Image: Luis Olmos

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Teatro

Luis Olmos

“Sin el teatro universitario y las alternativas nuestra escena desaparecería”

19 septiembre, 2001 02:00

El Verdugo ha sido uno de sus mayores éxitos, pero Luis Olmos es mucho más. Es una larga trayectoria como autor, actor y director. Es Teatro de la Danza junto al trío completado con Amelia Ochandiano y Roberto álvarez. Es Por un sí o por un no. Es la continuación de William Layton, el alma de Chejov y de El Pabellón número seis. Y es también el director de Paseando a Miss Daisy, la obra de Alfred Uhry que se estrena mañana en el Teatro Arriaga de Bilbao. Protagonizada por Amparo Rivelles, Olmos ha buscado la ternura en el texto, los tempos en la música de Cole Porter y el choque frontal de dos mundos diferentes para tratar temas como la religión, la cultura social y el racismo.

Ha conseguido hacerse un hueco fundamental en la historia del teatro español. Y no sólo por el éxito incontestable de El Verdugo. Teatro de la Danza y Escuela de Compañía contribuyen día a día a la creación y formación de nuevas figuras escénicas. Luis Olmos lleva más de veinte años al frente de un proyecto (junto a Roberto álvarez y Amelia Ochandiano) que ahora empieza a dar sus frutos. Mañana estrena en el Teatro Arriaga de Bilbao Paseando a Miss Daisy, la obra de Alfred Uhry (llevada al cine en 1989 por Bruce Beresford e interpretada por Jessica Tandy y Morgan Freeman) en lo que constituye una nueva búsqueda "de calidad y de público".

-Lo suyo es "pasear" al límite del escenario y la pantalla cinematográfica.
-Relativamente. La obra de Uhry es un texto teatral, que no se olvide. Como ocurre con otras adaptaciones llega al gran público a través del cine. En Paseando a Miss Daisy logró un texto medido, intenso y sutil. La obra teatral es inmensamente mejor que la película. Mi coqueteo con el cine ha sido casual desde el principio, una especie de destino tangencial.

-¿Ha seguido la misma estrategia narrativa que con el El Verdugo?
-Sólo en lo referente a la presión que ejercía la película. Tuve que olvidarme prácticamente de que existía. Como puede imaginarse son otras texturas, otros lenguajes y no se puede estar pendiente de cómo se contó en el cine. De todos modos, en el caso de la obra de Uhry, tengo que decirle que es un texto buenísimo, con un gran ritmo natural.

Textos sin berborrea

-Parece entusiasmado. ¿Qué diferencia este texto de otros a los que ha tenido que enfrentarse?
-Probablemente el hecho de que aquí no existe berborrea. Hay escenas muy cortas que van al hecho concreto. Sintetiza muy bien los conflictos. Esta fue una de las primeras cosas que me sorprendió cuando leí por primera vez el texto. La cuestión es que me enamoró. Generalmente, si un texto no me enamora no me embarco en el proyecto. Así de claro.

-¿Y cómo llegó a buen puerto?
-Gracias a Concha Busto. Desde que consiguió los derechos contaba conmigo para subirlo a los escenarios. A principios de este año comenzamos a trabajar en el diseño de producción y finalmente estará en Bilbao.
Hay que recordar que Concha Busto lleva siendo el "rey Midas" de la producción de los últimos años. Sólo Arte y El Verdugo podría colocarla en cabeza de los montajes con mayor éxito del teatro español. Junto a José Luis Arza, Concha Busto cumple estos días diez años de la creación de su empresa. La última producción ha sido Esperando a Godot, dirigido por Lluís Pasqual.

-Parece que siempre acierta con sus criterios. ¿Le ha resultado difícil reunir al equipo? ¿Qué opina del trabajo de Amparo Rivelles?
-En esto también lo tuvimos muy claro desde el principio. Amparo Rivelles tenía que ser Daisy Werthan. Ha entendido el personaje muy bien y está estupenda. Es la primera vez que trabajaba con ella y ha sido una gran experiencia. Lleva el teatro en vena.

