Robert Lepage. Foto: Hélène Bouffard

Robert Lepage. Foto: Hélène Bouffard

Teatro

Robert Lepage recupera su colosal obra de 7 horas: "En la era de las pantallas, el teatro debe ser un acontecimiento"

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Aunque Robert Lepage (Quebec, 1957) se niega a darle demasiada importancia al tiempo empleado en sus obras, hay algo de épico en representar hoy una pieza tan expansiva como The Seven Streams of the River Ota, título fundacional de la compañía canadiense Ex Machina que el dramaturgo fundó en los años 90.

No solo por la duración –siete horas de epopeya escénica–, sino también por la evocación de tres de los horrores que recorren la historia del siglo XX: la bomba atómica en Hiroshima, los campos de concentración y la epidemia del sida.

Representada por primera vez en 1994, el Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid nos brinda la oportunidad de ser testigos de nuevo de este acontecimiento que se podrá ver en los Teatros del Canal los días 16, 17, 19, 20, 22 y 23.  Una experiencia sobre la destrucción y la supervivencia, pero también sobre la memoria histórica. “El teatro –dice a El Cultural– está para recordar”.

Pregunta. Han pasado tres  décadas desde que estrenó The Seven Streams. ¿Qué ha cambiado en este tiempo?


Respuesta. Básicamente es la misma obra que creamos en 1994, con la misma historia y  estructura. Lo que ha cambiado es el mundo en el que vivimos. La obra se relaciona con él de una forma muy distinta. Cuando la escribimos no había ocurrido el 11 de septiembre ni habíamos presenciado los conflictos que vemos ahora en Oriente Próximo o Ucrania. Hoy el sida sigue siendo un problema, pero es una enfermedad tratable. En aquel entonces estábamos en mitad de la crisis de la enfermedad. La gente que escribía y actuaba en la obra tenía amigos que habían muerto por ella.

Una escena de 'The Seven Streams of the River Ōta'. Foto: Elias Djemil

Una escena de 'The Seven Streams of the River Ōta'. Foto: Elias Djemil

P. Y, a pesar de ello, ¿diría que sigue resonando con la misma fuerza que entonces?

R. Creo que hay recuerdos horribles que van desapareciendo poco a poco y por eso es importante. Las nuevas generaciones no conocen muy bien los campos de concentración. Ignoran cómo la bomba nuclear, por ejemplo, tuvo este impacto tremendo en la historia a partir de la segunda mitad del siglo XX. La amenaza atómica en los 90 no era tal amenaza porque parecía que Oriente y Occidente se habían reconciliado y había un desarme parcial, pero ahora mismo estamos otra vez al borde de una guerra nuclear. Así que de alguna manera, la obra resuena de una forma muy diferente, pero creo que es mejor.

P. ¿En qué sentido?

R. Entonces era un escritor más joven y ahora soy un director más maduro y con más experiencia. Nos repetimos menos y creemos que la imagen puede hablar más que el texto. Así que yo diría que se ha convertido en una joya pulida mejor de lo que era en los 90. Y, por supuesto, disfruta de la presencia fresca de una nueva generación de actores.

"En 1994 se nos consideraba alinígenas, como una compañía de otro planeta que estaba haciendo cosas que nadie hacía"

P. En un aspecto más formal, The Seven Streams... supuso, además, toda una novedad  por el uso que le dio a las nuevas tecnologías. ¿Nos sorprenderá con algo en esta ocasión?

R. El uso de las tecnologías de The Seven Streams… que vamos a ver en Madrid es exactamente el mismo que hicimos en el 94, lo que ha cambiado es que la tecnología ha mejorado y se ha adaptado mejor. En 1994 se nos consideraba totalmente alienígenas, como una compañía de otro planeta que estaba haciendo cosas que nadie más hacía. Pero ahora el público ya se ha acostumbrado. Y creo que es positivo porque la tecnología no estaba ahí para que la gente se quedara fascinada, solo nos servía para contar una historia.  A mí no se me da bien, pero me rodean jóvenes que me informan de los nuevos lenguajes. La gente a veces piensa que estoy obsesionado con la tecnología, solo estoy abierto a ella.

P. En un año en el que el Premio Nobel de la Paz ha sido otorgado a una organización formada por los supervivientes de las bombas atómicas de Japón, ¿qué importancia tienen las pequeñas historias que nos narra?

R. Yo creo que hay una historia en mayúscula y otra en minúscula. La primera se refiere a los grandes acontecimientos y a las grandes guerras. Y luego tenemos la minúscula, que se centra más en cómo viven las personas. The Seven Streams… sigue a la gente normal, pero lo que sucede en sus vidas nos habla de lo universal. Y en ese sentido, creo que la poesía o las historias permiten entender cómo era una época. Es una forma mejor de acercarse a un acontecimiento.


P. Ha mencionado la importancia de recordar ciertos hechos históricos. ¿Qué papel juega aquí el teatro?

R. El teatro está íntimamente conectado con el acto del recuerdo. Es parte del trabajo, pero también lo es recordar y mantener la memoria de una cultura. Hay muchísimos ejemplos de esto. Algunos actores catalanes me contaron que durante el franquismo se intentaron destruir obras y poemas y fueron los actores y los cantantes los que conservaron todo ese repertorio que habían memorizado. En Rusia, durante la época de las purgas de Stalin, cuando encarceló y mató a los poetas, fueron sus mujeres las que los mantuvieron con vida. Así que el teatro está ahí para recordarnos, no solamente el repertorio de la cultura, sino también los hechos y la historia.

Un momento de la obra 'The Seven Streams of the River Ōta'. Foto: Elias Djemil

Un momento de la obra 'The Seven Streams of the River Ōta'. Foto: Elias Djemil

P. Acaba de estrenar en Alemania Faith, Money, War and Love, que tiene una duración de 5 horas. ¿Le gusta experimentar con el tiempo?

R. Creo que estamos en un mundo en el que las personas tienen pantallas gigantes con una gran calidad y con acceso a muchas plataformas. Así que si quieres conseguir que la gente vaya al teatro tienes que crear un acontecimiento, algo que no sea una pieza institucional. Por supuesto, la duración es parte de la experiencia. En el teatro el tiempo es elástico y extraño, la relación que tenemos con él es muy distinta, porque tienes que crear algo donde las horas sean irrelevantes. Es verdad que estamos en una época muy individualista y nuestra relación con la cultura lo es también, pero el teatro es un lugar de reunión y comunidad.

P. Y, sin embargo, ¿cómo captar la atención de un público cada vez más acostumbrado a lo efímero de las redes?

R. TikTok, Instagram, YouTube... están bien. El porno está muy bien también, es maravilloso ver a la gente teniendo sexo, pero es más divertido hacerlo tú mismo. Hay que tomar una elección: u observas o lo experimentas. Además, hay otra cosa, que quizás choque con muchos actores y directores españoles, pero no creo que el teatro trate de la emoción en el escenario. La emoción tiene que estar en el público y eso es con lo que se tiene que trabajar, para conseguir que la gente ría, llore o se implique. Yo no quiero ser un espectador de la emoción de otra persona, quiero conmoverme yo.