Image: Itzik Galili

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Teatro

Itzik Galili

“Mi obra exige siete pianos afinados a la vez”

3 abril, 2003 02:00

Itzik Galili. Foto: Karel Zwaneveld

Itzik Galili es un ejemplo claro de un talento que ha encontrado tierra fértil en Holanda, un país tradicionalmente generoso a la hora de acoger artistas internacionales y con un sensato sistema de apoyo a los creadores tristemente ausente en España. En los doce años que este creador israelí lleva en Holanda, se ha establecido como uno de los coreógrafos más respetados del país. Además de dominar un amplio vocabulario coreográfico con gran maestría, Galili es contundente a la hora de tratar temas de crítica social o de asumir grandes riesgos artísticos. En Chronocracy, la obra que representará en el Teatro de Madrid, el espacio escénico está dominado por un enorme colchón y siete pianos. La reposición de esta coreografía, estrenada en 1996, vuelve a enfrentar a los catorce bailarines con una superficie que cambia radicalmente sus posibilidades físicas, mientras les obliga a convertirse en músicos.

-¿Cómo surgió Chronocray?
-Confieso que al principio me lo planteé como una misión imposible, algo para divertirme. Gene Carl, el compositor, y yo jugábamos a cambiar el mundo de nuestros bailarines como si fuéramos dioses. Primero me pregunté si los bailarines serían capaces de hacerlo. Además encontré en Carl un compositor dispuesto a arriesgarse así con su música.

-Dispone un colchón que cubre la totalidad del escenario ¿Cuál fue su mayor reto a la hora de crear una coreografía dentro de un contexto que rompe los parámetros físicos de los bailarines?
-Al principio los bailarines sólo querían saltar y divertirse con el colchón. El reto para todos fue cómo crear una coreografía en estas circunstancias. Poco a poco se establecieron unas reglas básicas pero no antes de rompernos alguna costilla. Es una obra muy inocente pero las complicaciones técnicas son tremendas. Siete pianos tienen que estar afinados conjuntamente, hay catorce bailarines, un contratenor y un violinista.

-No todas sus piezas son tan lúdicas. En For Heaven´s Sake hacía un duro y poético alegato contra la violencia. ¿Qué responsibilidad tienen los creadores dentro de una sociedad en conflicto?
-Los artistas nos sentimos impulsados a vomitar nuestras entrañas y queremos que los espectadores vengan a vernos, a amarnos y a decirnos que vamos a cambiar el mundo. Es una metáfora y así lo puedes interpretar. Pero creo que la pregunta más importante que nos tenemos que hacer es ¿para quién estamos haciendo lo que hacemos?

-¿En qué sentido ha afectado a su trabajo vivir en Holanda?
-Todo el mundo señala mi origen israelí, pero para mí es simplemente el lugar donde yo pasé mi juventud. Mi obra es lo que es ni nada más ni nada menos.