-Estamos en otro país y en otra década. ¿Le ha costado construir el perfil de los personajes?
-El "paseo" transcurre en un periodo de 25 años. Concretamente entre 1948 y 1973. A pesar de toda esa distancia de espacio y de tiempo, el texto permite realizar una aproximación a los personajes. Todo es muy cercano. Nos habla de temas tan actuales como el racismo o la tensión entre clases sociales sin recurrir a lo explícito. Ella es una mujer viuda, judía y acomodada pero que también ha conocido la desgracia. él es un sirviente negro. Entre los dos surge la confrontación de dos mundos sociales y ahí es donde entra la carga emocional a través de la ternura que despiden los personajes.

-Con tantos elementos no parece fácil evitar ser explícito en algunas cuestiones.
-Esa es la grandeza del texto. Pasa el tiempo y esto se va notando a lo largo de la obra en la relación de los personajes. Por el "ambiente" transcurre Martin Luther King, situaciones integristas... ¿Le suena? Esa es la clave del viaje. En la obra está sutilmente todo. Daisy podría ser cualquier abuela nuestra de la época de la Guerra Civil. Es un texto capaz de conmover al espectador en tan sólo una hora y cincuenta minutos. Se trata de una obra de consecución musical. Enlazar una escena con otra es lo que permite mantener en todo momento el hilo emocional. Los tiempos cambian pero las escenas continúan fluyendo. Es algo fascinante.

Inspiración de Cole Porter

-Pero, además, se ha acompañado de música de la época.
-Sí. Era fundamental. Hemos buscado inspiración entre los ecos de Cole Porter y los climas del jazz. En este sentido, el trabajo de composición de Yann Díez Doizy ha sido muy importante.

-El pabellón número seis, Mme Josephine a mi querido Chéjov, El Oso y la Petición de mano... En su ya dilatada trayectoria escénica Chéjov parece recurrente.
-Sí, de hecho el próximo montaje que llevará a los escenarios Teatro de la Danza será La Gaviota, que estará en los escenarios muy probablemente en torno a marzo del próximo año y que dirigiré junto a Amelia Ochandiano.

-Se agarra mucho al teatro de autor, al "buen teatro". ¿Cómo valora la situación actual de nuestra escena y sus creadores?
-Si quiere que le diga la verdad me entristecen algunas cosas que pasan en la escena actual. Muchos programadores no toman iniciativas si no llevas una actriz famosa. Tampoco existe en los espectadores una idea clara de riesgo. Siempre hay excepciones, claro, como es el caso que nos hemos encontrado en El Verdugo, donde han confluido elementos de todo tipo: buenos actores, buenos textos... y un público heterogéneo que ha dado un color distinto a la aceptación de esta obra. Creo, de cualquier forma, que sigue habiendo muchísimos prejuicios.

-¿Tiene algo en contra de lo comercial?
-No es eso. Me gusta lo comercial pero al mismo tiempo lo bueno. Si no, no merece la pena. Es la única fórmula para atraer al gran público. No hay que renunciar a nada siempre que lo que se ofrezca tenga nivel y sea bueno. Hay que intentar fundirlo todo. Y presiento que algo de esto está pasando en el montaje de Paseando a Miss Daisy, lo mismo que ocurrió con El Verdugo.

Vanguardia, calidad y público

-¿Cómo ve a las nuevas generaciones de autores?
-Hay algunos que están muy bien pero es fundamental que estrenen. Tienen que llevar sus ideas al escenario y al público. No hay que hacerse pajas mentales. Hay un compromiso con el público insoslayable. Se pueden hacer propuestas de vanguardia -de hecho tiene que haberlas- siempre que sean un germen de calidad. El teatro no es más que la comunión con el público. Existen textos que sólo se quedan en pura investigación.

-Parece que usted conoce muy bien la fórmula...
-Quizá todo consista en eso. En intentar agradar al público sin perder la calidad. Muchas veces no está acostumbrado a ir al teatro. Con calidad y alguna cucharadita de azúcar...

-¿A qué no debe renunciar el teatro español?
-Al teatro universitario y a las alternativas. Estos son los pilares para que el teatro español no desaparezca. Es lo que de verdad merece ser apoyado.