías, les dan una especie de oficialidad, reconocimiento, contribuyen a darte a conocer. Pero después, ya no son tan importantes y resulta un poco pesado eso de ir a recogerlos porque te quitan mucho tiempo. Y con esto no quiero resultar snob.

Lepage nació Quebec en 1957. Estudió en París con Alain Knapp, cuyas ideas sobre la indisoluble unión de actuar, dirigir y escribir tuvieron gran influencia en él. En 1982 se unió al Teatro Repère, con quien obtuvo su primer éxito: Circulaciones. Dirigió el Teatro Francés del Centro Nacional de las Artes de Otawa hasta que en 1993 fundó su compañía Ex-Machina. Como director y autor ha obtenido numerosísimos éxitos y premios por obras como Vinci (1987), La trilogía del Dragón (representada en 24 países), Tectonic Plates, Las agujas y el opio (inspirada en Cocteau y Miles Davis), El Polígrafo, Las siete corrientes del río Ota (sobre el bombardeo de Hiroshima). Ha dirigido cine (El confesionario, El Polígrafo...) y la gira musical de Peter Gabriel de 1993. En la actualidad, Lepage señala a coreógrafos como Pina Bausch y artistas visuales como sus grandes influencias aunque dice sentir gran admiración por los actores japoneses.